El incierto futuro
Andrés Ortiz Moyano
Juan Luis Vives, renombrado filósofo y admirable referente del humanismo universal, decía allá por el todavía oscuro siglo XVI que la primera condición para la paz es la voluntad de lograrla. Esta misma reflexión, quizá en un estadio más avanzado de detalle, es la misma que encontramos en el celebérrimo poema del pastor luterano alemán Martin Niemöller.
El refranero popular, sabio aunque menos dado al matrimonio entre aforismo y estética, lo ha transformado en la versión más peleona del “entre todos lo mataron y él solito se murió”.
No por simple este planteamiento sea equivocado para explicar la actual escalada de tensión, guerras y riesgos que se viven actualmente en oriente próximo. Desde el cada vez más lejano 7 de octubre de 2023, cuando Hamas perpetró uno de los atentados más inhumanos de la historia (por obra contra Israel y omisión contra su propio pueblo palestino), el contexto de la región es cada vez más volátil.
En este sentido, respecto al reciente ataque lanzado desde Irán contra Israel marca un hito significativo en las tensiones regionales. Más de 300 drones y misiles fueron lanzados en las primeras horas del sábado 13, configurando una operación sin precedentes desde Teherán. El ataque, justificado por los ayatolas como represalia por un asalto previo a una embajada iraní que supuso la muerte de siete altos mandos de la Guardia Revolucionaria, ha colocado al mundo entero en estado de alerta (más aún), a pesar de que los daños encajados por Israel han sido mínimos.
Este residual impacto se explica por diversos motivos. El principal, Irán anunció que atacaría, lo que permitió a las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) prepararse, optimizando el conocido sistema de defensa de la Cúpula de Hierro, una extraordinariamente efectiva red de antimisiles que ha neutralizado el 99% de los ataques.
El gobierno iraní, por su parte, y con un estilo ciertamente teatral, ha expresado que este acto militar se enmarca dentro de una “legítima defensa”, invocando el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, y ha comunicado que no buscará escalar el conflicto a menos que sea provocado nuevamente. Este posicionamiento es interpretado por muchos analistas como una demostración de fuerza controlada, destinada a enviar un mensaje contundente sin desencadenar una escalada abierta.
Desde el bando israelí el ataque fue igualmente tenso pero en apariencia controlado. La intervención militar de Irán siempre ha sido un factor muy probable desde los atentados de Hamas y se han hecho preparativos en consecuencia. Durante el fin de semana, el primer ministro Benjamin Netanyahu convocó a su gabinete de guerra y sostuvo conversaciones con el presidente estadounidense Joe Biden, quien reafirmó su apoyo a Israel aunque descartó la participación de Estados Unidos en una contraofensiva.
La gran pregunta ahora es: ¿qué respuesta podemos esperar de Israel? El gobierno ya ha dicho que los iraníes deben prepararse no en función de los escasos daños ocasionados, sino en la voluntad de hacer daño. Sin embargo, los posibles caminos de Israel son diversos. Uno podría ser la desescalada, optando por no responder directamente a Irán sino concentrarse en operaciones quirúrgicas contra milicias afines a Teherán en regiones como Siria, Líbano, Irak o Yemen, siguiendo patrones de enfrentamiento ya existentes. Otro camino puede ser la intensificación de operaciones en Gaza, especialmente en el sur cerca de Rafah, una zona que ha visto un creciente deterioro en el apoyo internacional debido a acciones militares previas que han provocado ingentes bajas civiles.
Sin embargo, el escenario más alarmante sería un ataque directo contra Irán, una opción considerada por Netanyahu en un esfuerzo por recuperar apoyo popular en un contexto de creciente presión interna y externa. Tal opción precipitaría una guerra regional, con implicaciones directas para los aliados occidentales y un probable aumento significativo en la inestabilidad global.
Este tenso panorama ha llevado a la comunidad internacional a hacer un llamado urgente a la contención y la responsabilidad. Reuniones de alto nivel, como las del G7 y el Consejo de Seguridad de la ONU, están programadas para discutir y probablemente tomar medidas diplomáticas en respuesta a la situación. Estas discusiones serán cruciales para determinar los próximos pasos a nivel internacional y establecerán el marco para futuras interacciones en un escenario global cada vez más interconectado y complejo.
La vertiginosa velocidad a la que se suceden los movimientos geopolíticos dota de especial interés para todos nosotros lo que ocurra en cualquier polvorín del mundo. La secuencia de anunciada tensión Ucrania-Taiwán-Ártico se ha visto alterada gravemente por una de las regiones tradicionalmente más inestables del planeta y las variantes son todas en extremo inflamables.
En este sentido, las pistas las darán, siempre las dan, los aliados de unos y de otros. Porque esta época que nos ha tocado vivir, ya no va de la globalización. Olvídense de aquello. Hemos vuelto a los bloques, a los grandes frentes que alcanzaron su apogeo durante la Guerra Fría. Seguir el rastro de cómo se posicionen EEUU y occidente por un lado, y, por otro, chinos, rusos y demás miembros del club de los supervillanos, servirá para tener la ilusión de comprender mejor estos extenuantes tiempos. De lo que no duden es que a poco que la mecha se encienda y corra por ambos bloques, estallará la Tercera Guerra Mundial.
¿Habrá paz? Es una posibilidad tan matemática como cualquier otra; pero, por el momento, sólo se me viene a la cabeza el refranero popular: parece que entre todos la mataron y ella solita se murió.
Andrés Ortiz Moyano, periodista y escritor. Autor de Los falsos profetas. Claves de la propaganda yihadista; #YIHAD. Cómo el Estado Islámico ha conquistado internet y los medios de comunicación; Yo, Shepard y Adalides del Este: Creación. Twitter: @andresortmoy
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Posted: April 15, 2024 at 9:33 pm