Geisha House
Casa de geishas
Ana María Shua
RECRUITMENT
Initially, the women appear to be recruited at random; however, once assembled, a certain configuration in the group is noticeable, an organization, which if developed, could become a style. Now Madam searches for the missing women, and not just any will do, but only those who fill in the gaps left by the others, and at this stage it’s now possible to determine what kind of brothel is in the works and even what type of clientele it might attract. Like a book of stories or poems, perhaps even a novel.
SIMULACRUM
Of course it’s not a real House and the geishas aren’t exactly Japanese; when times are tough they can be seen working the docks without kimonos, and if they don’t go by Jade or Lotus Flower, neither are Monica or Vanessa their real names. So why be shocked that those who feign pleasure in the supposed House, and sometimes love (but for more money), may not even be women, as long as they comply with health regulations. Why be shocked that they may not even be transvestites, as long as they pay their taxes, or that they may not even have navels, as long as their clients aren’t bothered by that somewhat cruel absence on their smooth bellies, so inhumanly smooth.
ON THE PATIO
In summertime, there is dancing on the patio, with lanterns and nocturnal moths. Slowdancing, the partners embrace, bodies seeking bodies, interlocking, bellies clinging to bellies and chests to chests. The music is heavy, the air thick. To separate them, a quick dip in lukewarm water will suffice.
SUBLIME CARESS
There is no caress more sublime than the slight brush of a hand with eight fingers, declare those who instead of choosing a woman, opt to enter alone and naked into the Room of the Spiders.
VOYEURS
The voyeurs are led to believe they watch without being seen. They’re told the transparent wall in front of them appears, on the other side, to be a mirror. Actually, just a pane of glass separates them from the jubilant exhibitionists. Madam, adept at cutting costs, excels at these combinations.
BONDAGE
Many prefer to be bound, and naturally, the kind of bondage varies depending on the resources of the elated victim: from silk ties to blood ties. After all, when you get down to it, nothing´s more binding than family responsibility—certainly the most expensive of all painful pleasures.
SADISTS
For those who take pleasure in the suffering or humiliation of others, a combination of gratifying stimulations are suggested, of which certain TV shows are not excluded.
CUTTING COSTS
Some masochists relish the thought that others witness their humiliation. Those who have the means hire two or more girls. But for those truly rich, a stadium may be rented with five thousand extras. (It´s rumored the spectators are sadists who are charged admission.)
SOPHISTICATION
For the most sophisticated (but let’s admit that it´s a very expensive perversion), Madam is willing to provide the services of the client´s own wife.
PRISSIES
Prissies wear a lot of clothes and take them off slowly. By the end of the first year, they’ve already removed hats and socks, which they carefully place on a chair. When finally naked, they look at their partner with some disappointment and a few demand she be exchanged for a younger woman. Like all the rest, they pay by the hour.
THE GIRL WHO IS NOT HERE
None is more successful than The Girl Who Is Not Here. Although still young, many years of dedicated practice have perfected her in the very subtle art of absence. Those who request her end up settling for another, whom they possess with indifference, trying to imagine that they hold in their arms the best, the only, The Girl Who Is Not Here.
THE PAINTED LADIES
The ladies paint themselves before night falls. They paint their eyes, nose, arms, toes, and the crease behind their knees. They paint themselves with imported makeup, acrylics, and pencils and brushes. By dawn, they have vanished. With each passing hour and each man, they fade away slowly but surely.
From Quick Fixes: A Collection of Sudden Fiction. White Pine Press, forthcoming. 2006 NEA Fellow.
EL RECLUTAMIENTO
Las primeras mujeres se reclutan aparentemente al azar. Sin embargo, una vez reunidas, se observa una cierta configuración en el conjunto, una organización que, enfatizada, podría convertirse en un estilo. Ahora la madama busca a las mujeres que faltan y que ya no son cualquiera sino únicamente las que encajan en los espacios que las otras delimitan, y a esta altura ya es posible distinguir qué tipo de burdel se está gestando y hasta qué tipo de clientela podría atraer. Como un libro de cuentos o de poemas, a veces incluso una novela.
