Flashback
IV. Leningrado, la ciudad de los zares

IV. Leningrado, la ciudad de los zares

Rodrigo Carrizo Couto

He tenido la suerte de conocer algunas de las ciudades que se supone son de las más hermosas del mundo, como París, Praga o Cracovia; pero no he estado aún en Venecia, lo que me impide corroborar si el nombre de “Venecia del Norte” puede aplicarse a la hermosa ciudad a orillas del río Neva. Leningrado, o “Peter”, que es como la conocen familiarmente sus enamorados, tanto en la Unión Soviética como en el extranjero. De lo que no cabe duda es de que esta ciudad imposible, construida sobre pantanos por un soñador, Pedro el Grande, tiene poco y nada que envidiar a sus primas de Occidente. A no ser por el triste descuido en que la dejan languidecer sus autoridades.

Tanto es el descuido que tortura a esta ciudad, que es posible que el viajero no sepa descubrir el diamante en el barro, el oro cubierto de polvo. Es esta una ciudad en la que uno no puede evitar remitirse a la Historia, pues Leningrado es historia pura. Es una “ciudad museo”, como me decía una vez un envidioso amigo moscovita. Aquí (a diferencia de Moscú) es imposible no evocar la grandeza imperial, los zares y poetas. Leningrado es una ciudad de artistas y una ciudad mártir. Eso tampoco puede olvidarse paseando por sus calles y sus plazas.

Los habitantes de Leningrado están orgullosos de su pasado, de su cultura, y de ser la ciudad “más europea” de toda la Unión Soviética. Y, sin duda, están en lo cierto. En Leningrado se siente también mucho la influencia de sus “primos” y vecinos cercanos: Suecia y Finlandia. Pero a pesar de todas estas diferencias, no hay que dejarse engañar: Leningrado es parte de la URSS y eso se nota también minuto a minuto en la ineficacia, en la burocracia, el mal trato sistemático y el desabastecimiento eterno. Pero lo mágico de esta ciudad es que en ella todo se olvida y se perdona mucho más fácilmente que en Moscú. ¿Por qué? Supongo que es inexplicable, pero personalmente creo que en esta ciudad hay alguna forma de magia. Leningrado es una ciudad para enamorados…

El contraste entre Moscú y Leningrado es grande. Moscú es una ciudad inventada de la nada, templo de burócratas y hogar de la dirigencia; ciudad de hielo y rascacielos grises. Pero si bien Leningrado es también una ciudad inventada de la nada, en ella se guarda ese pasado ruso que se quiso enterrar, pero nunca se pudo. Es el lugar donde el viajero encontrará esa “Rusia soñada”, por así decirlo. La Rusia de las Noches Blancas de Dostoievski. Y no hace falta visitar el apabullante Museo del Hermitage para disfrutar del gran arte. Basta pasear una tarde por cualquiera de sus callejuelas o canales.

Ahora algunas aclaraciones: Leningrado es la segunda ciudad en población e importancia industrial, científica y cultural de la URSS. Su población supera los 3 millones de habitantes y entre sus puntos de interés se encuentran el anteriormente mencionado (y mundialmente célebre) Museo del Hermitage; sobre el que ya nos extenderemos más adelante. También tiene aquí su sede el legendario Teatro Kirov, de ópera y ballet, el Museo Ruso, el crucero “Aurora” que disparó el cañonazo que diera origen a la Revolución de Octubre, y también podemos ver los palacios de la familia imperial. Esta ciudad se encuentra en la desembocadura del río Neva, en el Golfo de Finlandia, a poca distancia de Estocolmo y Helsinki. El Neva, al desembocar en el Báltico, forma innumerables brazos que son los que crean los canales de la ciudad.

El Palacio de Invierno

El Palacio de Invierno (o “simnii dvariéts” en ruso) era la sede del Gobierno del zar y posteriormente también lo fue del Gobierno provisional de Kerenski. En la actualidad, alberga el inmenso caudal artístico del Museo del Hermitage.

Prácticamente, todas las obras expuestas en este museo eran la propiedad privada de la familia imperial, y fueron expuestas a la admiración del público cuando llegó la Revolución. Es interesante destacar que lo está expuesto no es más que una ínfima parte de las obras que se encuentran en los depósitos del gigantesco museo.

El palacio y sus edificios adyacentes se encuentran a orillas del Neva, en frente de la fortaleza de Pedro y Pablo, que fuera el origen de la ciudad en el Siglo XVIII. Sin duda, el panorama de la ciudad desde esta perspectiva es de una gran belleza.

