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Leernos en los libros de los otros. Los libros de otros de Gabriela Polit Dueñas
COLUMN/COLUMNA

Leernos en los libros de los otros. Los libros de otros de Gabriela Polit Dueñas

Adriana Pacheco

Siempre he pensado que leemos novelas para entrometernos en las vidas de los otros, para imaginarnos o reconocernos en ellas, pero principalmente para recorrer sus espacios y hurgar sus cajones llenos de objetos como rastros de las experiencias vividas, de sus historias atesoradas y de las personas que poblaron sus días y noches.

Somos testigos de sus obsesiones y de sus temas inconclusos y de las muchas maneras en que los muestran. Una de ellas es la fascinante condición de la excesiva acumulación de cosas, hoarding disorder, en inglés, mal de Diógenes en español. Considerando dentro de las patologías como un modo de obsesión, ha pasado a la historia a través de la literatura y sus personajes. En Dante, por ejemplo, quien acumula cosas es un pecador, en Shakespeare es un avaro, en Dickens es un especulador, y en Gabriela Polit Dueña, es el signo de los temas inconclusos, de los fantasmas a sacar de la vida.

Los libros de otros, la primera novela de la escritora e investigadora ecuatoriana Gabriela Polit Dueñas, publicada por Chatos inhumanos (New York) en 2023 nos traer la vida de Beatriz, una mujer retirada en Austin, Texas que vive en una casa llena de objetos acumulados a lo largo de toda una vida. Pronto sabemos que trabajó como bibliotecaria, para mantener a sus dos hijos, después de que el marido se convirtiera en una figura presente o ausente a su conveniencia. Con una notable renguera a causa de una polio que la ataca de niña, llega a la edad madura en “una enojosa situación corporal” como la describió la escritora Carmen Boullosa en su presentación del libro en Hablemos, escritoras,

Sus hijos, Isabel y Benjamín, son quienes están ahora al tanto de ella. La hija está presente en una continua relación de reproche y demanda siempre en contra de su forma de vida, su desapego, y su excesiva acumulación de objetos. “Mi hija no tiene interés en mirarme” dice la madre. El hijo, más amoroso y paciente, trata de ayudarla a que organice una casa, en donde, según ellos “ya no queda espacio para el amor”. Pero el amor si tiene un espacio, como después descubrimos en la relación íntima que Beatriz establece con su vecino, un joven mucho menor que ella.

La historia toda es una muestra del talento y la fascinante introspección que tienen las escritoras de origen latinoamericano y, en este caso de Ecuador, con nombres como Mónica Ojeda, Daniela Álcivar Bellolio o María Fernanda Ampuero.

Polit Dueñas se suma a esa tradición ahora como novelista, con una muestra más de su delicada y meticulosa escritura. Así lo hemos visto en su libro de cuentos, Amsterdam Avenue (Literal, 2017), con sus complejos personajes habitando espacios interiores y afectivos tan complejos como ellos mismos; o en su poesía, como en Agujas (Literal, 2022) donde con el verso justo y la metáfora perfecta nos deja imágenes que no se borraran de nuestras mentes. Su gran profundidad y seriedad académica está en sus libros críticos e investigación sobre violencia y periodismo como en Unwanted Witnesses. Journalists and Conflict in Contemporary Latin America (University of Pittsburg, 2019).

Ahora, en Los libros de otros, cuyo título ya desde el inicio despierta la curiosidad de los que la leemos porque nos refiere a la mirada entrometida que es el acto mismo de la lectura. En él, parte de la premisa de contrastar la biblioteca como espacio meticulosamente ordenado y el hogar como lugar caótico, para ponerlos en dos momentos de la vida y las emociones de Beatriz. Uno es el presente, donde la gran intuición de Polit, como la describe Boullosa, nos pone frente a las habitaciones de una casa llena de objetos —lejos de la idea burguesa del hogar como perfecto oasis familiar— y una mujer que vive la complicada situación de proteger ese espacio caótico donde quiere estar sola. “Soy la soledad que creo y contra la que lucho” dice Beatriz. El pasado está lleno de los otros, aquellos con los que habitó la vida, del momento en que su cuerpo queda marcado por su cojera, el esposo ausente, el amigo siempre presente que le enseña que la biblioteca también requiere ser ordenada. “Su idea de clasificación no tenía que ver con un almacenar, para él la biblioteca era una manera de entender la vida”.

