¿Humanismo mexicano?
José Antonio Aguilar Rivera
El “humanismo mexicano” es producto de una imaginación anclada solo en la voluntad del caudillo. No hay sombra que cobije a su criatura: no la necesita, pues nadie le exigirá coherencia ideológica o histórica. No precisa tampoco de ideólogos, como Reyes Heroles, porque él es el ideólogo e intérprete único del espíritu nacional.
Según el politólogo español Juan Linz, una de las diferencias entre regímenes totalitarios y autoritarios es que los primeros tienen una ideología consistente, mientras que los segundos carecen de ella. La ocurrencia, que eso es fundamentalmente el “humanismo mexicano”, del presidente López Obrador es una buena muestra de ello. El régimen autoritario posrevolucionario mexicano (1929-2000), a diferencia de la Unión Soviética de Stalin o de la Italia fascista de Mussolini, careció de una ideología fija. La “ideología de la revolución mexicana” fue un ente acuoso y maleable, porque así convenía al régimen. El “nacionalismo revolucionario”, al margen de algunas coordenadas elementales, fue un amplio y flexible paraguas que acogió políticas de signo contrario, como el cardenismo y el alemanismo. El genio del autoritarismo mexicano fue construir un discurso que apuntaló la capacidad proteica de ese régimen para transformarse y plegarse a las cambiantes situaciones internas y externas. Creer que las ideas guiaron la acción es una ingenuidad: el discurso de la revolución mexicana sirvió para legitimar por igual estatizaciones que privatizaciones. La ocurrencia “humanista” no es más que un eco extemporáneo, en clave fársica, de ese modo ideológico de operación del pasado. El discurso sirve, como antes, para legitimar las acciones del gobierno por más contradictorias o incoherentes que estas sean.
Antes por lo menos los gobernantes intentaban encontrar continuidades con la historia. Fue el caso del liberalismo social, una construcción intelectual elaborada inicialmente por Jesús Reyes Heroles, el gran ideólogo del PRI. En El liberalismo mexicano, Reyes Heroles sostuvo la identidad del liberalismo con la nación: “desde las luchas preparatorias de la independencia se busca identificar la idea de la nacionalidad con la idea liberal. El liberalismo, con altas y con bajas, resulta así el proceso de formación de una ideología que moldea una nación y se forma precisamente en dicho molde…” Pero el liberalismo no sólo era pasado: “el liberalismo no únicamente es un largo trecho de nuestra historia, sino que constituye la base misma de nuestra actual estructura institucional y el antecedente que explica en buena medida el constitucionalismo social de 1917”. Así, afirmó: “ha existido una continuidad del liberalismo mexicano que influye en las sucesivas etapas de nuestra historia…” La teleología del régimen estaba completa: “contamos con una excelente perspectiva para divisar el liberalismo mexicano. Conocemos su desenlace cronológico: el porfirismo. Sabemos de una eclosión liberal plena de sentido social: la Revolución mexicana”. La conclusión de Reyes Heroles era que “ha existido una continuidad del liberalismo mexicano que influye en las sucesivas etapas de nuestra historia. Conocerla ayuda a desentrañar el presente de México”. Revolución y liberalismo fueron cabalmente “institucionalizados” por el régimen autoritario.
No hay ortodoxia ni vulgata del nuevo credo porque éste es y significa lo que el señor presidente quiera. Habrá, que duda cabe, corifeos y sicofantes que escribirán las loas y harán exégesis de la genialidad presidencial. Humanistas mexicanos cabales. Por ejemplo, la diputada Reyna Celeste Ascencio propuso inscribir con letras de oro “humanismo mexicano” en el muro de honor de la cámara.
Carlos Salinas revivió en su gobierno la tesis de Reyes Heroles. La recuperación ideológica fue sugerida por Manuel Camacho Solís. Ocho años antes de que Salinas presentara en sociedad a la nueva ideología que reemplazaría al nacionalismo revolucionario, Camacho esbozó sus contornos en el debate suscitado en la revista Vuelta a propósito del ensayo de Enrique Krauze, “Por una democracia sin adjetivos”. Camacho adujo que era un error reducir la democracia a un procedimiento electoral. En su opinión, el proceso social y político mexicano tenía características particulares:
es en las luchas de la Revolución Mexicana por la Nación, la democracia política y los derechos sociales donde se fue configurando un proyecto propio, con orígenes en el liberalismo político del siglo XIX. Un liberalismo que, ya en 1847, llevó a Ponciano Arriaga a afirmar que el único estado legítimo sería el promotor del bienestar colectivo y que en los momentos decisivos de la Reforma condujo a Juárez a convertirse en el unificador de las fuerzas para defender a la Nación y afianzar el régimen republicano. Estas herencias liberales y revolucionarias tienen vigencia en el México actual.
