Essay
Mujeres que escriben para recuperar territorios
COLUMN/COLUMNA

Mujeres que escriben para recuperar territorios

Adriana Pacheco

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En una sala abarrotada de gente, en un edificio moderno sobre una calle ruidosa llena de voces en un idioma extraño, el inglés, en una de las más importantes capitales del mundo, Nueva York, y en una feria de libro, la FILNYC, la voz suave de la poeta mixteca (ñuu savi) Nadia López García se levanta para decir que “La poesía es más un territorio que sólo las palabras del espíritu”. Reconocida en 2018 con el Premio Nacional de la Juventud que recibió del que era presidente de México en ese entonces, Enrique Peña Nieto, se ha convertido en una activista de la lengua que busca reconquistar desde la literatura, territorios y espacios que a lo largo del tiempo les han sido arrebatados a su gente. Como muchas niñas migrantes, Nadia creció atravesando México cada año para llegar a California a trabajar con sus padres en la cosecha. Cada año, al fin de la temporada, regresaba a su lugar de origen para seguir creciendo en su pueblo natal. Un día, Nadia quiso salir de él, desafiando la tradición de su género, para hacer vida en un mundo y en un idioma ajeno al suyo, para conquistar otro territorio en el que, casi sin darse cuenta, se fue convirtiendo en vocera de su gente, defensora de su idioma, e inspiración de otras jóvenes mujeres de pueblos originarios.

Pero Nadia no está sola, en la misma mesa —moderada por otra poeta, Julia Santibáñez— están las escritoras Irma Pineda de origen zapoteco (diidxazá) y Rosa Maqueda de origen otomí (ñähñu). Las tres comparten de muchas maneras la historia de vivir entre dos mundos y de un gran esfuerzo por hacerse espacio en una sociedad llena de prejuicios para proteger su derecho a escribir y ser leídas en la lengua de sus madres y sus abuelas. La lectura en sus idiomas y en traducción frente a un público que silencioso las escucha, es una forma de romper con la palabra fronteras mucho más anchas que las que separan países: las del racismo, la ignorancia y la discriminación. La atinada idea de proyectar los poemas al tiempo que leen, permite que la belleza sonora de la voz se deslice sobre la imagen de la palabra, inteligibles para muchos ahí pero tal vez familiar para otros, para que fonema y grafía juntos muestren el fascinante territorio que es la literatura en lenguas originarias.

 

Dí nega

¡Un’bu nuga dra ndähi!

K ora xedi ‘ne xá te

Ha nunä ra mahets’i

Ga ja ndunthi ya gui

Ha nunä ‘yót’ä hai.

¡Konge’ä ha ra ‘bot’ähi ya nja ndunthl ya te!

¡Njabu nunä ma zi jä’i

Hinda ma de nuwa ma hnini!

Anhelo

¡Si yo fuera viento!

Fugaz e inasible

En el hueco del cielo

Arrastraría nubes

A este suelo sediento.

¡Qué fértil sería el Valle!

¡Qué lejos estría entonces

La partida de mi pueblo!

Ya he visto antes una emoción parecida en un público que escucha a una escritora heredera de esas culturas milenarias. Fue en un video del Festival Internacional de Poesía de Medellín del 2012 que circula por Youtube, en donde la escritora originaria de Perú, Dida Aguirre García, se dispone a leer un poema en quechua (kichwa) al tiempo que a cámara muestra un auditorio lleno. Ahí, una madre tiene a un niño pequeño en su regazo. Está todo cubierto con una manta. En el momento en que la lectura empieza, el niño se descubre y aparece curioso, quiere ver quién habla en un idioma que le es familiar. Dida lee y el niño la mira atento.

Aya allpayachu akurani

Aya

upallalla chuyunyaq

simiyuq kanallaypaq

¿Acaso

polvo de los muertos

he masticado

para que mis labios estén sellados

en silencio de muerte?

Pero antes no fue así. Antes, para ser escuchada en su propio idioma, tuvo que abrirles paso a las palabras de sus ancestros traduciéndolas al español. Mucho tiempo pasó para que pudiera sentarse a leerle a un público con el que comparte herencias.

Dida cuenta que cuando niña, ir a la ciudad y aprender la otra lengua fue darse cuenta de dos realidades que se contradecían entre sí pues, para los que la educaban en un idioma que le era ajeno, “el quechua era una lengua menor, ni siquiera era un idioma, era un dialecto de segunda categoría, tan pobre que no podía hacerse literatura con él, decían”. Pero en su propia experiencia eso no tenía sentido. Ella misma había crecido con una madre que era una poeta natural, con un abuelo que le enseñó cuentos, leyendas, adivinanzas y un imaginario en donde las palabras y la naturaleza estaban unidos en un mismo territorio: el de la cosmovisión andina. Y fue en ese momento, frente a esa contradicción en donde Dina dijo “Ahí tuve el reto de demostrar lo contrario”.

