Autobiografía de la piel
Óscar Garduño Nájera
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La tarde anaranjada es un lienzo perfecto para la piel. Camino luego de salir de una estación del Metro; atravieso una calle, dos, un niño sostiene un globo rojo en la entrada de uno de los tantos edificios de la del Valle, llego al sitio donde he acordado la cita con la escritora mexicana Ana Clavel: una singular casa de té con libros expuestos como en museo y sillas anquilosadas de madera al amparo de una suave luz.
Hay un motivo, la publicación, en la editorial Alfaguara, de Autobiografía de la piel (2025), un libro que se edifica y se narra a través de pistas, un libro que, como en otras ocasiones, nos vuelve a demoler con la misma arquitectura literaria precisa de Ana Clavel: las cascadas del deseo como olas marítimas y narrativas, las estructuras literarias que dan acceso al lector a lo prohibido y a lo novedoso: el lenguaje de la carne misma, pero no a través de su propia máscara, sino de la otra, de la piel, la complicidad perpetua de esa autobiografía que Ana Clavel nos entrega para incendiar la vista con sus propias inquietudes y sus propios gustos.
Pero hay un extra: ella misma, Ana Clavel, transfigura esta vez en personaje literario de su propia propuesta. La primera duda que se me viene a la mente es respecto a los caminos, porque Ana Clavel se atreve con cada una de sus propuestas narrativas, busca, encuentra, experimenta, tiene una inquietud que es acaso una clave importante de la totalidad de su obra, una de nuestras más destacadas autoras mexicanas, quien nos confiesa: “Yo tenía, en un principio, la idea de darle voz a la piel para que hablara como personaje literario y de pronto empecé a urdir esa ficción, empecé a hablar del habitante de esa piel, de ese desbordamiento, de la factura que se da en algún momento entre ellas”.
Me fijo en ella: las flores de su blanca blusa son parte también de su propuesta literaria; admiro sus labios, lo rojizo de ellos, la finitud en la búsqueda de una pista de tierno aterrizaje que se rebela a través de lo colorido, y le pregunto si es en este momento de Autobiografía de la piel donde entra ella como personaje literario: “llegué a mi propia historia, la personal, tal y como de alguna manera siempre lo hago dentro de mis procesos creativos, solo que recurro a la ficción”.
Hay un verso. Se lo comento a Ana Clavel. Es de Octavio Paz y su gran “Piedra de Sol”: “voy por tu cuerpo como por el mundo”, y es que Autobiografía de la piel se entiende y se lee desde ese mismo cuerpo, pero antes de que ocurra la metamorfosis comparativa, y “ovidiana” con un mundo donde el placer no está prohibido: “cuando estaba armando esa primera voz narrativa en Autobiografía de la piel, empezó a salir esa ambigüedad, esa ambivalencia de otras voces: cuestionaban a la piel que asumían, pero también compartían un secreto: repentinamente se distanciaban”.
En Autobiografía de la piel Ana Clavel entreteje distintas voces narrativas y va de ella como personaje literario junto a la misma piel que narra, a un ellos, los otros, la constancia de que se existe en la mirada cómplice del lector, quien también podría hacer de otro narrador: contarse al mismo tiempo la historia de Ana Clavel, tal y como ella nos lo señala: “me di cuenta que tenía que dividir Autobiografía de la piel en una primera persona del singular, y de pronto en una primera persona del plural, y tal vez hasta la segunda y la tercera persona, como para dar la idea al lector de esa multitud que nos habita”.
Hay un momento en Autobiografía de la piel donde Ana Clavel nos habla de su infancia; también lo hace de sus deseos primigenios. Por eso, quizás, Autobiografía de la piel tiene el carácter de una incendiaria narrativa: tras de la honestidad de la autora encontramos una original propuesta que conjuga distintos elementos artísticos para darle voz, ahora sí ficcional, a una piel cuyas tentaciones y lamentos, no obstante, son reales.
En Autobiografía de la piel encontramos pistas de otras obras literarias de la autora: vasos comunicantes que podrían conducir a un incipiente lector a proseguir la detectivesca búsqueda a través de las páginas de las novelas de Ana Clavel, de sus propias andanzas en un mundo donde solo la literatura es real: “me parecía que era como una característica extensiva, sobre todo que se fuese armando como una suerte de piel extensa, y aquí es donde entran las otras voces narrativas; de pronto, al desarrollar ciertos temas que a la vez fuesen la voz de la piel, con su propia historia, me percaté que en mis libros anteriores he trabajado el tema, pero, además, de una manera muy puntual, de tal forma que me hice una pregunta: ¿para qué iba a volver a hablar de la tentación si tenía un libro, El amor es hambre (Alfaguara, 2015), donde reflexiono acerca de cómo ‘tentar’ es una metáfora perfecta, porque se tienta a los sentidos y se alude al tacto, pero a la vez a un concepto diferente”.
Cuando buscas El amor es hambre (Alfaguara, 2015), te percatas de un importante detalle: los mismos lectores que se dieron a la tarea de esa búsqueda, también se acercaron a otra novela de Ana Clavel: Territorio Lolita (Anagrama, 2017). Y aquí hay otra clave para entender su propuesta narrativa: sus obras sostienen una conexión de la que solo los lectores atentos son testigos.
Una y otra vez Ana Clavel erige sus obsesiones temáticas: “también me empecé a dar cuenta de la coherencia que había entre mis diferentes libros respecto a esa poética de lo sensorial, de los deseos, y de pronto eran fragmentos tan notables como en el comienzo de Las violetas son flores del deseo (Alfaguara, 2015) con algún fragmento de Caperucita en Territorio Lolita (2017) y entonces jugué a la autoficción”.
Y este es el comienzo de una sorpresa para los lectores de Ana Clavel: se desdobla de sí misma, se vuelve palabra escrita y procura involucrarse de manera mucho más íntima en su propia literatura: “y metí a la escritora Ana Clavel como personaje, porque además, si ya la voz de la piel estaba ficcionalizada, y hablaba de todos estos tránsitos que la atraviesan, que la traspasan; del dolor, de las heridas, del gusto, del goce, del miedo, de la violencia, el placer, que permanecía en ese nivel ficcional, podía asumirse como parte de una coherencia narrativa de la verosimilitud del personaje, pero qué pasaría si yo conseguía llevarlo más allá y lo cobijaba, como para legitimar el placer, sobre todo en el que se da a partir de las transgresiones. Y entonces ahí fue donde me pareció muy importante que, frente a este personaje ficcional de la piel, entrara un personaje no tan ficticio, que soy yo misma como autora, que reivindicara el placer desde el terreno no de la fantasía, no de la imaginación, sino desde una vivencia adquirida, una experiencia real”.
*Imagen tomada de Hola News
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Posted: February 18, 2025 at 9:43 pm