La unidad de los perros
Adolfo Castañón
En los edificios donde trabajo viven algunos personajes que llaman la atención: dentro de este conjunto, están las mujeres que pasean a sus perros. De éstas, las más llamativas son dos gigantescas rubias —probablemente de origen eslavo— que campean con obesa dignidad y pasean cada una a tres o cuatro de diversos colores y tamaños. Cuando pasean juntas, la algarabía recuerda los largos trenes de invierno en las estepas o el vocerío insumiso en el bosque de las jaurías venatorias. La mayor de ellas aparenta ser una mujer de alrededor de treinta años. Digo aparenta porque, como bien se sabe, los gordos no tienen edad. Risueña y pacífica, transita como si los ladridos de sus perros le hicieran cosquillas. La menor parecería menos deslumbrante, pues cuando la he visto sola se ve un poco más seria. No son, por lo que me imagino, hermanas, igual son madre e hija o vaya usted a saber, abuela y nieta, todo es posible con esas brujas del norte. Uno de mis temores cuando las veo acercarse oscilando como barcos sobre los olas es quedar encerrado con ellas y sus perros en un elevador descompuesto. La imagen de las risueñas domadoras me persigue y filtra su salitre entre los más severos pensamientos.
Hay otra mujer, muy distinta y distante. Es una morena alta, espigada: la llamo “La Portuguesa”. Lleva vaporosos pantalones deportivos, como de algún asiático deporte marcial y, sobre éstos, una amplia falda. Parece flotar sobre sus tennies que deben ser respetablemente caros. Usa guantes del mismo color que los pantalones y cubre su rostro con unos enormes lentes negros de alpinista que se atraviesan como una banda de un lado al otro de su cabeza melindrosamente peinada. Además de sus tres perros, pasea una sonrisita entre franciscana y sarcástica.
Cuando tengo insomnio, acompaño en mi duermevela a estas mujeres, voy contando las vueltas que dan. Veo a cada uno de los perros. Cuando por fin me duermo, siento que soy uno de ellos. Al despertar, me miro con incredulidad los pies. Dios anda en los detalles.
27 de julio 2015.
Adolfo Castañón. Poeta, traductor y ensayista. Es autor de más de 30 volúmenes. Los más recientes de ellos son Tránsito de Octavio Paz (Poemas, apuntes, ensayos) (2014) y Por el país de Montaigne (2015), ambos publicados por El Colegio de México.
Posted: August 9, 2015 at 6:43 pm