Essay
El planeta de los hongos

El planeta de los hongos

Naief Yehya

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Al pensar en hongos, inevitablemente viene a nuestra mente la imagen clásica de un tallo o pie que culmina en su parte superior en el píleo, una especie de sombrilla usualmente roja con manchas blancas. Sin embargo, la seta que crece sobre la tierra es tan sólo el cuerpo fructuoso del hongo y éstos únicamente son producidos por los basidiomicetos, de los cuales se cree que hay alrededor de ciento cincuenta mil especies, aunque sólo se conocen únicamente alrededor del diez por ciento. La variedad de este grupo de organismos eucariotas es apabullante y nuestro conocimiento de este taxón es extremadamente limitado. Los hongos no son plantas sino organismos heterótrofos que no pueden fijar carbono mediante fotosíntesis, sino que usan el carbono de otros organismos para su metabolismo. Tampoco son animales porque tienen paredes celulares similares a los de las plantas y no membranas. Pertenecen a su propio reino, el Fungi, que apenas fue reconocido en 1969, tras la propuesta del ecologista Robert Whittaker. Todas las variedades (incluyendo mohos, levaduras) descienden de un ancestro común que desarrolló paredes celulares de quitina y detan de hace por lo menos 2.4 mil millones de años (los primeros homínidos aparecen hace unos 2 millones de años).

Durante gran parte de la historia humana los hongos han sido un misterio, organismos casi místicos que parecían brotar de la nada y durante siglos en diferentes continentes se pensaba que crecían donde caían relámpagos. Los hongos igualmente pueden ser deliciosos que mortales, impredecibles y efímeros. Se les ha considerado fermentaciones malignas de la tierra, como pensó el médico y poeta Nicandro de Colofón, alrededor de año 120 AC, o entidades divinas, niños santos, que curaban el cuerpo y el alma, como creían los nahuas. Las numerosas hipótesis acerca de cuáles hongos eran comestibles y cuáles venenosos se multiplicaron a lo largo de los siglos, errando a menudo, sembrando dudas y una cauda de muerte. Incluso ahora no es raro que aficionados e incluso expertos se confundan al recoger hongos con consecuencias dolorosas o bien trágicas. Buena parte de los errores se han debido a las presuntas reglas que proponían los supuestos conocedores para identificar las especies comestibles. Muchos no vivieron para contar sus experiencias alimenticias con ciertos hongos. Algunos micólogos autodidactas, como Otto von Münchhausen, creían que la única función de los hongos era servir como viviendas para ciertos insectos. A pesar de la inmensa importancia de estos organismos en la vida humana (producción de medicamentos, fabricación de materiales de construcción, descomposición de contaminantes, entre muchas otras), la ciencia apenas se ha asomado a ese planeta misterioso que son los hongos, seres formidables de una aparente simpleza morfológica y una complejidad ecológica inquietante que nos obligan a reconsiderar conceptos como inteligencia, comunidad, cooperación, simbiosis, depredación y supervivencia, así como cuestionar las diferencias entre el reino animal y el vegetal.

Entre los numerosos tipos de hongos existentes algunos tienen una característica extraordinaria: producen condiciones mentales alteradas asombrosas al ser ingeridos. Esto se traduce en confusión, alucinaciones y la más importante disolución temporal del ego. Es imposible saber cuándo probaron nuestros ancestros las especies psicoactivas de hongos y cuándo les encontraron un uso ritual. Los hongos psicoactivos, así como ciertas plantas y organismos biológicos han sido utilizados durante miles de años en casi todo el mundo con la finalidad expresa de alterar los sentidos. Hay evidencias en petroglifos, murales y piedras talladas de la micolatría prehistórica que sobrevivió y se extendió para influenciar a las religiones modernas al inducir experiencias místicas. Las sustancias psicoactivas más comunes se encuentran en los hongos alucinógenos, el ayahuasca, el DMT, la ibogaína, la ketamina y la mescalina. Si bien los efectos de estas sustancias psicodélicas fueron registrados por una variedad de culturas desde la antigüedad, este conocimiento parecería haberse perdido, olvidado u ocultado en Occidente más o menos desde el medievo hasta la revolución psicodélica de la segunda mitad del siglo XX.

