Interview
Atreverse a la crónica de la violencia con sentido del humor: el caso Fernanda Melchor

Atreverse a la crónica de la violencia con sentido del humor: el caso Fernanda Melchor

Irma Gallo

Manotea constantemente. Habla rápido y atropella las palabras. Estamos en el Foro El Tejedor de la librería El Péndulo, en la colonia Roma. Tiene el pelo suelto, recién cepillado, y los ojos, como siempre que he hablado con ella, le brillan. Casi nada de maquillaje, excepto por la línea que remarca los ojos inquietos. Es Fernanda Melchor, veracruzana, escritora y periodista.

La fama, esa cosa tan ansiada en los círculos literarios y periodísticos mexicanos –como si uno fuera el personaje y no aquellos sobre los que escribe–, le llegó con la novela Temporada de huracanes (Literatura Random House, 2017), que por cierto no es su primera novela. Publicó Falsa liebre en 2013, en la editorial independiente Almadía, pero Temporada se convirtió en un verdadero huracán, y el año pasado encabezó todas las listas (por lo menos las serias, las creíbles) de los mejores libros del 2017.

Y a ella no se le ha subido. Melchor sigue hablando como esas chavas que te puedes encontrar en la universidad, en un café, en una librería, en un concierto, que saben mucho de literatura, pero a las que no les interesa apantallar.

Y sin embargo, a mí me apantalló. Y se supone que no debería estar escribiendo esto, porque “el periodismo debe ser objetivo” y todas esas cosas, pero lo hago adrede. Lo hago justamente porque el periodismo que hace Fernanda Melchor no tiene nada que ver con esas reglas que nos enseñaron en la escuela. Afortunadamente.

Estamos en este lugar, con una escenografía como de cine, como de bar, y Fernanda, que ahora vive en Puebla, me cuenta: “Todos en Veracruz, te lo juro, tenemos un familiar que tuvo una desgracia, o conocemos a varios. Es increíble. Yo tengo un tío al que asesinaron. No tenía nada que ver con el narco. Lo asesinaron por un problema de dinero; él andaba metido en unas transas así medio raras, pero sus asesinos le cortaron la cabeza porque así la policía nunca investigó. Porque dijeron es un cadáver del narco. Entonces mi tío ni tuvo un juicio justo, ni se metieron a la cárcel a los culpables, y nunca apareció su cabeza”.

Yo por supuesto, me quedo helada. Vivimos en este país; que no se nos olvide. Me obligo a recordarlo.

Estamos hablando de su libro de crónicas Aquí no es Miami (Literatura Random House, 2018), que se publicó originalmente hace cinco años, en una edición mucho más modesta, de Producciones El Salario del Miedo con prólogo de Eusebio Ruvalcaba, y que este año Penguin Random House reedita con una crónica completamente nueva, La vida no vale nada, y otra que Fernanda reescribió, Reina, esclava o mujer.

“¿Qué haces con una historia así? ¿Cómo decides contarla?”, me pregunta y se pregunta. “En Veracruz es muy difícil porque todos hemos sido tocados por la violencia de una forma personal. Y los que no, te lo juro que tienen gente cercana. Y bueno, tal vez aquí en la Ciudad de México no es tan común, pero también, si ustedes tienen familiares en Guerrero, en Michoacán, Nuevo León, Coahuila, todos, se los aseguro que tienen un caso cercano de alguien que acabó muy mal sin deberla ni temerla”.

Sí, es cierto. Si le rascas un poco encontrarás a alguien a quien le asesinaron al padre, a la hija, al que le desaparecieron al hermano, a la prima. Así se vive en México desde hace casi una década, cuando Felipe Calderón le declaró la guerra al narco. Bueno, eso dijo, porque la verdad es que parece que nos la declaró a todos los mexicanos.

“Entonces”, sigue diciéndome Fernanda, “a mí me interesa contar este tipo de historias de personas comunes y corrientes que de repente, por su culpa o sin su culpa, tienen este encontronazo con este mundo alternativo, bizarro, que es el mundo del crimen organizado. Y que por cierto, a veces no sabemos donde empieza el mundo de la institución y donde empieza el mundo del crimen organizado”.

Una de las historias que Fernanda Melchor decidió contar en este libro es la de Evangelina Tejera, una reina del carnaval de Veracruz en la década de los ochenta que fue acusada de matar a sus hijos: “Decidí modificar una crónica que antiguamente (o sea, en la edición anterior) se llamaba La rubia que todos querían y ahora se llama Reina, esclava o mujer. Esta mujer, en los años ochenta fue reina del carnaval y un par de años después la sociedad se estremeció porque se le conocía por un crimen terrible: se le acusó de matar a sus hijos de 2 y 3 años de edad, de haber descuartizado sus cuerpos y haberlos enterrado en unas macetas”.

