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May December, de Todd Haynes

May December, de Todd Haynes

Naief Yehya

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La cinematografía de Haynes es una larga exploración de transgresiones de límites, desde su obra de culto Superstar (1987), en la que empleó muñecas Barbie para contar la historia de Karen Carpenter y la bulimia que la mató (el límite fisiológico de un cuerpo despojado de nutrientes), hasta el vértigo moral de una relación lésbica en los años cincuenta, basada en la novela The Price of Salt, de Patricia Highsmith, Carol (2015) y en esa misma década la tragedia de un hombre gay en Far From Heaven-Lejos del cielo (2002), pasando por el inquietante límite entre la salud y el colapso del sistema inmunológico en la prodigiosa fábula sobre el miedo ambiental, Safe (1995). Su más reciente película, May December (Secretos de un escándalo), que debe su título a la expresión que se usa para referirse a las relaciones en las que uno de los integrantes de la pareja es mucho mayor que el otro (mayo como la primavera y diciembre como el invierno de la vida) parte del caso sensacionalista de Mary Kay Letourneau, una maestra que en 1996, cuando tenía treinta y cuatro años, sedujo y tuvo una relación sentimental y amorosa con Vili Fualaau, un estudiante de doce. Mary Kay fue arrestada y enviada a prisión, donde nació la primera hija que tuvo con su amante. Al salir de la cárcel y a pesar de haberse comprometido a nunca más ver a Fualaau, se casó con él, tuvo otra hija y vivieron juntos hasta poco antes de su muerte en 2020. En la adaptación de Haynes la actriz Elizabeth Berry (Natalie Portman) es recibida por Gracie Atherton-Yoo (Julianne Moore) en su hogar en Savannah, Georgia, quien acepta hablar acerca del escándalo que protagonizó en los años noventa, cuando engañó y después abandonó a su esposo Tom (D.W. Moffett) e hijo Georgie (Cory Michael Smith), al enamorarse y quedar embarazada de Joe Yoo (Charles Melton), quien tenía trece años, mientras ambos trabajan en una tienda de mascotas.

Berry, una actriz egresada de Julliard que protagoniza un exitoso programa de la televisión, va a interpretar a Gracie en una película independiente, así que se presenta con su cuaderno de notas en mano a hacer su investigación y comenzar la mimetización, la cual es motivo de buena parte de la hilaridad de la cinta. La solemnidad que imprime la actriz a su investigación no puede ocultar que ella representa la vorágine hollywoodense-mediática que se alimenta de historias humanas de escándalo para nutrir a la industria del entretenimiento lascivo. El principal mérito de la cinta es que Haynes logra construir un filme híbrido que por un lado se nutre. copia y caricaturiza a las narrativas chatarra de crimen verdadero (el muy de moda género de true crime) y al mismo tiempo puede evocar la angustia psicológica de una obra como Persona, de Ingmar Bergman (1966), con su clásica identificación y mimetización entre Elisabet Vogler, la actriz, y Alma, la enfermera.

Haynes y su guionista Samy Burch, nos conducen por esta casa de espejos, en forma de una película sobre la filmación de otra película, en donde la realidad se refleja en una narrativa que a su vez es el reflejo de los relatos distorsionados y morbosos de la prensa amarillista. Esta navegación entre meta relatos viene inoculado con una dosis de kitsch (con la evocación de telefilmes tipo Hallmark), humor negro (acentuado por el uso melodramático de la pista sonora de Marcelo Zarvos, que es una adaptación de la música de Michel Legrand para la cinta The Go-Between-El mensajero, de Joseph Losey). “No vamos a tener suficientes hot dogs”, dice Gracie contundentemente mientras mira el interior del refrigerador y suena el ataque de cuerdas dramático, al borde de la telenovela, que enfatiza el absurdo. Y en esa premisa está implícita una dosis de camp, ironía y cierta incomodidad al enfatizar la incongruencia que establece al saltar entre géneros y crear situaciones paradójicas con las que manipula las reacciones de los espectadores. Haynes construye la cinta casi como si se desarrollara en dos dimensiones paralelas, una seria y otra paródica.

Es evidente que si los géneros sexuales de los protagonistas estuvieran invertidos (si él fuera mayor y ella menor) estaríamos ante un relato convencional de pedofilia. El hecho de que una mujer sea acusada de abuso de un menor añade un elemento de pánico moral y se obliga la pregunta: “¿Qué le pudo ver a ese niño?”. Gracie y Joe (que tiene entonces 36 años, la edad que ella tenía cuando se conocieron) viven en una aparente felicidad marital, dos de sus hijos, los gemelos Mary (Elizabeth Yu) y Charlie (Gabriel Ching) están a punto de graduarse y dejar el hogar para ir a la universidad, como la primogénita, Honor (Piper Curda) que lleva tiempo sin vivir con ellos. Gracie hornea pasteles para vender entre los vecinos y da clases de arreglo floral, Joe es técnico de radiología, y aparte del ocasional paquete con excremento en su puerta (lo cual “ya no sucede tanto como antes”, nos informan) y algunas miradas de desprecio, viven apaciblemente, son parte de la comunidad y el escándalo de su pasado parece haber sido asimilado si bien nunca olvidado. Se puede sentir una cierta tristeza y melancolía en la casa que pronto se volverá un “nido vacío”.

Gracie cree que Elizabeth les hará justicia al presentarlos en su película con honestidad, al enfatizar su vida familiar y la supuesta armonía de pareja que disfrutan. Elizabeth le ofrece a Gracie: “Quiero que te sientas vista”, lo cual es por demás ambiguo. Sin embargo, Berry pasa rápidamente de entrevistar a Gracie, su familia, su ex y sus amistades a apropiarse de sus experiencias, como al visitar la bodega de la tienda donde tuvo lugar su primer encuentro sexual con Joe, así como al responder a una provocadora pregunta de un estudiante sobre los actos sexuales en las filmaciones. Para recrear al personaje de Gracie la actriz requiere más que imitar sus gestos, ropa y formas de hablar, parece sentir la necesidad de transgredir límites y la intimidad. Así, de ser una observadora ajena y discreta va violando los límites profesionales para convertirse en una depredadora de memorias. Berry se posesiona de una versión, un eco, de Gracie, convirtiéndose en una protagonista más del drama al ir tanteando las debilidades de los involucrados, en particular su obsesión de negar, después de casi dos décadas que lo suyo fue un crimen sino un acto inocente, consensual y sobre todo amoroso. En una conversación particularmente incómoda trata de obligar a Joe a reconocer que él dominaba la relación, en una escena es una calca de una entrevista de Letourneau y Fualaau.

El narcisismo de Elizabeth parece encajar en el de Gracie al revelarse su tendencia manipuladora y dominante (su afición a la cacería se ofrece como una inquietante metáfora de su relación depredadora), sus mini agresiones y crueldad sutil contra sus familiares resultan estremecedoras (“Creo que es genial que no tengas miedo de mostrar tus brazos y no te sometas a los estándares poco realistas de belleza” y cuando le dice a Joe: “Esa es tu segunda cerveza”). Joe por su parte parece un adolescente eterno, triste y confundido, que apenas puede acomodarse dentro de su piel; camina como sonámbulo por una vida que alguien decidió para él. Resulta bastante evidente la obsesión que tiene Joe con las mariposas monarcas a las que cría en cautiverio para después liberarlas, como una evocación del estado de madurez que él nunca alcanzó. Si bien hay un formidable duelo de fuerzas en las excepcionales actuaciones de Moore y Portman, en papeles de pretensión extravagante y cínica, en realidad es Melton quien imprime el elemento trágico a la historia con sus silencios, su corporalidad herida y sus emociones atrofiadas.

Haynes muestra a la familia de Gracie como sobrevivientes de una transgresión social primigenia y un maremoto mediático. La objetividad de Elizabeth en su búsqueda de “la verdad” se va disolviendo rápidamente entre la condescendencia por la gente común, su egoísmo y su voracidad por incorporar a Gracie y su mundo de engaños y delirios a un repertorio. Para Berry la “historia” de Gracie es una oportunidad para dejar de ser una personalidad famosa de la televisión y volverse una actriz seria. Al perseguir esa madurez y éxito interviene en el mundo real de su personaje sembrando devastación que explica diciendo: “Eso es lo que hacen los adultos”.

 

 

naief-yehya-150x150Naief Yehya es narrador, periodista y crítico cultural. Es autor, entre otros títulos, de Pornocultura, el espectro de la violencia sexualizada en los medios (Planeta, 2013) y de la colección de cuentos Rebanadas (DGP-Conaculta, 2012). Es columnista de Literal y de La Jornada Semanal. Twitter: @nyehya

 

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Posted: December 27, 2023 at 10:01 am

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