Para referirnos a estas sustancias usualmente utilizamos tres términos que parecen sinónimos: psicotrópicos, psicoactivos y psicodélicos. Las drogas psicotrópicas entran al cerebro y alteran su funcionamiento, usualmente son medicamentos para tratar una variedad de trastornos psiquiátricos. Su función consiste en modificar estados de ánimo, las emociones y por consiguiente provocan cambios de comportamiento y cognición. Se les conoce principalmente como antidepresivos, antipsicóticos y antiepilépticos. Operan afectando el sistema límbico y son útiles en el tratamiento de la depresión, la esquizofrenia y la ansiedad, principal pero no únicamente. Muchos, aún en la literatura científica no precisan la diferencia entre sustancias psicotrópicas y psicoactivas, aunque estas últimas se definen como cualquier cosa que cruza la barrera hematoencefálica, es decir que pasan del flujo sanguíneo a las funciones mentales. Las sustancias psicodélicas también provocan cambios en el estado de ánimo, la percepción y la cognición, pero además pueden distorsionar el sentido de la realidad, disolver el yo y provocar alucinaciones.

Un ejemplo asombroso de estas sustancias es la relación que se establece entre las hormigas y el hongo Ophiocordyceps unilateralis, el cual recientemente se volvió muy popular debido al juego de video y la serie de ciencia ficción apocalíptica The Last of Us, y que se conoce como el fungus zombie. Este hongo originario de la selva amazónica es un poderoso manipulador del comportamiento de ciertos insectos en su beneficio. Los expertos creen que esta relación se ha desarrollado desde hace unos 45 millones de años. Originalmente se suponía que el hongo toma el control del insecto al infectar su cerebro con células fúngicas que se apoderan del sistema nervioso para manipular los músculos. Ahora se piensa que el cerebro no es invadido, sino que el hongo ejerce su control sobre el cuerpo de la hormiga mediante sustancias químicas, que aún no han podido ser identificadas, las cuales pueden manipular a los músculos y al sistema nervioso. La relación es muy específica entre el hongo y determinado insecto, de manera en que parece que el primero fue aprendiendo y desarrollando a lo largo de milenios el mejor método para aprovecharse de las hormigas. Otro hongo de la especie, Massospora, el cual produce psilocibina y catinona (un alcaloide relacionado con la efedrina y otras anfetaminas) tiene la capacidad de infestar a las cigarras a las que les destruye el abdomen desarrollándoles una especie de tapón de esporas. A pesar del enorme daño corporal las cigarras no quedan incapacitadas sino que por el contrario se vuelven hiperactivas e hipersexuales, aunque han perdido sus genitales. Al volar buscando aparearse frenéticamente van espolvoreando las esporas que contaminan a otras cigarras, con lo que se convierten en “saleros voladores de la muerte”, de acuerdo con el célebre micólogo británico Merlin Sheldrake. Tanto en el caso de las hormigas como de las cigarras, el hongo no destruye las funciones cerebrales sino que parece dosificarle un químico para controlarlo, alguna especie de anestesia y probablemente alucinógeno. Entre las cosas que más sorprenden es la perfección con que el hongo sincroniza los efectos de sus acciones en estos insectos para hacerlos comportase de determinada manera en un orden preciso de acciones, como si se tratara de una posesión maquinal altamente sincronizada.

Una vez que infecta a una hormiga la hace desplazarse como un zombi, lejos de su colonia, trepar a una planta desafiando su miedo natural a las alturas y una vez que ha llegado a determinada altura (a unos 25 centímetros del suelo, una zona donde hay las condiciones de temperatura y humedad ideales para que fructifiquen las setas) lo obliga a morder la hoja en una nervadura principal, al medio día, en sincronía con otras hormigas infectadas. El hongo se convierte en una especie de prótesis que conquista alrededor del 60% de la masa del insecto. Las hifas crecen en su interior, enredando sus fibras musculares y recibiendo órdenes desde el micelio. Ahí la hormiga muere y después un hongo emerge de su cabeza para liberar esporas. Se sabe de 35 variedades de este hongo que pueden transformar insectos en zombis a su servicio, pero pueden existir cientos de especies aún desconocidas. Un control semejante es asombroso e incluso entre los modernos arsenales farmacéuticos diseñados para modificar comportamientos humanos y animales no hay drogas que operen con una precisión semejante. Basta imaginar la manera en que cambiaría el mundo si aparecieran sustancias capaces de controlar actividades específicas y convertir a animales o al hombre en auténticos robots biológicos.

