El yogur y las flores artificiales: defenderlos en estos días
Mónica Maristain
Algunos dicen que el colgajo es la manera de decir que la mandíbula quedó destrozada luego de ese terrible atentado contra Charlie Hebdo.
Me da pena decir el colgajo para hablar de la vida de Philipp Lançon (1963, Francia), que escribió este libro luego de que los hermanos Kouachi atacaran la revista el 7 de enero de 2015, mataran a sus colegas y amigos y a él le dispararan dos tiros en la cara, dejándolo destrozado.
Cuando está tirado en el piso, se cruza con la mirada del asesino, quien duda en rematarlo y finalmente se va, perdonándole esta vida dramática y espantosa, a la que ha intentado aferrarse con mucha valentía, tal vez por aquellos que murieron.
Philipp es un periodista, alguien que sabe mucho y no sabe nada. Alguien que le cuesta tener ese perfil académico en el que parece que todos conocen todo a la hora de escribir. A veces lee críticas que ha hecho en épocas pasadas y parece que hablara otra persona. ¿Qué diré de esta obra o de este disco o de este libro? Las opiniones siempre le parecen fútiles y más ahora, cuando su vida está dividida en dos. La alfombra iraní del que huyó de la guerra está sucia y desvaída, pero eso era antes del atentado. Iba a ir a Nueva York, iba a ver a Gabriela, su novia entonces y hoy todo lo recuerda en El colgajo (Anagrama), el libro que hizo decir al novelista Antonio Muñoz Molina: “Hacía tiempo que no me subyugaba tanto un libro como el que escribió Philippe Lançon”.
“Me desperté en los pliegues cotidianos del éxtasis, como en Cuba, con el aroma del café. Estaba en mi cama, descansado, de un humor. Amanecía. Había dormido bien e iba a levantarme, tomar café, hacer un poco de gimnasia, ducharme, perfumarme, leer, tomar notas y luego, después de pasar por Charlie, escribir en Libération mi artículo sobre Noche de Reyes. Me desperté en mi casa y aún medio dormido, vi pasar en la penumbra el día delante de mí, como casi todas las mañanas, pero con una precisión poco habitual, una precisión de inventario. Era un día que nunca tendría lugar y que ya había tenido lugar”.
Pienso en los atentados en Europa, en los atentados en los Estados Unidos, pienso en la mucha razón que tiene la gente cuando dice: ustedes no protestan cuando los atentados son el mundo árabe o africano, cuando los lanzan los dueños del capitalismo. Pero es un argumento falso razonar así. Todos los atentados nos duelen, todos los muertos son nuestros, sólo que reaccionamos frente a la sangre de alrededor. La reacción a la violencia es una cuestión de distancia.
Lo cierto es que después del atentado contra Charlie Hebdo todos comenzamos a ser Yo soy Charlie Hebdo, en un ataque (siempre pasa eso con los atentados) que hizo mundialmente famosa a la publicación.
Antes de que esos dos hermanos ingresaran con las ak-47 a la redacción, la revista cómica vendía sólo 60 mil ejemplares, la gente de izquierda la había abandonado y dejado un poco como presa de los fanáticos musulmanes. Claro, no es culpa de la izquierda, sino de ese humor inclemente e incómodo que a Philipp Lançon no le permitía abrir la revista en el Metro.
“Yo no culpo a los musulmanes por no reírse de nuestros dibujos. Yo vivo bajo la ley francesa. Yo no vivo bajo la ley del Corán”, había dicho Charb, el caricaturista que dirigía Charlie Hebdo y que fue el primero que murió a la voz de “Allahu akbar”, que en español significa “Dios es grande”. Detrás de él murieron Cabu, Tignous y Wolinski, mientras que Lançon quedó gravemente herido.
Charlie Hebdo fue lanzada en 1969 y estuvo funcionando hasta que cerró en 1981. En 1992 resucitó con una circulación reducida. Sus oficinas fueron destruidas en un ataque con bomba incendiaria en noviembre de 2011, un día después de que dijeran que el profeta Mahoma sería el “editor en jefe” de la siguiente edición.
“Mahoma no es sagrado para mí”, le dijo Charb entonces a la agencia de noticias Associated Press en 2012.
¿Qué es sagrado para Occidente, este sistema en el que vivimos, con muchos errores, pero también –como suele decir Martin Amis– con aciertos que nos hacen sentir que este es el sistema más avanzado que hemos podido construir?
Una de las cosas que es sagrada para los occidentales es respetar absolutamente todas las creencias. De hecho, Charb decía que esos ataques de los fundamentalistas no eran sinónimo de las creencias que tenían los musulmanes de Francia.
¿Algunas de las mujeres que leen esta nota querría vivir bajo un sistema fundamentalista islámico con las miles de restricciones impuestas sólo por virtud de género?
¿A quién le interesaría vivir en la India, donde el sistema de castas obliga a millones de personas a estar bajo el límite de la miseria?
No quiero seguir dando ejemplos, porque me interesa conservar esta columna, pero ojalá fuéramos mucho mejores para pergeñar sistemas más avanzados que el occidental, mientras tanto pensemos en todo lo sagrado que es para nosotros y lo mucho que estaremos para luchar y morir si nos los quitan.
Dice Philipp Lançon: “Vi y viví todo esto durante unos segundos, durante veinte años, todo ello recogido por el tiempo con un solo gesto, como un ramo de flores que uno creía cogidas en el campo y que, a la luz del salón, se revelan artificiales. Estaba poseído por los fantasmas dulces del amor, del futuro y de la costumbre. Estos fantasmas tienen la piel dura, la eternidad se abre siempre detrás y delante de ellos; pero en ese momento tenían la piel frágil y todo se desvaneció: el apartamento, la cama, el café, el yogur, la fruta, los vagabundos, la lección de mendicidad, la jornada de trabajo, Shakespeare, la sonrisa y el aliento de Gabriela y todo lo que conformaba y hubiera podido seguir conformando mi vida”.
Lo sagrado es seguir defendiendo la jornada de trabajo, el yogur y las flores artificiales. Cuánto cuesta esto en estos días.
Mónica Maristain (Concepción de Uruguay, Argentina). Editora, periodista y escritora. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales como Clarín, Página 12, La Nación y la revista Playboy. Ha sido colaboradora en las agencias EFE y DPA. En 2010 publicó “La última entrevista a Roberto Bolaño y otras charlas con grandes autores” . En n 2011, coordinó la antología El último árbol. Cuentos de navidad. El hijo de Míster Playa fue publicado originalmente por Almadía en 2012. Su título más reciente es Antes, poema largo editado por Literal Publishing en 2017.
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Posted: January 16, 2020 at 10:44 pm