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Qué bonito y sabroso Waikikí

Qué bonito y sabroso Waikikí

Ana Clavel

Las luces se entornan y una cascada de ensueño resplandece en la pista, entre palmeras de utilería y bailarinas que cual sirenas ondean sus cuerpos en un suave wai-ki-kí. Al centro está por develarse el misterio: el cuerpo sinuoso de una mujer oriental y hechizante como su nombre artístico: Katmandú. Es el México de los años cincuenta del siglo pasado con sus miserias y sueños de opio al desnudo, exhibidos con desparpajo y humor en una novela-thriller a cuatro manos y dos imaginaciones refrescantes y rumberas –las de Ana García Bergua y Alfredo Núñez Lanz–, tan perfectamente coordinadas que la secuencia de intrigas y peripecias se desliza como hilo que se corre en media de seda: preciso, ineludible, revelador.

También son dos los protagonistas que deambulan por cabarets, centros nocturnos y casas de citas (el propio Waikikí, El Burro, El Club Verde, El Patio, Ciro’s, la mansión de la afamada Bandida, etc.), revelando con sus pasos de baile y pesquisas un curioso mapa de la vida licenciosa de la capital al finalizar el sexenio de Miguel Alemán. Se trata de Esmeralda y Mario —una bailarina de reparto que sueña con un espectáculo estelar de la Pirámide con ella misma como princesa azteca y un joven tránsfuga de provincia que encuentra en el oficio de “sacaborrachos” del Waikikí la oportunidad de hacerse de un lugar en esa otra pirámide de aspiraciones de la vida en la urbe—; entre ambos trazan un viacrucis profano de la supervivencia al que deben someterse los desheredados propios y fuereños. ¿Y el móvil para la intriga, el crecimiento de estos dos personajes, convertidos en heroína y héroe de a pie, detectives improvisados pero con enormes versatilidad e inventiva? El asesinato de la bella Katmandú por el que se verán acusados por la justicia. Ambos parecieran tener motivos ocultos: Mario, seducido por la sensualidad de la exótica oriental, llega a probarse su lencería en un acto de travestismo y amor; Esmeralda, despechada por los desplantes de la cabaretera china, intenta desquitarse intoxicándola con polvos de dudoso origen. Pero nada comparado con la red de crimen, trata de blancas, asesinato, tráfico de opio en que se verán inmersos, y que habrán de remontar cual pícaros de mediados de siglo XX con ingenio, humor y arrojo para sortear el tinglado de corruptelas donde políticos, policías y criminales se dan la mano.

El hecho de que Katmandú sea una joven oriental, cuyo asesinato está inspirado en el caso verídico de la vedette Su Muy Key perpetrado en 1951, entreteje otro hilo a la singular trama: la de la persecución de un posible responsable en los laberintos sórdidos del barrio chino de la ciudad, como un guiño a El complot mongol de 1969, novela cumbre de Rafael Bernal que cimenta la tradición de la novela negra en nuestras letras. De la Lagunilla a Reforma, de la Roma a las Lomas, de Chapultepec a la calle de Dolores en el Centro, de la Villa a Tacubaya, la búsqueda del asesino o asesina de Katmandú irá dejando una estela difusa de la diva de noche, entre ecos de su casamiento y esclavitud temprana, su amasiato con empresarios y políticos, su papel prescindible en el tablero del narcotráfico chino. En cambio crecen las figuras de la pareja de segundones que el destino literario ha querido iluminar ahora con un halo estelar. Como si se tratara de un reflector o acercamiento en zoom surgen las personalidades de Esmeralda y Mario con su peculiar mundo de veleidades y su capacidad para remontar los infortunios: ella, de ser una víctima de violencia y abuso familiar, encuentra en el baile la estrategia gozosa para salir adelante; él, acusado de un robo en su pueblo natal, se abre camino con los puños pero también con un modo diferente de vivir su propia y diversa sensualidad.