Sheldrake señala que el Ophiocordyceps está relacionado con el hongo ergot, del cual fue aislada una de las moléculas de alcaloide fundamentales para producir LSD. Dado que en las “hormigas infectadas la parte del genoma del Ophiocordyceps que es responsable de la producción de estos alcaloides está activada, es probable que tenga un papel en la manipulación del comportamiento de las hormigas”. Este hongo, como muchos otros no puede invadir los cuerpos de los mamíferos y en particular de los humanos ya que no soporta la temperatura de esos cuerpos. La idea del juego de video The Last of Us es que el Cordyceps ha evolucionado y en parte gracias al calentamiento global es capaz de sobrevivir en cuerpos de sangre caliente.

Los hongos son organismos evasivos, traicioneros y generosos, capaces de comunicarse, interpretar y manipular su entorno no únicamente con fines egoístas sino también para el beneficio del ecosistema, al ayudar a su estabilidad, repartir nutrientes y reciclar desechos (de no ser por los hongos, la tierra estaría cubierta de material orgánico muerto). Así como los hongos modifican la tierra también pueden transformar nuestras percepciones al crear nuevas conexiones neuronales, las cuales nos permiten nuevas formas de pensar y ser. Muchos creen que el hongo no solamente se comunica sino que es “habla”, como piensan los mazatecos, es decir que es palabra. Estos organismos han despertado recientemente un gran interés popular que se ha manifestado en los medios en forma de varios documentales y algunas películas, al tiempo en que se perfilan a convertirse en remedios para todos los males, desde la nutrición, las dolencias gástricas, las curas de los males más temidos y en especial como recursos para tratamientos terapéuticos para numerosos desórdenes mentales. Los psicodélicos en dosis controladas han demostrado que son eficaces en el tratamiento de la depresión, la adicción, la ansiedad, el trastorno post traumático, así como otras condiciones mentales. Asimismo, han sido muy valiosos en el tratamiento a pacientes terminales. Después de décadas de prohibición y paranoia, en que los psicotrópicos y alucinógenos fueron categorizados entre las drogas más potentes y destructivas, la corriente cultural está cambiando, las sustancias psicodélicas comienzan poco a poco a legalizarse.

Los hongos pueden modificar nuestra perspectiva y transformar al individuo, a la sociedad y a la cultura. Posiblemente las sustancias psicodélicas comenzaron a usarse desde la prehistoria e incluso hay una hipótesis de que fueron fundamentales para la evolución asistida de la mente humana. Los enteógenos han sido usados en rituales, curaciones y adivinación prácticamente en numerosas culturas de la antigüedad desde las estepas siberianas, el medio oriente, Asia, Grecia, el norte de Europa y por supuesto en las Américas. Las sustancias psicodélicas tuvieron un renacimiento que comienza en los años sesenta y representa dramáticos cambios culturales, sociales, morales y hasta económicos en el siglo XX y que tienen resonancia en la era de la red, incluyendo la concepción, diseño y uso de internet y el World Wide Web.

Y mientras el uso de los psicodélicos y especialmente de los hongos psilocibios se populariza seguimos sin entender si las sustancias psicotrópicas que producen tienen alguna utilidad para el hongo o si son un efecto secundario de alguna otra función. Es decir que ni siquiera hemos resuelto la pregunta ¿qué gana el hongo? La biología no tiene aún una respuesta definitiva y si bien hay explicaciones místicas y cuasi religiosas a esta pregunta, la duda sigue pulsante.

 

¿Este texto es un adelanto del libro El planeta de los hongos, de Naief Yehya en Editorial Anagrama.

1 Organismos que pueden ser plantas, animales, hongos y algunos procariotas que se caracterizan por tener células con un núcleo diferenciado con una membrana protectora y un citoplasma organizado.

2 Letcher, Andy, Shroom. Pág. 59

3 Entangled Life. Pág. 102

*Foto de Zoltan Tasi en Unsplash

naief-yehya-150x150Naief Yehya es narrador, periodista y crítico cultural. Es autor, entre otros títulos, de Pornocultura, el espectro de la violencia sexualizada en los medios (Planeta, 2013) y de la colección de cuentos Rebanadas (DGP-Conaculta, 2012). Es columnista de Literal y de La Jornada Semanal. Twitter: @nyehya

 

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Posted: August 13, 2024 at 8:57 pm

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