SIMULACRO
Claro que no es una verdadera Casa y las geishas no son exactamente japonesas; en épocas de crisis se las ve sin kimono trabajando en el puerto y si no se llaman Jade o Flor de Loto, tampoco Mónica o Vanessa son sus nombres verdaderos. A qué escandalizarse entonces de que ni siquiera sean mujeres las que en la supuesta Casa simulan el placer y a veces el amor (pero por más dinero), mientras cumplan con las reglamentaciones sanitarias. A qué escandalizarse de que ni siquiera sean travestís, mientras paguen regularmente sus impuestos, de que ni siquiera tengan ombligo mientras a los clientes no les incomode esa ausencia un poco brutal en sus vientres tan lisos, tan inhumanamente lisos.
EN EL PATIO
En verano se baila en el patio, con faroles y lepidópteros nocturnos. La danza es lenta, las parejas se abrazan, los cuerpos se buscan y se unen, se adhieren los vientres y los pechos, la música es densa, el aire es viscoso, para despegarlos basta con sumergirlos un ratito en agua tibia.
CARICIA PERFECTA
No hay caricia más perfecta que el leve roce de una mano de ocho dedos, afirman aquellos que en lugar de elegir a una mujer, optan por entrar solos y desnudos al Cuarto de las Arañas.
MIRONES
A los mirones se les hace creer que miran sin ser vistos. Se les dice que la pared transparente junto a la que se ubican simula ser, del otro lado, un espejo. En realidad, sólo un vidrio corriente los separa de los felices exhibicionistas. En estas combinaciones se destaca la madama, hábil en reducir costos.
ATADURAS
Muchos prefieren que se los ate y la calidad de las ataduras varía, como es natural, de acuerdo con el peculio de la gozosa víctima: desde lazos de seda hasta lazos de sangre. Y es que en el fondo nada ata tanto como la responsabilidad de una familia (ciertamente el más caro de los placeres-sufrimientos).
SÁDICOS
Para aquellos que se complacen en el sufrimiento o en la humillación del prójimo, se propone una combinación de estímulos placenteros de los que no se excluyen ciertos programas de televisión.
ABARATANDO COSTOS
Algunos masoquistas disfrutan con la idea de que otros asistan a su humillación. Los que pueden hacerlo contratan dos o más pupilas. Pero para los verdaderamente ricos está prevista la participación de cinco mil extras y el alquiler del estadio. (Se rumorea que los espectadores son sádicos, que se les cobra la entrada.)
SOFISTICACIÓN
Para los más sofisticados (pero admitamos que se trata de una perversión muy cara), la madama está en condiciones de contratar los servicios de su propia esposa.
LOS PULCROS SON ASÍ
Los pulcros usan muchas prendas de vestir y se las quitan lentamente. Al cabo del primer año se han sacado ya el sombrero y los calcetines, que acomodan con parsimonia sobre una silla. Cuando por fin están desnudos, miran a su pareja con cierta decepción y algunos exigen que se la cambien por una mujer más joven. Como todos los demás, pagan por hora.
LA QUE NO ESTÁ
Ninguna tiene tanto éxito como La Que No Está. Aunque todavía es joven, muchos años de práctica consciente la han perfeccionado en el sutilísmo arte de la ausencia. Los que preguntan por ella terminan por conformarse con otra cualquiera, a la que toman distraídos, tratando de imaginar que tienen entre sus brazos a la mejor, a la única, a La Que No Está.
LAS MUJERES SE PINTAN
Las mujeres se pintan antes de la noche. Se pintan los ojos, la nariz, los brazos, el hueco poplíteo, los dedos de los pies. Se pintan con maquillajes importados, con témperas, con lápices de fibra. En el alba, ya no están. A lo largo de la noche y de los hombres, se van borrando.