Cuando se da a conocer el crimen de Evangelina, la “buena” sociedad veracruzana se conviertió en Torquemada. Fernanda me dice que “ella padece de sus facultades mentales, la envían a un psiquiátrico pero los mismos periodistas de la época, la sociedad, los políticos, todo el mundo estaba muy concentrado en castigarla. La idea de la época es: Evangelina Tejera no está loca, es solamente una mujer depravada, que asesinó a sus hijos por mala madre y merece ir a prisión”.

Así que esta escritora nacida en 1982, que era una niña de 7 cuando Evangelina Tejera fue condenada a 20 años de cárcel, se puso a investigar y a escribir sobre esta tragedia:

“Quise cambiar no la historia sino el enfoque, porque empecé a pensar que lo que me interesaba era no sólo hablar de lo que había hecho Evangelina, de su crimen y de su historia, sino del clima que la rodeó: del linchamiento mediático y político que sufrió”.

Sobre este caso, escribe Fernanda Melchor en Reina, esclava o mujer:

Máscaras que deshumanizan a mujeres de carne y hueso, y que funcionan como pantallas en donde se proyectan los deseos, los temores y las ansiedades de una sociedad que se pretende un enclave del sensualismo tropical pero que en el fondo es profundamente conservadora, clasista y misógina.

Fernanda Melchor transita de la crónica al ensayo con asombrosa facilidad. Y puede ser “seria” cuando debe serlo. Pero también está convencida de que el humor es otra herramienta para contar estas historias, y pone de ejemplo la crónica Un narco sin suerte, que Alejandro Almazán publicó en la revista Gatopardo hace algunos años: “Cuenta la historia de un tipo que quiso ser narco y nunca lo logró porque siempre le fue mal. Y es chusco. Es un personajazo el tipo, pero es un gran riesgo porque es tocar un tema super crudo con humor; una. Y dos; todo está escrito en primera persona, entonces ahí fue un trabajo de Almazán de oído, de conocer a esta persona, de copiar su discurso”.

Esto es lo que hace la misma Fernanda en La vida no vale nada, la historia inédita incluida en Aquí no es Miami, la de un abogado que se encontró frente a frente con el diablo (un importante capo que le pidió que trabajara para él) y no le quedó de otra que dejar la abogacía. La periodista veracruzana eligió contar esta crónica en la voz del protagonista. “Entendí que la crónica tenía que contarse en primera persona porque la imagen que yo tenía de este testimonio era él, en un café, los dos hablando en susurros. Era un Gloria Jeans, me acuerdo muy bien, en Veracruz. Rodeados de señoras copetonas tomándose sus frappés con crema batida y chispitas, ya sabes, estábamos él y yo hablando de este suceso que le cambió la vida”.

Porque esta periodista y escritora con la que ahora estoy hablando en El Foro del Tejedor, con su playera negra y su camisa a cuadros, está cansada de que los periodistas no nos arriesguemos en la manera en que decidimos contar las historias:

“Siempre he amado la crónica: a Truman Capote, Norman Mailer, Selva Almada, Leila Guerriero; las adoro. Me gusta mucho este género, que es híbrido. Me gusta la idea de contar una historia real, con todo el tiempo y los recursos necesarios: ponerte a investigar, irte internando entre los recovecos de información, y los archivos y los periódicos viejos, y te hace sentir como detective. A mí me hace sentir muy viva. Pero siento que el modelo de crónica sigue siendo un modelo muy tradicional, que no se atreve con el lenguaje; siguen siendo reportajes con adjetivos. El periodismo tradicional todavía sigue teniendo muchas dificultades para arriesgarse y usar realmente las herramientas de la literatura y el lenguaje, retorcerlo”.

Esto es lo que pasa cuando lees las crónicas de Aquí no es Miami: que a veces no sabes si llorar, encabronarte profundamente o reír. Porque Fernanda Melchor nos ha enseñado que lo terrible no deja de serlo porque lo cuentes con sentido del humor.

Y por ello, yo por lo menos, le estoy muy agradecida.

 

Irma Gallo es periodista y escritora . Colabora para Canal 22, GatopardoEl GráficoRevista Cambio, y eventualmente para otros medios. Es autora de Profesión: mamá (Vergara, 2014), #yonomásdigo (B de Block, 2015) yCuando el cielo se pinta de anaranjado. Ser mujer en México (UANL, 2016).

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Posted: March 19, 2018 at 10:16 pm

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