Bestia de Cardo
Julio César Durán
Cardo, un pueblo de República Dominicana sumido en la oscuridad. Un árbol familiar dividido. Una mujer joven, Moira (Sánchez Moreno), regresa a una ciudad que brilla en medio de las tinieblas, a través de sus miles de luces artificiales, éstas tal vez sean reflejo de la sofocante vida en el lugar.
La ópera prima de la realizadora Virginia Sánchez Moreno (que protagoniza, produce, escribe y edita su filme) nos lleva a un breve periodo de la provincia dominicana en la que un grupo de personas con bastante solvencia económica van a encontrarse y desencontrarse desde la mañana de Navidad hasta la noche de año nuevo.
Moira, la protagonista, está atrapada. Ella regresa a confrontar (o no, realmente) a su viejo hogar tras terminar una maestría en Nueva York. Vuelve a Cardo para encontrarse con sus recuerdos y con su pasado, pero en parte, su retorno es a regañadientes. En sus asfixiantes tanteos por el pueblo, llegará hasta las manos del diseñador de modas local, Hermes (Jorge Luis Moreno), quien es más de lo que aparenta. Con la fricción entre estos dos personajes, poco a poco –de manera acompasada– se logrará una interesante conexión. La intimidad que construyen estos dos “marginados” se dará precisamente por ser unos otros para la población, se trata pues, deliberadamente, de ver a los raros.
Bestia de Cardo (2014), que formó parte de la selección oficial del Austin Film Festival, pasa naturalmente y a placer de la narrativa común a tiempos oníricos: los personajes atados, ambientes rarificados, escenarios. Planos poéticos se ven insertos a la mitad de los dimes y diretes de la clase alta del pueblo, quienes curiosamente, pese a su separación, están emparentados.
La cámara tiembla, va siempre dudosa, siempre con una iluminación plana pero peculiar, camina por fuera de las dinámicas sociales de estos empoderados dominicanos, no obstante observándolos todo el tiempo. Por el contrario, el filme usa las sombras para acercarse, para entrar en la mente de Moira; el ojo del cinefotógrafo Diego García va a entrar y estabilizarse únicamente en la oscuridad, que es a su vez la soledad de la protagonista. En los exteriores, es decir en la artificialidad de la vida pública, hay luz, todo es la frialdad de la clase alta atada a sus protocolos e hipocresías; en privado, los pensamientos individuales, es decir el estar consigo mismo, se ve dominado por una oscuridad serena.
La directora y actriz va a guiñar a la mitología y va a colocar un contrapunto con los nombres de sus personajes. Por un lado Moira, trae a colación a las semi-divinidades griegas que personificaban el destino y los momentos fundamentales de la vida de cada quien, esto que es precisamente lo que está fuera de foco en la rutina de la joven; por otro lado Hermes, nos recuerda al mensajero de los dioses, el ingenioso y veloz guía de pastores y viajeros, que no dudará en compartir su magia en medio de las mentiras que es capaz de usar.
A través de aquellos dos, de la importante fiesta que la madre de Moira (Angélica Aragón) organizará, de los vestidos, la familia, la brujería, se arma una mirada a un lugar estático, un conjunto de personas que no van a ningún lugar, que se mienten o hieren a la luz, pero con la oscuridad dejan salir las verdades que ocultan. Los personajes mayores, es decir los padres están procurando la mera imagen, el protocolo, cuidan en “qué dirán”; los jóvenes, los otros que no comparten sus ímpetus, están preocupados por el interior, por su propio camino, destino y posible escape.
Sin importar la calma del relato, la historia se lleva de manera fluida al igual que la dirección de actores, donde todos llegan a ser muy empáticos y verosímiles. Entre ellos, la acrtiz/directora es quizá la que se nota más floja a la hora de poner atención al trabajo interpretativo, pero los puntos de vista, que en momentos van saltando de personaje en personaje, y que regresa a la mirada principal de Moira, va a sujetar el todo y llevarlo muy bien hasta el final.
Con un inicio en plenas tinieblas y un final refulgente, Bestia de Cardo nos propone a un pequeño coro que asegura no hay camino, no hay dirección, no existen las cosas claras, éstas se van descubriendo. Vemos a todos atados a sus propias vidas y a sus imágenes externas, donde será labor de Hermes y Moira, el intentar huir y encontrarse a sí mismos.
Posted: November 1, 2014 at 4:45 pm