La realidad financiera de la Unión Europea. Mentiras del crecimiento económico infinito
Franco Berardi Bifo
¿De dónde viene Europa? ¿Dónde nació la realidad política, cultural e histórica de la Unión Europea? La Europa de hoy nació tras la guerra como un intento de cancelar el resurgimiento del fascismo y la posibilidad de nuevos conflictos bélicos. Éste es el verdadero origen europeo: la paz entre franceses y alemanes, por ejemplo. La paz en el mundo. Puede parecer retórico pero esa es la verdad política. Décadas después, a comienzos de los años noventa, cierto poder europeo implantó algunas reglas fundamentales, las que a partir de entonces se identifican con Maastricht –mágica ciudad del norte europeo–; reglas para definir la vida económica, social y cotidiana. ¿Pero quién fue el sujeto que tomó las decisiones en ese continente? Existe un organismo financiero apolítico: El Banco Central Europeo. Aunque, como es independiente del poder político, no está obligado a rendir cuentas. El parlamento europeo no puede controlar ni decidir por encima del banco. La estructura financiera de Maastricht define, ciertamente, la verdadera constitución material y política de la realidad europea. Sin embargo, los criterios de Maastricht son una convención del lenguaje, de los hombres, no una revelación divina. No es Dios ordenándonos respetar eternamente la relación entre el déficit y el producto nacional bruto.
Tras la crisis de 2008 y sus consecuencias en las finanzas internacionales, ¿qué pasa en Europa? Sucede que esas reglas decididas en Maastricht e inspiradas por una filosofía económica específica, el neoliberalismo, se volvieron un dogma universal incuestionable. El punto central de tal dogma económico es que la inflación constituye algo terrible y debe evitarse a toda costa. Se afirma incluso que el nazismo de Alemania nació de la inflación. No lo creo. La verdad es un tanto diferente: el nazismo nació de la deuda. La inflación en la Alemania de los años 20 se originó de la deuda. Un episodio central en la historia moderna fue el Congreso de Versalles de 1919. En él se habló de la guerra y los franceses decidieron castigar, destrozar la economía alemana y humillar el sentimiento nacional. Y lo consiguieron: impusieron una deuda de guerra que tuvo un efecto letal sobre la economía alemana. Dicha imposición, junto con la afrenta política y cultural que cayó sobre Alemania, fue la raíz de la locura criminal que llamamos nazismo.
Si se me permite una licencia, en cierta forma es como si los protestantes le dijeran a los vagos católicos del sur: demasiado sol, holgazanería, placer y espagueti. Hay que trabajar y pagar deudas. Para mi gusto hay una idea antigua en este concepto de trabajo. La modernidad no sólo es trabajo, es también y sobre todo comunicación, creación, libertad. Pero no es mi papel hablar de historia religiosa.
Lo que está pasando hoy es que el centro económico de Europa, junto con una clase financiera pequeña, está grabando una enorme deuda sobre la sociedad europea. ¿Cómo? A través del recorte de gastos en educación, transporte público y salud, así como con la privatización de otros servicios públicos. ¿Es esto la cura auténtica para la enfermedad europea? No lo sé, no soy economista. No obstante, si me remito a los acontecimientos de Grecia en el último año y medio, puedo observar que la reducción del salario de los trabajadores y los recortes en educación y servicios públicos, dio como resultado la disminución de las tasas de crecimiento y, en contraste, un aumento de la deuda pública. ¿Esa es la medicina que se pretende imponer a Italia, España y el resto de Europa?
Hoy en día experimentamos con verdadero pánico la política europea. ¿En qué consiste este pánico? En la antigüedad, los griegos consideraban dicho sentimiento como la impotencia del ser frente a ciertas manifestaciones de la naturaleza –privándonos hasta de la respiración. Para los siquiatras modernos, el pánico está relacionado con una realidad que supera la capacidad de elaboración racional del individuo; por su parte, el pánico colectivo es aquel en donde la sola información produce miedo. Lo que sabemos nos pone en un estado de exaltación e irracionalidad. Y eso es lo que está sucediendo en la política europea. Los dogmáticos creen que el crecimiento es obligatorio siempre, la acumulación del capital infinita y el respeto a la regla de la inflación indiscutible. Sin embargo, de ninguna manera se trata de una ley natural. Constituye una decisión humana susceptible de modificación. Imprimir o morir, afirman. Donde imprimir significa aumentar la disponibilidad de circulante y “permitir” a una sociedad retomar su vida productiva normal. Pero ¿quién tiene miedo de la inflación? Los individuos con capital. Para mí, con dos mil euros en una cuenta, sólo significa la pérdida efectiva del 10%. Esto no es una tragedia. En cambio, sí es alarmante perder los financiamientos públicos destinados a mi universidad.
Europa marcha en una dirección peligrosa. Se precipita cada vez más en el dogmatismo económico y la agresividad política con el consecuente resurgimiento del populismo antieuropeo y antiprogresista. Así lo vivimos en Italia. Todos aseguran que Berlusconi se ha ido; no obstante, el nuevo programa del presidente Mario Monti sólo continúa el de Berlusconi. Nada cambió a nivel de las decisiones económicas. Es cierto que ahora Berlusconi tiene las manos libres, no gobierna; pero puede retomar sus herramientas mediáticas y relanzar una campaña populista aun con ciertas formas del fascismo. Este tipo de populismo agresivo es el verdadero peligro para la situación europea contemporánea.