Pero no es así de sencillo, pues no se trata de guardar, tirar y reacomodar para hacer espacios, se trata de aceptar que nuestras dependencias están íntimamente relacionadas con las cosas, con nuestros afectos materiales. Se trata de reconocer “la falsa inocencia de los objetos”, como la ha llamado Gisela Heffes y como lo vemos en el libro de Polit en el póster del cuadro, El mundo de Christina de Andrew Wyeth que le había regalado Daniel a Beatriz al llegar a Austin y que se termina volviendo en un símbolo de una mujer desposeída, de la soledad y el abandono. Algunos objetos así son.

 

Pero hay un tercer espacio, el público, el que está al otro lado de la acera, en una escena tan característica del paisaje austinita, en donde una hamaca y una cuerda de equilibrio en el jardín delantero de una casa son la posibilidad de darse permiso para el amor, como nunca antes lo ha sentido. Es en el estudiante que nunca le exige una casa ordenada, donde Beatriz encuentra el amor prohibido para una mujer de su edad, donde rompe el tabú de que las madres no pueden sentir deseo. Albert es el que la ayuda a subirse simbólicamente a la cuerda, a hacer equilibrismo, y desde ahí tener la posibilidad de resolver temas y desprenderse de las ataduras. “Ser renga” le dice Beatriz a Albert, “no es solo no tener equilibrio. Es que el peso de tu cuerpo no se distribuye de manera igual en cada paso”. Es el deseo del cuerpo joven, como sucede en la novela La carne de la escritora española Rosa Montero, en donde el afecto al otro se convierte en el reconocimiento del propio yo.

El libro es también una mirada a las relaciones materno-filiales. Visitamos con Beatriz el embarazo, con su inevitable violencia ginecobstétrica, la complejidad de criar hijos en un país lejano a casa, la relación muchas veces complicada con los hijos adultos, el miedo que muchos de nosotros migrantes le tenemos al fin de semana cuando “la soledad tiene una intensidad distinta”, cuando sabemos que el “resto del mundo está en familia” y nosotros no.

Nos toma también de la mano para pensar en lo que se calla, lo que se disimula, la culpa, la represión, la soledad, el concepto de belleza, el miedo al cuerpo diferente, como lo ha dicho Guadalupe Nettel. Todo esto se ve reflejado en la gran galería de los personajes de su vida y en el catálogo de personas que visitan la biblioteca, que es otro tipo de censo, registro, consultorio donde el bibliotecario sabe mucho más de la vida de los usuarios de lo que ellos mismos se imaginan.

Los objetos que acumula Beatriz son también un censo y un registro del pasado de otros. Ella tiene, como la tengo yo, una multitud de cajas con los recuerdos de los hijos, el guante de béisbol, los dibujos del kinder, las tarjetas del colegio y las calificaciones. Yo también como ella guardo mi pasado revuelto con el de mis hijos, de mis padres y hasta de mis hermanos y sus familias. Es que tirar duele, porque es aceptar que todo se ha quedó atrás.

Pero más que pensar en la anécdota del libro, Los libros de otros es un recordatorio de lo poco que se ha hablado del tema de la vejez en las mujeres, de sus relaciones afectivas, sus procesos de pérdidas y la recuperación de la memoria, del extrañamiento que es necesario para reconstruir la historia de un pasado a través de la relaciones con los otros.

Hay mucho de Gabriela Polit en este libro. Está en él Nueva York, Austin, el espacio de la biblioteca, tener hijos y criarlos en un país lejano al propio, están los buenos amigos que te ayudan a sobrevivir, está su calidez y empatía, y su escritura fina, profunda y puntiaguda. Escuchar a Carmen Boullosa hablar de su libro y de lo que es, en la última vuelta de la vida, regresar a “las diferentes texturas de las amistades” me conmovió enormemente, tanto como siempre me conmueve leer a los otros y a mí misma en la obra de esta gran escritora.

 

 

Adriana Pacheco, PhD. es investigadora y es escritora. Fundadora del Proyecto Escritoras Mexicanas Contemporáneas y  la fundadora y conductora de la página web y podcast Hablemos, Escritoras. Es autora de los libros Romper con la palabra, violencia y género en la obra de escritoras mexicanas contemporáneas  y Rompiendo de otras maneras, cineastas, periodistas, dramaturgas y performes. Es miembro del International Board of Advisors en la Universidad de Texas, Austin.  Su Twiter es @adrianaXIX_XXI

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Posted: March 29, 2023 at 7:32 pm

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