El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia
Óscar Garduño Nájera
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Se publicó hace 11 años y, dadas las circunstancias narrativas, así como la nueva generación de lectores, Patricio Pron regresa al Espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia (Anagrama, 2024): una novela casi detectivesca y un recuento puntual de una fragmentaria memoria, que se hace y se deshace: pistas que, a fin de cuentas, provocan que el lector arme el terrorífico rompecabezas de una memoria histórica en torno a la dictadura argentina. Tuvimos oportunidad de charlar con él.
Óscar Garduño (OG): ¿Por qué esta atracción por los títulos tan largos?
Patricio Pron (PP): Todas las cosas que señalan los escritores, así como tú, de mi obra literaria no es algo que yo haya pensado de manera premeditada. Es decir: no tengo un plan maestro.
OG: Aunque también cabe aclarar que no hay título tuyo que no tenga una relación directa con la novela, así en, por ejemplo, La naturaleza secreta de las cosas (Anagrama, 2023).
PP: Deja que me vaya más atrás: cuando yo comencé, como escritor, estaba bajo la influencia de autores como Jorge Luis Borges y Ricardo Piglia. Y ellos proponían una brevedad en sus títulos. Hay libros de Borges, como El Aleph (Lozada, 1949), El Hacedor (Emecé Editores, 1960) o El Libro de Arena (Emecé Editores, 1975) , y mis primeros títulos seguían esa tradición, la de la brevedad.
OG: ¿En qué momento das el salto a los títulos largos?
PP: Cuando dejé de escribir libros, cuando dejé de publicar, cuando estaba viviendo en Alemania, me dije a mí mismo que si volvía a ser escritor iba a recurrir a diferentes títulos. Y mi editora, Mónica Carmona, los aceptó. Y esto empezó, poco a poco, a constituirse como parte del estilo que tiene mi propuesta literaria.
OG: Ahora que mencionas lo de tu estancia en Alemania, ¿cómo es que te reconstruiste como escritor luego de dejar de escribir?
PP: Esa pregunta tiene respuestas tan distintas como autores hay. El haber escrito un libro no te otorga el tipo de experiencia en la que puedas sostenerte para poder escribir otro libro. En todas las ocasiones el escritor se pone a prueba con cada línea, en cada texto, con la misma seguridad, y de seguro con las mismas dudas, inquietudes e inseguridades con las que comenzó.
OG: ¿Te ocurrió?
PP: En mi caso, cuando volví a escribir libros, luego de la experiencia alemana, trabajé con premisas distintas, que incluían no solo la parte de los títulos, sino pensar en una manera específica de cómo esos libros habían aprovechado lo mejor del pasado argentino, pero sin quedar atrapados en él. Y que pudiesen decirles otras cosas a los lectores y las lectoras de otros países.
OG: Son las posibilidades de la escritura…
PP: Es como tomar un tablero de ajedrez ardiendo cuyas piezas conoces al tacto y el mismo tablero lo alcanzas a dibujar en sueños y a preguntarte qué otros juegos puedes jugar con todas esas cosas, como si decidieras jugar sin peones o solo con la mitad del tablero. Las posibilidades de un tablero de ajedrez no se agotan en las reglas. Y supongo que lo mismo se puede decir de los libros: hay juegos que todos conocemos, pero los han hecho con reglas muy específicas, que solo conocen los lectores y los autores de esos libros. Hacerlo de esa manera permite substraerse a unas reglas de mercado, que de otra manera te obligarían a escribir una y otra vez el mismo libro.
OG: En algunas de tus novelas es imposible definir una trama en el sentido clásico y esta me parece una característica destacable; y la otra es que en El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia hay juegos recurrentes con la memoria, que va y viene, como un constante oleaje.
PP: Sí, creo que eso que señalas tan bien es la forma en que recordamos, porque nadie recuerda de manera ordenada, nadie se detiene a decir “voy a recordar todos los hechos”. La memoria no funciona así: nos traiciona, nos revela cosas que no esperábamos que nos revelase y nos demuestra, a menudo, que lo que la suma de experiencias que creemos que nos conforman son solo parte de todas estas experiencias.
OG: ¿De ahí parte tu propuesta literaria?
PP: Mis libros procuran responder, tomar, reflejar una forma de pensar y de hacer memoria que es mucho más desordenada y que, como bien señalas, a menudo están inspiradas en hechos que ya pasaron. No lo hacen, sin embargo, con la finalidad de celebrar o condenar el pasado. No intentan imponerle a ese pasado una forma específica de ser entendido o de cerrarlo y clausurarlo. Por el contrario, recurro al pasado para que encontremos en él algunas de las cosas más relevantes que nos sirven, a la vez, para comprender el presente. Mis libros no son obras históricas: no procuran hablar del pasado por el pasado en sí mismo, sino que procuran dar cuenta del hecho de lo que denominamos como presente: esa particular encrucijada en la que confluye el futuro de la misma forma que el presente. Y este pasado ya no existe.
