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La gloria memética
COLUMN/COLUMNA

La gloria memética

Alberto Chimal

El otro día, Twitter me avisó que Netflix estrenará una serie basada en Cien años de soledad de Gabriel García Márquez. El anuncio de la empresa de streaming coincidió con el que habría sido el cumpleaños 92 del escritor colombiano. El tema era parte de la selección de tuits destacados del día que ofrece la propia red en su página y en sus aplicaciones para teléfonos y tabletas. Así es como una novela puede entrar en la vida digital de la especie humana en el año 2019.

Twitter no lo publicita, pero escarbando un poco en su sección de búsqueda se puede encontrar una lista de sus cinco categorías esenciales de información: “Noticias”, “Entretenimiento”, “Diversión”, “Estilo de Vida” y “Deportes”. La segunda no es igual que la tercera, pues se refiere a tuits sobre espectáculos y no a videos chuscos o memes; la quinta se destaca igual que en un periódico del siglo XX por razones obvias (y, por cierto, casi siempre mantiene y refuerza los mismos prejuicios –de género, sobre todo– que se defendían entonces). Estas categorías parecen arbitrarias, pero no lo son: fueron formuladas después de la época de auge de los portales de internet a comienzos de este siglo, cuando diferentes empresas ofrecían una buena cantidad de “páginas de inicio” para explorar la red con coberturas informativas que trataban de imitar la variedad de muchos periódicos. Ahora puede parecer impensable, pero algunos de aquellos sitios llegaron a tener secciones de Cultura (¡incluso de Literatura!) o de Ciencia. Personas que recuerden la red de entonces recordarán también cómo esos portales se fueron erosionando incluso antes de la invención de las redes sociales, a medida que las empresas apostaban por atractores de atención más y más superficiales. Esa simplificación fue el primer paso hacia los algoritmos actuales de las redes sociales, que como sabemos ya no buscan ofrecer contenidos, sino emociones, mientras más fuertes y negativas mejor, y cuyo objetivo es ser no sólo una puerta de entrada a sitios y contenidos sino la totalidad de nuestra experiencia en línea: mantenernos dentro de ellas, siempre, para ver más y más comerciales de sus anunciantes.

La serie por venir de Cien años de soledad entra, desde luego, en la categoría de “Entretenimiento” (subcategoría: “Series”) de Twitter. Curadores humanos, de la división latinoamericana o mexicana de la red, eligieron los tuits de la selección o “evento” que cubre la noticia del aviso de Netflix. La elección se hizo atendiendo más al sentimiento que al contenido noticioso. “Sus fans se dividen entre la emoción y la preocupación por cómo será la adaptación”, dice la bajada, rimando, y la única nota de prensa ofrecida es vaga. El acento está en un video promocional de Netflix y, sobre todo, en comentarios entusiastas o disgustados. Éstos no son muchos, ni tan intensos como los que los usuarios de Twitter publican alrededor de otros temas, y además están redactados con el retorcimiento irónico habitual de muchas publicaciones en línea, pero lo que importa es el tiempo que se ocupe en leerlos para evaluar su virulencia.

Uno de los tuits seleccionados dice: “Ya no hay nada sagrado para Netflix. NO ES QUEJA”, y otro, en cambio: “por un lado me emociona la noticia, por otro Gabo había declarado que nunca dejaría hacer algo así con sus novelas, luego ya cuando se le iba la onda dejó que hicieran una porquería de ‘El amor en los tiempos del cólera’…en fin, hagan algo bonito @NetflixLAT”. El mensaje más llamativo es el que se lamenta: “Por qué no hicieron esto cuando yo iba en el colegio, por el libro…”, que se puede interpretar de varias maneras, pero probablemente es una expresión de disgusto ante la obligación de leer un libro extenso e intrincado como Cien años de soledad…, o incluso cualquier libro. Las expresiones de sentimiento se escogen con base en la probabilidad, estimada por los algoritmos o los dueños de los medios, de que podamos compartirlos. 

(En los años noventa, en alguna página perdida, leí otra queja de un internauta. Decía, más o menos: “¿Por qué no puede haber una película de todos los libros, de manera que nunca más haya necesidad de leer?”)

No creo que discutamos mucho más, por ahora, la serie de Cien años de soledad. Netflix y los herederos de García Márquez desearían que el tema ya no nos dejara, por supuesto, pero las redes, como los servicios de streaming, favorecen lo inmediato y lo reciente: el aviso desaparecerá de la memoria colectiva hasta que haya avances más sustanciales del programa o llegue el día del estreno. Entonces Cien años de soledad: la Serie tendrá que interesar al público, lo cual no está garantizado ni siquiera cuando se explota el reconocimiento de décadas de una figura u obra muy famosa. Para dar un solo ejemplo, hay que ver la enorme diferencia de popularidad –y cantidad de comentarios, y variedad de análisis– que hubo entre las series Luis Miguel y José José, el príncipe de la canción, ambas estrenadas en 2018 y dedicadas a biografiar a personajes centrales de la música popular mexicana. O podemos regresar al tuit que cité sobre la adaptación de El amor en los tiempos del cólera, dirigida en 2007 por Mike Newell, y que (francamente) tiene toda la razón: García Márquez tiene la ventaja de una reputación no sólo enorme y añeja, sino mundial, pero esa película, en la historia del cine, queda mucho más abajo de donde está la novela en la historia de la literatura en castellano.

La parte más interesante del asunto, sin embargo, no es el libro existente ni la adaptación por venir, sino la forma en que ha cambiado la relación entre los creadores de artes o entretenimiento y los medios. Unos y otros se necesitan, como sucede al menos desde la época de Balzac, pero sus intercambios se realizan de una forma nueva, que no tenía nombre hace unas pocas décadas y entonces no hubiéramos entendido siquiera.

El mismo día en que leí todo lo anterior, hice en Twitter una encuesta informal. Pregunté cuál sería hoy la “consagración mundial” (el acto de reconocimiento indiscutible de una obra, o por lo menos de una persona, en los medios masivos) que en otros tiempos hubiera sido una película biográfica, una aparición en Los Simpson o un video burlesco en YouTube. La votación dejó casi un empate entre la serie y el meme, pero la verdad es que conocemos, entendemos, nos figuramos las series mediante memes… y que todo acaba convertido en meme, en el sentido original que propuso Richard Dawkins al inventar la palabra: unidades mínima de transmisión cultural. Los atractores de atención de las redes son todos memes: la gloria mediática es ahora la gloria memética, cuya variedad tiende al infinito –dentro de unas pocas categorías– y cuya duración en la memoria tiende a cero.

(El tercer lugar en la encuesta lo tuvo el GIF animado.)

 

Alberto Chimal es autor de más de veinte libros de cuentos y novelas. Ha recibido el Premio Bellas Artes de Narrativa “Colima” 2013 por Manda fuego,  Premio Nacional de Cuento Nezahualcóyotl 1996 por El rey bajo el árbol florido, Premio FILIJ de Dramaturgia 1997 por El secreto de Gorco, y el Premio Bellas Artes de Cuento San Luis Potosí 2002 por Éstos son los días entre muchos otros. Su Twitter es @AlbertoChimal

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Posted: March 11, 2019 at 10:58 pm

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