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La desaparición en Clifton Hill, de Albert Shin

La desaparición en Clifton Hill, de Albert Shin

Naief Yehya

El film noir es un genero paradójico que más que tratar sobre criminales, mujeres fatales y detectives rudos en realidad se enfoca en analizar intensos dramas psicológicos y la manera en que estos reflejan el entorno. El término ha sido objeto de debates y discordias por décadas y, sin embargo, su legado así como su compromiso de exponer la corrupción y la injusticia en un contexto no panfletario ni manipulador sigue vivo en el neo noir. El término aparece por primera vez el 28 de agosto de 1946 en un artículo del crítico italo suizo Nino Frank en la revista L’écran français. De acuerdo con él, “la importancia de estos filmes no radicaba en la solución de un crimen sino en la exploración de la fragilidad humana de los protagonistas y la psicología que conducía su comportamiento”, como escribió Margaret E. Holmes. A diferencia de otros géneros, el film noir no tiene características ni locaciones determinadas, cuenta con una diversidad de personajes y situaciones, sin embargo, a menudo muestra un mundo pesimista y decadente, donde reina el caos, las conspiraciones y el miedo. Aquí, individuos común y corrientes, así como seres marginales, viciosos, atormentados por su pasado o por su inestabilidad mental se encontraban en situaciones límite que los orillaban a exponer sus verdaderas motivaciones y obsesiones. El film noir por su énfasis en el estudio de personajes y su interés en la sociología de las historias, se distinguió del cine policiaco convencional por reflejar el momento histórico en la angustia y preocupaciones de los personajes, de tal manera tenemos film noir de la depresión, de la Segunda Guerra Mundial y de la paranoia nuclear. El neo noir por su parte puede imaginarse como una expresión de la nostalgia y la cinefilia pero también es un producto de las ansiedades de un mundo depredado ecológicamente, en guerra sin fin y bajo vigilancia incesante.

Albert Shin dirigió y coescribió con James Schultz, La desaparición en Clifton Hill, un thriller astuto que comienza cuando Abby, una niña de nueve años, presencia durante un paseo familiar de pesca lo que cree que es el secuestro de un niño al que le falta un ojo. Quizá en parte por ese evento impresionante, Abby (Tuppence Middleton) crece para volverse una mujer insegura, inestable e incapaz de decir la verdad. Esta joven controvertida y atormentada que se ha pasado la vida huyendo de la realidad es un ejemplo típico de la mujer que ha sido victimizada por el trauma no resuelto así como por la incredulidad y descalificación de sus seres queridos.

Tras la muerte de su madre, quien era dueña del Rainbow motel, Abby regresa a su ciudad natal, una especie de decrépito Las Vegas de baja estofa que sobrevive de atraer a los visitantes de las cataratas del Niágara con casinos ramplones, envejecidos juegos mecánicos, entretenimientos cursis, restaurantes temáticos y espectáculos kitsch. Es una ciudad de paso, que tiene únicamente vida durante las temporadas de vacaciones y que el resto del año es un pueblo somnoliento en el que hasta las cataratas son “apagadas” para redirigir el flujo del agua a la planta hidroeléctrica. Pero a la vez es el sitio a donde viene a parar todo lo que se arroja y cae de las cataratas, un vertedero de restos, desperdicios y recuerdos. El heredero de la fortuna local, Charles Lake III (Eric Johnson) quiere comprar el modesto motel de la familia de Abby para derrumbarlo, pero la recién llegada se aferra a conservarlo, más como una manera de recuperar su propia historia que por interés económico o incluso emocional y esto la lleva a confrontar a su hermana Laure (Hannah Gross).

La influencia de Chinatown es evidente, la idea de una gran conspiración que poco a poco comienza a revelarse entre las evidencias y testimonios de un crimen funciona, sin embargo el verdadero logro de Shin radica en crear personajes emocionalmente complejos y una atmósfera en la que la artificialidad y la amenaza a la inocencia es responsable de un aura irrespirable con ecos de David Lynch. Parte del encanto estético del tercer filme de este director nacido en Ontario, es la inclusión de viejos videos de los ochenta que añaden un toque de decadencia y nostalgia sórdida. Abby crece en un mundo en el que la normalidad es aniquilada por una sensación de que el mal está en todas partes y el ambiente de falsedad que reina en esa trampa para turistas tan sólo acentúa su desasosiego. El dilema de Abby es que tiene que resolver el pasado para poder seguir habitando el presente. Y esto cinematográficamente opera de manera interesante al situarla en una ciudad congelada en el tiempo.

Abby regresa al lugar donde vio la abducción en su infancia y es sorprendida por Walter Bell (el legendario director de culto Davis Cronenberg), un buzo que emerge de las aguas y que al quitarse la máscara explica con humor seco que durante años fue el rescatista que recogía desde anillos de compromiso hasta pedazos de cuerpos (cuando un cuerpo cae por las cataratas “es el equivalente a tragar una granada activada”) y que ahora es el cronista local a través de un podcast donde habla de los misterios, conspiraciones y secretos de Clifton Hill. La aparición de Bell es una escena memorable, digna en sí misma de convertir esta obra en un filme de culto. Además su narración desapasionada de las historias siniestras locales es fabulosa, un tejido hipnótico de relatos familiares grotescos, obsesiones sexuales, fortunas mal habidas, manipulación de las autoridades y abusos de poder.

Impresionada por la información de Walter, Abby decide resolver el misterio del niño tuerto con la ayuda de un par de fotografías y sus memorias, esto la lleva a confrontar a Lake así como a los Magnificent Moulins (Marie-Josée Croza y Paulino Nunes), una pareja de ilusionistas esperpénticos que trabajan con tigres en sus shows de magia y que perdieron un hijo en un presunto suicidio. En uno de los momentos más brillantes del filme Abby trata de exigirles que confiesen la verdad sobre la desaparición de su hijo (el cual ella cree que fue el niño tuerto que vio en su infancia) y ellos en cambio, por medio de trucos le muestran que la realidad no es lo que parece y que no puede confiar ni siquiera en lo que ve con sus propios ojos. De esa manera la razón misma de su búsqueda y de la cinta son puestas en evidencia y con eso La desaparición en Clifton Hill se erige en una espléndida celebración del film noir como un territorio de incertidumbre, donde el crimen, aún cuando se trata de conspiraciones perversas, es menos importante que el drama personal de los personajes y la sociología del entorno.

 

naief-yehya-150x150Naief Yehya es narrador, periodista y crítico cultural. Es autor, entre otros títulos, de Pornocultura, el espectro de la violencia sexualizada en los medios (Planeta, 2013) y de la colección de cuentos Rebanadas (DGP-Conaculta, 2012). Es columnista de Literal y de La Jornada Semanal. Twitter: @nyehya

 

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Posted: March 17, 2020 at 8:47 pm

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