Una construcción de personajes un poco como en cajitas chinas, en la que se nos va develando la personalidad más allá de las capas superiores, está cimentada en un manejo de lenguaje con giros coloquiales y de época que los pintan con verosimilitud, agilidad y ligereza. El recurso narrativo del diario en el que Esmeralda vuelca sus casi siempre bajas pasiones y altos sueños, por un lado, y un narrador en tercera persona por la otra que se alterna capítulo a capítulo para describir y contar los hechos en un estilo muy cercano a la calidez y desenfado de una primera voz, brindan al lector-lectora la posibilidad de ubicarse dentro y fuera de la trama, en un estilo directo y socarrón, que no se pierde en malabarismos verbales para narrar los hechos y situaciones, y que consigue nuestra inmediata complicidad lectora.

El humor es la pieza clave en el abordaje del Waikikí: no sólo brinda ligereza a los pasos de baile y a los traspiés de los personajes para enfrentar la vida y la emboscada que se ha cernido sobre ellos, sino que consigue revelar la sordidez de ese mundo de oropeles, traiciones y supervivencia a través de las costuras de la realidad y sus enmascaramientos. Como si se tratara de un carnaval perpetuo Esmeralda y Mario se deslizan de un disfraz a otro, incluso cuando no usan maquillaje ni ropas para simular o disimular. Momentos cumbre, plagados de guiños cinematográficos, son por un lado,  la escena en que la flaca Esmeralda asiste al sepelio de Katmandú. Vestida para la ocasión, cuando le preguntan su nombre para dejarla pasar, responde con el de la afamada cómica de la época “Fanny Kaufman”, alias “Vitola”, con quien decididamente comparte apariencia, ingenio y personalidad. El otro momento, sucede en el cabaret “El Patio”, en busca del líder sindical amante de la Diosa del Tíbet y uno de sus posibles asesinos, cuando Perla, una de las comparsas de Esmeralda, intercambia los disfraces y transforma a Mario en una mujer travestida que baila con otros hombres y hasta consigue un pretendiente en abierta referencia al filme Una Eva y dos Adanes (o Con faldas y a lo loco: Some like it hot), en el que Jack Lemon disfrazado de mujer, termina quitándose la peluca para descorazonar a su galán y éste le responde con la famosa frase: “Nadie es perfecto”.

Complementan el cuadro personajes sabrosos, divertidos, contradictorios, entrañables: lo mismo la pareja de caseras de la pensión donde vive Mario, que las amigas y amigues de Esmeralda en el propio Waikikí, que la familia de enanos cirqueros apellidados pícaramente con el nombre de la montaña más alta del mundo, “Everest”, el tío de Mario con sus enjuagues de Lilas y Amapolas y tráfico de fayuca y enervantes, los líderes sindicales que se sirven de un mezclado banquete social con cuchara grande, los habitués de antros y tugurios, las estrellas de la cinematografía nacional que viven la fiesta loca de una época dorada y alternan y hasta hacen confidencias a sus comparsas y actores de reparto… Especialmente memorable es el transexual Márgara-Margarito que acompaña a la exótica oriental y que después clamará por vengar su muerte. Olores, ruidos, canciones de la época, noches, madrugadas, días de tráfico y pregones, anuncios publicitarios en una urbe emergente, cumplen también el papel de una escenografía vital que nos presenta una ciudad que renace cada noche de sus cenizas, en el esplendor y detritus de sus vías de escape.

Todo un mundo efervescente se da cita en las páginas de esta novela divertida y estupendamente entramada, que se lee veloz y se queda en la memoria de un México añorado que ya solo se vislumbra en el recuerdo y la fantasía. Por eso y porque invita a mover el cuerpo y gozar, qué bonito y sabroso Waikikí. Ojalá muy pronto lo disfrutemos en una serie de plataforma televisiva o en el cine. Tiene todos los ingredientes para convertirse también en un éxito de pantalla. ¡Enhorabuena a los autores!

 

Ana V. Clavel es escritora e investigadora. Ha obtenido diversos reconocimientos como el Premio Nacional de Cuento Gilberto Owen 1991 por su obra Amorosos de Atar y el Premio de Novela Corta Juan Rulfo 2005 de Radio Francia Internacional, por su obra Las violetas son flores del deseo (2007).  Es autora de Territorio Lolita, Ensayo sobre las ninfas (2017), El amor es hambre (2015), El dibujante de sombras (2009) y Las ninfas a veces sonríen (2013), entre otros. Su Twitter es @anaclavel99

 

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Posted: January 10, 2023 at 8:49 pm

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