El 4 de marzo de 1992, Salinas presentó el liberalismo social en el discurso conmemorativo de los 63 años del PRI. Ahí reivindicó la originalidad del liberalismo mexicano e hizo una alusión expresa al “liberalismo triunfante” de Reyes Heroles. Afirmó que la revolución mexicana “recogió del proyecto liberal su propuesta de libertad haciéndola comprometidamente social. Dio al Estado la conducción del desarrollo y de los recursos de la nación, hizo de los reclamos de la revolución por la tierra, el trabajo y la educación un programa de futuro. Hoy la reforma de la Revolución da vigencia y relevancia presente al liberalismo social que garantiza a nuestra idea histórica de país”. Con todo, el liberalismo social tuvo corta vida. El PRI lo aceptó a regañadientes como un capricho sexenal y una vez que Salinas dejó la presidencia y cayó en desgracia los priístas lo abandonaron sin mirar atrás.
En comparación, el “humanismo mexicano” es solo una ocurrencia huérfana. En parte porque los discursos ideológicos del autoritarismo mexicano no fueron iluminaciones de ningún caudillo; requerían de estructura y de un marco de significado no arbitrario. Así cumplían su función de legitimación. Salinas de Gortari no podría haberse levantado simplemente una mañana con la ocurrencia del liberalismo social. Eso es una muestra de que el autoritarismo posrevolucionario no fue caudillista. El “humanismo mexicano”, por el contrario, es producto de una imaginación anclada solo en la voluntad del caudillo. No hay sombra que cobije a su criatura: no la necesita, pues nadie le exigirá coherencia ideológica o histórica. No precisa tampoco de ideólogos, como Reyes Heroles, porque él es el ideólogo e intérprete único del espíritu nacional. Así, no hay ortodoxia ni vulgata del nuevo credo porque éste es y significa lo que el señor presidente quiera. Habrá, que duda cabe, corifeos y sicofantes que escribirán las loas y harán exégesis de la genialidad presidencial. Humanistas mexicanos cabales. Por ejemplo, la diputada Reyna Celeste Ascencio propuso inscribir con letras de oro “humanismo mexicano” en el muro de honor de la cámara. En la exposición de motivos señaló que la propuesta busca “rendir un homenaje al inicio de una forma distinta de hacer política, cercana y de cara al Pueblo, distinta a lo que habían hecho los gobiernos del pasado y que ha caracterizado al Gobierno del presidente Andrés López Obrador”.[1] En la declaración de motivos apuntó que el “Humanismo Mexicano es un modelo que va en contra del neoliberalismo”. Su trascendencia no solo es nacional, aboga “por el respeto a los Pueblos, a su soberanía y la libre autodeterminación, pero particularmente suprime el lucro excesivo y apunta a una distribución equitativa del ingreso y de la riqueza, se trata de un paradigma económico de inclusión social, buscamos la inclusión de todos, el crecimiento de abajo hacia arriba”. Y esto no podría ser de otra manera, pues el “plasmar con letras de oro Humanismo Mexicano será un recordatorio permanente para los legisladores de que ante todo está la humanidad, las personas, y particularmente la auténtica forma de ser del Pueblo de México”.
Sin embargo, no es aventurado proponer que la vida del “humanismo mexicano” será aún más breve que la del liberalismo social. Será, apenas, rocío de la mañana.
NOTA
[1] https://www.eluniversal.com.mx/nacion/morena-propone-inscribir-en-letras-de-oro-en-san-lazaro-humanismo-mexicano-modelo-de-gobierno-de-amlo Antonio López, “Morena propone inscribir en letras de oro en San Lázaro ‘Humanismo Mexicano’, modelo de gobierno de AMLO”, El Universal,8 diciembre 2022
José Antonio Aguilar Rivera (Ph.D. Ciencia Política, Universidad de Chicago) es profesor de Ciencia Política en la División de Estudios Políticos del CIDE. Es autor, entre otros libros, de El sonido y la furia. La persuasión multicultural en México y Estados Unidos (Taurus, 2004) y La geometría y el mito. Un ensayo sobre la libertad y el liberalismo en México, 1821-1970 (FCE, 2010). Publica regularmente sus columnas Panóptico, en Nexos, y Amicus Curiae en Literal Magazine. Twitter: @jaaguila1
©Literal Publishing. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación. Toda forma de utilización no autorizada será perseguida con lo establecido en la ley federal del derecho de autor.
Las opiniones expresadas por nuestros colaboradores y columnistas son responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de esta revista ni de sus editores, aunque sí refrendamos y respaldamos su derecho a expresarlas en toda su pluralidad. / Our contributors and columnists are solely responsible for the opinions expressed here, which do not necessarily reflect the point of view of this magazine or its editors. However, we do reaffirm and support their right to voice said opinions with full plurality.
Posted: December 9, 2022 at 7:22 am