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Leonora Carrington: Cuentos mágicos

Leonora Carrington: Cuentos mágicos

Tanya Huntington

To possess a telescope without its other essential half -the microscope- seems to me a symbol of the darkest incomprehension. The task of the right eye is to peer into the telescope, while the left eye peers into the microscope.

—Leonora Carrington, Down Below

 

Llegué tarde a mi propia admiración por la vida y obra de Leonora Carrington. Cuando me mudé a México en 1991 ya era seguidora del surrealismo, de sus principios y propuestas. Para una de mis clases en la maestría de literatura comparada de la UNAM, por ejemplo, trabajé sobre los vasos comunicantes entre un poema de Benjamín Péret y un cuadro de Remedios Varo. Estaba consciente de que Carrington se encontraba allí, dentro de ese rubro de refugiados surrealistas de la Guerra Civil española y de la Segunda Guerra mundial que arribaron a México en busca de una tierra cuya magia conjuraría los monstruos de la razón dormida, o las camisas de fuerza culturales impuestas por el progreso. No obstante, la mayor parte de su figura se quedó sumida en un punto ciego que no logré despejar hasta este año, cuando en calidad de traductora y correctora de estilo fui invitada a formar parte del equipo del INBA dedicado a los preparativos para montar la gran retrospectiva que se exhibe ahora en el Museo de Arte Moderno.

Sabía que era una pintora importante, heredera del Bosco, maravillosamente excéntrica en sus hábitos, amiga entrañable de Edward James y de Remedios Varo, y que había realizado en alguna ocasión la escenografía y vestuario para La hija de Rappaccini, la única obra de teatro de Octavio Paz. Pero gracias a los textos que forman parte del catálogo de Cuentos mágicos, escritos por críticos como Aberth, Arcq, Argüelles, Chadwick, Geis, Moorhead, Moreno Villarreal, Orenstein, Pottlitzer, Van Raay y Warner, me di cuenta rápidamente de que la lista de cosas que yo no sabía sobre Leonora Carrington era mucho más larga que la de cosas que sí conocía.

Como, por ejemplo, el hecho de que arribó a este mundo bajo circunstancias sumamente privilegiadas, siendo hija de una familia de aristócratas rurales en Lancashire, Inglaterra. Eran aristócratas en serio, de nivel presentación-en-sociedad-ante-sus-majestades. Lo que llamamos en inglés “nacer con cuchara de plata en la boca”, pues. Sin embargo, Carrington tuvo la enorme valentía de rechazar esa alcurnia en cuanto pudo, liberándose de la brida como si fuera un caballo salvaje (animal que ella identificaba como alter ego) y prefiriendo, el resto de su larga vida, la precariedad económica y a veces geográfica al establo de oro dentro de la cual había nacido. Se dedicó siempre a perseguir las pasiones en lugar de la holgura. De hecho, su búsqueda como artista multidisciplinaria se dirigía invariablemente hacia la libertad, fuera sexual, estética, onírica, mágica, gastronómica, psicológica o de género –en cualquier sentido de la palabra.

Antes de ver la exhibición tampoco sabía que sus grabados y dibujos se convertirían, dentro de su obra bidimensional, en mis obras predilectas de Carrington, especialmente sus ilustraciones de figuras para una baraja de Tarot que nunca se llegó a producir. Sus diseños para muebles y textiles también son sublimes: el biombo y la cuna realizados junto con José Horna son, para mí, las auténticas revelaciones de una muestra que se atreve a recorrer todas las facetas de la artista.

Cuentos mágicos también exhibe primeras ediciones de su obra escrita, que abarca novelas cortas como El pequeño Francis, La trompeta acústica y La puerta de piedra además de varias obras de teatro y unas Memorias de abajo sobre un escalofriante episodio en su vida, la reclusión forzada en un asilo mental de Santander después de un colapso mental sufrido a raíz de la detención, a manos de los nazis, de Max Ernst con quien vivía en el sur de Francia, y de su huida subsecuente por los Pirineos. Estas Memorias ofrecen una descripción fehaciente de cómo puede afectar a todos los sentidos una incursión en la locura, que en su caso la llevó a ver a la población completa de Madrid como autómatas bajo los efectos de hipnosis, comunicarse con animales en los parques, buscar los techos como hábitat, pasar noches enteras bañándose con la ropa puesta en agua fría, o ver mensajes secretos en los anuncios comerciales.

Su obra se representa sola, como ella siempre quiso, rehusándose a dar explicaciones o interpretaciones que disiparan el ambiente onírico maravilloso que retrataba. Ella fue una vanguardista de médula, explorando desde el ecofeminismo hasta la psicomagia en sus albores. Quizás la más valiosa lección suya consistía en dar el ejemplo de que no hace falta pedir permiso a nadie para vivir y hacer arte de la manera en que uno quiere. Resulta edificante saber que ella ya había roto con algunos esquemas que nos siguen coaccionando a los artistas multifacéticos hoy día. Y a la vez me resulta extraño darme cuenta, gracias a esta notable exhibición, de haber seguido los pasos de ella sin saberlo.

A Carrington, seguramente no.

Leonora Carrington: Cuentos mágicos en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México hasta el 23 de septiembre

 

Tanya Huntington is the author of Martín Luis Guzmán: Entre el águila y la serpienteA Dozen Sonnets for Different Lovers,  and Return. She is Managing Editor of Literal. Her Twitter is @Tanya Huntington

 

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Posted: September 3, 2018 at 9:51 pm

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