A pocos pasos del museo, comienza la Avenida Niévski, la principal arteria turística y comercial de la ciudad. Un paseo por esta avenida una tarde cualquiera nos hará ver la diferencia con su hermana mayor, Moscú. La vida fluye aquí de una manera más natural, con sus tiendas, sus cines, bares y artistas callejeros, que se encuentran a todo lo largo de esta extensa calle céntrica. También se encuentra aquí la imponente Catedral de Kazán, que alberga hoy el Museo de la Religión y el Ateísmo. Así, como suena…

Pero en una de las casas de esta avenida puede leerse un misterioso cartel, escrito en ruso, razón por la cual la inmensa mayoría de turistas no pueden leerlo. Dice algo así: “Ciudadano, camine por la acera de enfrente, pues en esta suelen caer los obuses”. El cartel es una reliquia que data de 1941, y los habitantes de Leningrado han decidido conservarlo para no olvidar.

Los 900 días

Como creo que (casi) todo el mundo sabe, la ciudad de Leningrado fue objeto durante la Segunda Guerra Mundial de uno de los bloqueos más terribles de la Historia. Este asedio causaría un millón de muertos durante los casi tres años que duró, y aún quedan secuelas en el recuerdo de todos los hombres y mujeres mayores de 50 años.

Una de las mejores formas de darse una pálida idea de lo que ocurrió en esos años es dirigirse hacia las afueras de la ciudad y visitar Piskarióvo. El cementerio de Piskarióvo es donde se encuentran enterradas en fosas comunes los habitantes que murieron durante la batalla y el prolongado asedio. Sus tumbas solo están marcadas por el año: 1941, 1942, y así sucesivamente, mes tras mes, año tras año. Las tumbas son como pequeños parques bien cuidados, cubiertos de césped, con una placa de mármol donde se inscribe el mes y el año en que murieron las personas que allí se encuentran. Y así hasta perderse hasta donde ya no llega la vista.

Al fondo de la avenida flanqueada por las tumbas se encuentra una inmensa estatua de la Madre Patria, con la llama eterna, y desde detrás de los árboles suena constantemente música clásica acorde con el sitio. Y puedo asegurar que el efectismo da resultado.

Aún hoy en día no es raro ver a una o varias ancianas llorando ante alguna de esas fosas comunes, o depositando flores ante la Madre Patria.

Delante del monumento, una estela de bronce reza los versos finales de un célebre poema: “Nada se ha olvidado. Nadie ha sido olvidado”.

Arquitectura e Imperio

Siguiendo con este inevitable recorrido histórico, nos encontraremos con los magníficos palacios de Catalina la Grande y el Palacio de Verano, en las afueras de la ciudad. Esos palacios, construidos a imagen y semejanza de sus “primos” de Europa por arquitectos franceses, alemanes o el célebre arquitecto italiano Rastrelli, son una clara muestra del contradictorio deseo ruso de emular en todo lo posible a países como Inglaterra o Francia, intentando al mismo tiempo cerrarse a toda influencia exterior. Paradojas rusas. Una especie de complicado sentimiento de inferioridad, difícil de entender, mezclado con un nacionalismo a ultranza.

Hay que aclarar que Leningrado está “dividida” (como casi todas las ciudades soviéticas) en su Casco Antiguo y la parte moderna, que viene a ser algo así como las cuatro quintas partes de la ciudad en el caso de Leningrado. Esta parte “moderna” contrasta grotescamente con la zona histórica, siendo un continuo de bloques de apartamentos grises al mejor estilo “realista socialista”. Pero no suele verse a turistas por estos barrios desangelados.

© Rodrigo Carrizo Couto

También es importante decir que la ciudad de Leningrado, que pronto volverá a llamarse por su nombre pre-revolucionario de San Petersburgo (de ahí su mote “Peter”) es una especie de “puerto libre” desde hace poco más de un año, lo que permite que el comercio y las empresas mixtas florezcan a la luz de la “perestroika”. Ahora, los habitantes de la ciudad tienen derecho a poseer sumas en divisas sin necesidad de declarar su origen, por ejemplo, lo cual crea toda una serie de pequeños mercados alternativos y empresas que van desde tiendas de arte a restaurantes cooperativos. Desde la típica venta rusa de recuerdos militares hasta caviar, camisetas y relojes. La proximidad de Finlandia da aún más ímpetu a las actividades comerciales de los leningradenses, que ven en sus ricos “primos” del norte un verdadero filón de oro.

