Current Events
Por qué no me postulé como precandidato a la presidencia

Por qué no me postulé como precandidato a la presidencia

Francisco Hinojosa

La primera respuesta es evidente: porque no tengo la capacidad de ser quien lleve las riendas del país, ni el tiempo, ni la preparación, ni un partido, ni las ganas, ni el dinero, ni los amigos poderosos. Creo que algo similar sucede con algunos candidatos que se quieren lanzar como independientes para las próximas elecciones, aunque lo único que sí tengan sea tiempo y ganas. Hace algunos años, antes de su debacle (y luego su posterior transformación en ave Fénix), Gloria Trevi decía que tenía intenciones de ser la primera presidenta de México. Nada más de imaginar cuál sería su look el día de su investidura, muy contrario al que caracteriza a Kim Jong-un, la habría convertido en la mandataria más vistosa y peor peinada del planeta. También habría que pensar en quiénes habrían integrado su gabinete, restringido y ampliado, para pronosticar un sexenio digno de un musical merecedor de varios óscares. Pero afortunadamente ya se le olvidaron sus propósitos ejecutivos y ahora quiere hacer otro tipo de show con menos poder pero con más seguidores.

El siguiente problema, dado el caso de que me hubieran entrado unas repentinas ganas de sentarme en La Silla, estaría en conseguir las firmas necesarias para que el INE me considerara en las boletas. Si se contaran las firmas de los niños, probablemente me acercaría a la cifra necesaria, pero la ley no lo permite: no son aún ciudadanos. Y si lo permitiera, seguramente Chabelo me llevaría la ventaja en las encuestas.

Como no conozco a nadie de la clase política de mi confianza, tendría que repartir las secretarías entre mis cuates, eso sí: todos de incuestionable calidad moral, aunque ninguno con propiedades inmobiliarias y grandes sumas de dinero en algún banco, nacional o extranjero, que los avalen como dignos administradores de dichos cargos. Y me costaría trabajo adjudicarles las más adecuadas a su perfil: Poncho, Chema, Vivian, Mónica, Bilo, Verónica y Toño serían sin duda mucho mejores que los que actualmente fungen como ministros. Quizás luego les pediría que intercambiaran de puestos para ver a quién le queda mejor el encargo. La Secretaría de Cultura estaría momentáneamente en manos de Peña Nieto, solo para que sepa lo que es tener recortes presupuestales cada año y quizás, con suerte, para que lea uno o dos libros y sepa que Remedios Varo no es una actriz de telenovelas. Y aunque me precio de tener muchos amigos, no creo alcanzar el número suficiente como para llenar embajadas, consulados, PEMEX y demás carteras que no se pueden quedar acéfalas.

En cuanto a mis capacidades oratorias, demagógicas y populistas, me declaro deplanamente peor que el Niño Verde y menos convincente que Walter Mercado. Me daría pena inaugurar un hospital que en vez de médicos tiene taxidermistas o una escuela cuyos maestros no hacen huelga solo porque no tienen alumnos ni pupitres. Como no poseo altos conocimientos de la historia de México, que al parecer es un requisito para presidenciar el país, debería tomar un curso rápido para no errarla en nombres y fechas. Y además tendría que dar varios gritos de la Independencia en el Palacio Nacional, que algunas veces he visto por la televisión y nunca en vivo porque el Zócalo se pone a reventar y yo me engento en el espejo. También está la cuestión de que a mi esposa le lata ser la primera dama. Le preguntaría antes de lanzarme. Y eso de andar con guaruras del Estado Mayor Presidencial hasta cuando me lavo los dientes no me da ninguna gracia.

En lo que se refiere a la Defensa Nacional y la Marina, y no teniendo muchos enemigos a quienes declararles la guerra (ni siquiera a Noruega o a Belice), los pondría bajo mis órdenes como comandante supremo de las fuerzas armadas para que callaran a mis vecinos que les da por cantar a las dos de la mañana “La maldita primavera”. Otro verdadero problema sería que me echara una llamada Donald Trump para felicitarme por haber ganado las elecciones: entre que yo no sé inglés y el suyo consta de menos de cincuenta palabras, quizás habría confusiones que me llevaran a amenazarlo con construir un muro y que lo pagara él de su bolsillo. Intentaría anexar a Texas a nuestro territorio, pero la verdad los texanos merecen estar donde están.

El otro grave problema sería cómo acabar con la corrupción, el cochupo, la mordida y el fraude. Ya hice las cuentas y no alcanzaría el dinero del erario para construir tantas cárceles, en las que, antes de ser designados, ya estarían presos también los custodios y los directivos, además de muchos de los gobernadores, presidentes municipales, diputados, senadores, ministros de justicia en funciones, curas y policías. Una solución sería extraditarlos, aunque difícilmente los aceptarían en otros países, incluidos Somalia y Guinea-Bissau.

Lo único que me alentaría para asumir la presidencia es que ya existen algunos mandatarios más ineptos que el que yo sería, como el de Venezuela o el Pato Donald, que hasta a Vicente Fox le dan pena.

Si algún día se me ocurre lanzarme como candidato a la presidencia de la República, por favor no voten por mí: sería un desastre: casi igual que si votan por algunos otros que encontrarán en sus boletas en estas próximas elecciones. Ustedes deciden.

Francisco Hinojosa es poeta, narrador y editor. Es autor y antologador de más de cincuenta libros y columnista de Literal. Su twitter es @panchohinojosah

 

©Literal Publishing. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación. Toda forma de utilización no autorizada será perseguida con lo establecido en la ley federal del derecho de autor.


Posted: December 12, 2017 at 11:50 pm

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *