Death Wishes
Jaime Perales Contreras
En 1974 el actor norteamericano Charles Bronson estelarizó Death Wish. El título alude al término sobre alguien que imprudentemente se pone en situaciones de gran peligro. Es un deseo suicida. Dirigida por el millonario director Michael Winner, el filme fue uno de los más grandes éxitos y, ciertamente, una de las películas más polémicas de la carrera de Bronson. El filme de Winner aludió a esa oscura fantasía de la clase media en el cual una persona común y corriente se transforma en un hábil homicida. O en un vengador anónimo, como se tituló en español a la película en los años en que se estrenó el filme original.
Paul Kersey, un arquitecto que reside en Nueva York, es asaltado en su domicilio por un grupo de maleantes. Su mujer e hija son violadas durante ese fatídico encuentro. La esposa muere debido a las lesiones y su hija queda afectada psicológicamente por la tragedia. Kersey, un hombre tranquilo por naturaleza, desea vengarse. Por azares del destino, un colega suyo le regala un revólver y paulatinamente a base de práctica de tiro al blanco, logra convertir el arma como una extensión casi natural de su cuerpo. Kersey se adentra durante las noches en las zonas más peligrosas de Nueva York para cazar criminales como una manera de aliviar su pena.
La película, como se puede adivinar, trajo a colación el debate sobre la justificación del uso de armas de fuego y la violencia como solución. El autor de la novela en que está basada la película, Brian Garfield, quedó insatisfecho con la adaptación de Winner, debido a que según Garfield, su obra intenta criticar el uso de armas de fuego y la violencia ciudadana. Incluso, cuando se proyectó en la televisión estadounidense, Garfield intentó, sin mucho éxito, que la película no se transmitiera en un horario de gran audiencia para evitar que los jóvenes intentaran imitar las hazañas de Charles Bronson.
Eli Roth, el célebre director de películas de horror, realizó una nueva versión del filme Death Wish, con el título en español Deseo de matar. En esta ocasión es Bruce Willis quien personifica a Paul Kersey. El filme de Roth, detalles más, detalles menos, no cambia mucho la trama principal de su antecesora, con excepción de que utiliza como escenario Chicago, y Kersey, en lugar de arquitecto, es un exitoso cirujano que reside en un hospital de la misma ciudad. Al igual que la película de Winner, el impulso que mueve al personaje es vengar a su esposa (Elizabeth Shue) y a su hija, quien se encuentra en estado de coma después del violento asalto.
Algo interesante que hace al Death Wish original más creíble que la nueva versión, es que el célebre vengador anónimo no logra encontrar a los culpables del crimen; en el caso de Roth –personaje con gran suerte, sadismo y habilidades innatas que sorprenderían al propio Hércules Poirot– derrapa en el lugar común y logra cazar a cada uno de los criminales. Y claro, como uno de los estetas del cine gore y slasher, las escenas de Eli Roth son más crudas que el Death Wish de Winner.
La película de Eli Roth se estrenó en un momento poco favorable en Estados Unidos debido a la tragedia en Parkland Florida y al debate sobre la facilidad con que los jóvenes pueden adquirir armas de fuego en ese país. Esta facilidad peligrosa se muestra tanto en el filme de Winner como en el de Roth; en el que en este último, Eli Roth, a diferencia de la película de Michael Winner, expone este fetichismo por las armas de fuego de una manera paródica y sarcástica.
Para algunos la película de Roth, al igual que el filme de Winner en su época, se convierte en una burda justificación de los argumentos del National Rifle Association y su abogacía de los derechos civiles. Es decir, cada persona debe tener un arma en casa como un derecho legítimo del individuo para su defensa personal.
En una antigua reseña en el Time sobre la versión original de Death Wish, un psicoanalista observa la brutalidad del filme como una inofensiva solución catártica de los problemas cotidianos de la clase media: Esta película nos muestra la fantasía que todos tenemos de quedar a mano. No es una sensación peligrosa, es cuando el villano en la película obtiene su merecido y todos saltamos de la butaca y felicitamos al héroe. Es un desahogo, es algo que todo el mundo quiere hacer; o, más precisamente, es un deseo insatisfecho.
En una entrevista a Charles Bronson se acusó al filme de ser el reflejo de la explotación irresponsable del miedo; a lo que él respondió: No hacemos películas para que la vean los críticos, sobre todo, porque ellos no pagan su boleto. Bronson, a su manera, argumenta que no es posible culpar a películas como Death Wish de la gran violencia que existe en el mundo. Es como cuando al escritor francés Boris Vian, famoso por sus célebres y muy particulares incursiones en la novela noir, lo arrestaron porque uno de sus libros se encontró en la escena de un crimen y supuestamente inspiró el asesinato de una persona. Es decir, cuando se ven filmes que exaltan a la brutalidad como Death Wish, simplemente hay que verlas, comentarlas, quizá disfrutarlas, y no tomarlas tan en serio, como debe de ser.
*Imagen de portada de Roberto Rizzato
Jaime Perales Contreras. Escritor, ensayista y comunicador. Trabajó durante doce años en la Organización de Estados Americanos (OEA), en la sede en Washington, D.C., en las áreas de Democracia y Seguridad humanitaria. Entre sus distinciones, ha obtenido la John William Fulbright Scholarship, la beca del Consejo Británico y la del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). Se acaba de publicar una nueva edición corregida y aumentada de su ensayo biográfico Octavio Paz y su círculo intelectual (Ediciones Coyoacán/ITAM) (2017)) y su último libro de relatos se titula El gallo que fingió ser Jorge Luis Borges (Fontamara, 2015).
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Posted: April 5, 2018 at 9:25 pm