OG: Ahí está la parte de la memoria…
PP: Y claro que la memoria no es ordenada, no es rectilínea. Es más: a menudo la memoria ni siquiera es sincera y se nos presenta como una especie de enorme torbellino.
OG: Cuando te entreviste por La naturaleza secreta de las cosas (Anagrama, 2023) hablamos acerca de un tic-tac que era parte del ritmo del mundo. Me parece que con el Espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia (Anagrama, 2024) de alguna manera te deshaces de ese tic-tac e intentar volver a construirlo a través de esta memoria que ya señalamos, pero además con una poderosa memoria histórica que habla acerca de la dictadura argentina.
PP: Sí, la diferencia que señalas es acertada, y en el caso del Espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia (Anagrama, 2024) la pregunta es otra: ¿cuánto hay de experiencia histórica en nuestras experiencias individuales?, porque ocurre que ahí donde tendemos a olvidar lo que nos conforma, nuestro propio pasado individual y las cosas que nos han sucedido; también tendemos a creer que las vías son individuales, que no les han pasado a otros. Tendemos incluso a creer que los desengaños que hemos padecido nos tienen como únicos protagonistas. Sin embargo, buena parte de las cosas que hacemos están determinadas por un marco histórico específico, y se parece mucho a las cosas que les ocurren a los demás. Cuando esas cosas tienen un relieve histórico se vuelve imperativo el pensar en el pasado, pero también en el pasado de los demás, y es ahí donde, digamos, una novela que fue publicada por primera vez en el 2011, y que ahora se vuelve a publicar, corregida y ampliada, para una nueva generación de lectores y lectoras que están menos habituados a pensar de la manera que señalo.
OG: ¿Qué significó volverte a encontrar con la escritura de hace 11 años?
PP: No fue del todo buena la experiencia, porque soy mejor escritor ahora, que en el 2011, cuando fue publicada. Creo saber cosas que no sabía hacer en aquellos años. Hay una cierta precisión en los libros que escribo, que en el 2011 no existía. Cuando regresé al libro me encontré con una necesidad impostergable de reescribirlo total o parcialmente, porque intuía qué era lo que quería decir, pero ahora por fin sabía cómo hacerlo.
OG: Te encontraste a ti mismo…
PP: Fue una experiencia de confrontarme con quien yo había sido, cierto, y comprobar que tenía virtudes y defectos, pero que, en cualquier caso, se trataba de un escritor que yo ya no era. Tampoco son los mismos escritores y escritoras que están rodeados, en estos momentos, de discursos que podríamos llamar “excepcionalistas”: las influencias que nos quieren hacer creer que lo que está pasando es único y excepcional, y sin embargo se corresponde con la experiencia de muchos otros. Las personas se encuentran casi como si no hubiese un futuro atractivo en cada una de esas experiencias individuales.
OG: Ahora bien, Espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia no se trata de una novela histórica, como ya lo has señalado, tampoco de una novela de corte social, por eso es que me gustaría saber lo que significa para ti, literariamente, la dictadura argentina.
PP: Literariamente es, desde luego, un puñado de textos importantísimos que narraron la dictadura argentina como nadie y que dieron cuenta de sus horrores, eso suponía, para los autores, muchos de ellos desaparecidos, un riesgo personal: son parte de los más de treinta mil desaparecidos, secuestrados, torturados y asesinados por la dictadura de la política argentina.
OG: Sin duda hechos que jamás se van a olvidar…
PP: Nos dirigimos hacia la dictadura argentina, como escritores y como lectores, porque es el tipo de circunstancias que no podemos olvidar. Seguimos siendo incapaces de comprender cómo se pudo desatar así el horror en una sociedad; y seguimos siendo incapaces de comprender cómo es que un país, en este caso Argentina, puede hundirse en esos abismos. Y como lo hacen, conjuntamente, con partes que piensas que jamás estarían del lado del asesinato, como el caso de la iglesia católica.
OG: Ahí mismo, en la dictadura argentina, surge la dolorosa palabra de “desaparecido”, ¿cómo consigues trabajar la parte de tus propios desaparecidos y de tus propios abandonos?
PP: Creo que esas personas no están desaparecidas sino muertas, que fueron asesinadas. La figura que señalas, la de “desaparecido”, es muy singular, y hasta cierto punto enigmática, porque está diseñada para darle una categoría a un conjunto de personas que han sido violentamente arrebatadas del sitio donde se encontraban y de quienes los rodeaban. Pero, al mismo tiempo, tiene como propósito dejar su destino abierto. Es la apertura que supone la desaparición, en cuanto a que no existe un final en la historia de los desaparecidos. Esa apertura hace que el desaparecido aparezca una y otra vez, y esta es una experiencia que desafortunadamente se repite en el mundo, en las cosas que a esa persona desaparecida más le gustaban, en la posibilidad de que esa persona al fin regrese.
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Posted: February 2, 2025 at 8:32 pm