De hecho, los finlandeses, al no necesitar visados para ingresar en la URSS, crean un afluente turístico cotidiano, llegando en enormes autobuses, sobre todo los fines de semana. ¿La razón de tan repentino interés por Leningrado? Pues no es el Hermitage ni el Teatro Kirov. La realidad es que les atrae lo irrisoriamente barato que les resulta todo, lo que les estimula a viajar cada semana para un entretenimiento que es realmente muy caro en Finlandia: beber alcohol. Tan es así que en un bar de la ciudad, un viernes por la noche, uno puede creer que se encuentra en Helsinki, tal es la cantidad de fineses que acuden a estos sitios a emborracharse hasta perder el sentido.

La Noche

La política de “puerto libre” que mencionábamos antes ha permitido la creación de un buen número (a modesta escala soviética) de restaurantes y bares formados por empresas mixtas, mayormente suecas, finlandesas y alemanas. La oferta culinaria es, sin duda alguna, más rica que en Moscú. Hay algunos sitios, como el bar y restaurante “Neva”, en la Avenida Nevski, que ya se han hecho famosos. Es este un restaurante al mejor estilo de cena y espectáculo occidental. El show durante la cena va desde cantantes que imitan a Stevie Wonder hasta danzas cosacas, pasando por un (inimaginable hasta hace dos o tres años) espectáculo de striptease. La sorpresa de los turistas ante dicho show suele ser grande. Supongo que en un país supuestamente socialista como la Unión Soviética, lo último que esperaban encontrarse a la hora de la cena es a tres jovencitas de tipo vikingo, desnudas y acariciándose al ritmo del jazz o el funk.

También se han abierto pizzerías italianas, bares de cerveza alemanes e incluso un servicio de taxis-limusinas que le llevarán desde la puerta de los mejores hoteles directamente hasta Helsinki en impecables Mercedes o Volvos. Otra “innovación capitalista” recibida con entusiasmo por los lugareños.

Personalmente, mi sitio favorito para pasar las largas noches blancas de Leningrado es un bar alemán (donde se paga en divisas fuertes, obvio) llamado el “Chaika”, o gaviota, en ruso. Es este un sitio agradable y cálido, donde uno puede comer un pastel de chocolate alemán con una buena jarra de cerveza bávara acompañado por música de piano en un ambiente internacional muy jovial. Numerosos rusos, pero también americanos, japoneses y hasta españoles suelen darse cita en este sitio, donde se quedarán bebiendo hasta las cuatro de la madrugada.

Pero durante el verano hay un “pequeño” inconveniente con respecto a las diversiones nocturnas, y es el tema de los puentes sobre el Neva, que deben abrirse de dos a cinco de la madrugada para permitir a los barcos ganar las aguas del Mar Báltico. Esto crea una situación extraña, pues aísla completamente a la ciudad que está formada, como ya dijimos antes, por un enjambre de islas y canales. Al levantarse los puentes quedan incomunicadas entre sí, impidiendo a los coches y peatones volver a casa si se han ido de juerga hasta muy tarde.

Suele ocurrir que los reportajes de viajes o las guías turísticas se queden cortos a la hora de describir los encantos de tal o cual ciudad. El mejor consejo que se puede dar después de este modesto intento de estimular al viajero es entonces que intente ver y descubrir la realidad con sus propios ojos.

Es este un momento histórico para la Unión Soviética, que se ha convertido (literalmente) en el centro del mundo, y que atrae la atención de las miradas del planeta entero. Un momento ideal para que la gente con inquietudes descubra por sí misma la realidad, algo que es imposible solo leyendo libros o viendo documentales en la televisión.

Y en Leningrado muy en particular, si sabe usted buscar bien, es posible que en alguno de sus misteriosos canales se encuentre a Raskólnikov, o a alguna princesa de ensueño, escapada de un cuento ruso.

Moscú, URSS

Octubre de 1990

Primera parte: “Satélites en órbita y zapatos de plástico”
Segunda parte: Un paraíso llamado “La casa de Hammer”
Tercera parte: Los estudiantes en el “Harvard Rojo”

*Imágenes cortesía del autor. ©Rodrigo Carrizo Couto 

RodrigoRodrigo Carrizo Couto. Radica en Suiza y escribe para el diario El País y la SRG SSR Swiss Broadcasting. Ha colaborado regularmente con los diariosClarínLa Nación de Buenos Aires y la revista suiza L’Hebdo, entre otros medios. Su Twitter es @CarrizoCouto

 

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Posted: March 7, 2018 at 9:05 am

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