Gobierno de los tecnócratas
Ante esta situación me siento en peligro extremo. Cuando los mafiosos y charlatanes del equipo de Berlusconi gobernaban, había una patente ineficacia en las decisiones económicas. (Después de todo, la austeridad obligada por los recortes generalizados siempre fue inútil). Pese a su falta de credibilidad política por las razones que conocemos, Berlusconi acataba las condiciones del Banco Europeo. Contrariamente, el gobierno actual cuenta con credibilidad y fuerza, pero si decidiera privatizar el transporte y los servicios públicos lo mismo que recortar la educación, me daría más miedo que Berlusconi: ingresaríamos en un periodo tras el cual Italia se encontraría, con seguridad, tan pobre y humillada como el pueblo griego. El peligro de una guerra civil inter étnica y el aumento del racismo son reales. Existe además el riesgo de un regreso de la mafia, que se mantuvo en paz porque era parte del gobierno. Todos los demonios de la agresividad populista y mafiosa pueden despertar por efecto de la “cura griega”. Si no hay una fuerza política democrática habrá quizá una guerra de mafias.
Otra idea de trabajo
Goldman Sachs es hoy la principal agencia económica del mundo. La vencedora de la guerra después de la quiebra de Leman Brothers y cerebro internacional de la clase financiera. Cuando pienso en Mario Monti (primer ministro italiano) o Lukás Papadimos (primer ministro griego), veo a gente honesta: no creo que Goldman Sachs les haya pagado para realizar actos demoniacos. Lo que pasa es que son personas formadas cultural y éticamente al interior de una filosofía financiera. Las finanzas han sido una herramienta importante en el desarrollo de la industria y la economía modernas. Y no es que las satanice pero el problema nace cuando la simulación económica determina que un producto virtual se dispare 10 veces por arriba del producto real. De nuevo, los financieros me dan miedo como cultura, no como personas. Se trata de una cultura dogmática.
Hay gente que suscribe el No future de cierta banda de rock –Sex Pistols. En realidad sí hay futuro, aunque no pertenece a una dimensión cronológica sino cultural: es la esperanza de crecimiento. La cultura del futuro durante la modernidad se fundó sobre la idea de que el mundo debe crecer. Sin embargo, existe un límite de recursos físicos y psíquicos. No podemos crecer infinitamente. En ese sentido, debemos reformular la idea de futuro.
Nuestra felicidad tiene que ver con esta concepción del futuro: es lo que esperamos; no una condición natural sino una adecuación entre la esperanza y la realidad resultado de una actividad cultural y terapéutica, artístico-poética o de creación de una expectativa. ¿Qué esperamos? Estas esperanzas de crecimiento están relacionadas con nuestra posibilidad de ser felices.
El trabajo es la maldición que Dios impuso a los hombres. Pero el hombre posee inteligencia y cuenta con la capacidad de liberarse de sus obligaciones naturales. A pesar de que hoy sufrimos por ella, la tecnología nos permite reducir el trabajo físico. Lo ideal sería limitar éste y que alcanzara para todos. ¿Cuál es la necesidad de emplearse 10 horas al día si una enorme parte de la población no trabaja nunca y carece de salario? Si somos capaces de compartir las horas laborales podremos reducir el trabajo. Sin embargo, el gobierno exige lo contrario, respaldado por dogmas que nos conducen en la dirección equivocada. Por ejemplo, ¿qué es más grave, la crisis financiera o la ecológica? ¿Es más importante el ambiente donde vivimos o el balance financiero de los bancos? Para mí es más urgente solucionar la crisis ambiental, algo que podría conseguirse acotando la acumulación infinita de capital y el trabajo correspondiente.
Kafca
Creemos reconocer este nombre porque suena al apellido de un escritor importantísimo para la historia del alma europea. Pero nosotros no tenemos nada que ver con él. El nuestro se llama Kafca y responde a Knowledge Against Financial Capitalism: literalmente, “conocimiento contra el capitalismo financiero”. Se trata de una conferencia internacional que organizamos en Barcelona con el propósito de entender lo qué está pasando en el sector de las comunicaciones y la cultura. Todo lo que implica la subordinación creciente a grupos financieros multinacionales, que se traducirá en una barbarización de la sociedad europea y el crecimiento de la violencia. Intentamos propiciar una discusión pero queremos crear también las condiciones mentales y psíquicas para una nueva relación entre el conocimiento, la sociedad y la vida productiva. Digamos que estamos creando una escuela europea para la imaginación social.
En este contexto, no espero mucho de la clase política. En cambio, espero mucho de los movimientos creados por la gente. Me refiero a las personas que como en NY, Madrid o Milán, se han movilizando contra la dictadura financiera. Se trata de un proceso largo que ocupará la próxima década. Sin embargo, un movimiento así no constituye una visión política: es una acción cultural y artística. (Es importante hacer esta corrección sobre el punto de vista). Al cabo, cualquier movimiento de esta naturaleza me permite ver nuestro futuro de forma diferente. Esta es la riqueza de Europa.
Posted: April 28, 2013 at 4:29 am