Otras escritoras han tenido que abrirse caminos para demostrar lo contrario, como el caso de Dina Ananco quien creció entre el idioma de su madre, el wampis, y el de su padre, awajún. Nacida en la Amazonia, en el norte de Perú frontera con Ecuador, el español le llega hasta la educación secundaria cuando Dina entra al mundo de los mestizos que no hablan como ella. En un inicio, al igual que para Dida, la traducción es su primera entrada para hablar desde su cosmovisión como habitante de una de las zonas biodiversas y naturales más importantes del mundo. Escribir para ella en un tercer idioma, el español, fue una gran decisión “Toda escritura es una decisión” dice. Hoy, une arte y palabra para desde lo visual mostrar que hay otras contradicciones e incoherencias, como lo es hablar de protección a la vida y a la naturaleza pero al mismo tiempo destruirla y discriminan a sus custodios: los habitantes de esas regiones naturales. Para ella, la lucha es transformar a una sociedad que se niega a “desamprender”, a despojarse de sus prejuicios y prácticas, a reconocer el derecho de otros a sus territorios y a otras maneras de vivir la vida.

 

Atumsha urukarmetsu

Atumsha urukarmetsu,

Wika, wampis anentaimtan wakeeruta jajai

Wampis nuwajai metek

Wampis, papin universidad aujsaujai metek

Wampis nuwa uchirtinjai metek

Wampis nuwa aishrinñujai metek

No sé ustedes

No sé ustedes

A mí, a veces me da la gana de pensar como wampis

Otras veces como mujer wampis, 

Universistaria wampis

Mamá wampis

La amante wampis

Los territorios que busca recuperar la escritora, investigadora y artista Elvira Espejo son otros y a la vez los mismos. Directora de MUSEF, Museo Nacional de Etnografía y Folklore en La Paz Bolivia, Elvira es heredera de la tradición aymara y quechua. Ella dice que creció sabiendo que había lugares en donde no podía entrar sin que las miradas de los otros la vieran como a una intrusa, sabiendo que le era prohibidos y que así lo había sido por siglos para su gente, como el caso de los museos. Ella dice “Hemos sido privados del museo y el extractivismo vino a quitarnos nuestros bienes culturales para llevárselos y administrarlos en ellos […] siempre fuimos rechazados, negados”. Elvira decide de joven salir de su comunidad para hacer una carrera en el arte y la literatura. Llega a ser investigadora en el British Museum, y hoy, no solamente dirige el museo de arte, etnografía y folklore más importante en Bolivia, sino que además ha logrado llevarlo a la gente, con su proyecto “Musef más cerca de ti”, que recorre los pueblos de su país. Elvira preserva además otro idioma: el del tejido. El proyecto “900 tejedoras” escribe con sus textiles y bordados una historia milenaria que ha sido interpretada por siglos a puerta cerrada, a espaldas de sus propios productores, como siempre sucede con el colonialismo. Como escritora, la poesía de Elvira recorre el mundo con sus traducciones al español, el alemán y otros idiomas, ganando con ello otros territorios.

Chullumpi 

Kawkiy ukat antastha

Waya waya wayay chullumpi

Jila lumat antastha

Waya waya wayay chullumpi

Kawkiy ukat qushtastha

Waya waya wayay chullumpi

Zambullidor

De dónde arreaste

La senda cría del zambullidor

De la loma alta arreé

La senda cría del zambullidor

De dónde levantaste

La senda cría del zambullidor

Estas escritoras, Nadia López de origen mixteco; Irma Pineda, zapoteco; Rosa Maqueda, otomí; Dida Aguirre, quechua; Dina Ananco, wampis y awajún; y Elvira Espejo, aymara y quechua, son tan solo una pequeña muestra del basto universo de la literatura en lenguas de pueblos originarios. La incorporación de su obra a un campo literario, la enseñanza de sus libros en programas de estudio, de su lectura en original y traducción, depende del trabajo que se haga en difundir y abrir espacios, en conquistar territorios.

Pero para los originarios de esas regiones del mundo el primer territorio que se tiene que salvar es donde habitan, lugares donde el extractivismo, la minería ilegal de oro, la depredación de sus recursos y el empobrecimiento de sus tierras, como lo ha dicho la escritora peruana Andrea Ortiz de Zevallos en su novela, Madre de dios, son algunos de los muchos peligros que enfrentan. Es la pregunta que la investigadora mixe Yásnaya E. Aguilar se hace “¿Qué sucederá con el territorio en que habito?”

Esta columna empezó hoy en Nueva York, en donde Nadia, Irma y Rosa leen en una Feria de libro. En un país donde también los pueblos originarios perdieron sus territorios a manos de la colonización. En donde hace unos días, el presidente Joe Biden —en uno de sus últimos actos de su administración— pidió una disculpa a las Native Americans Tribes, específicamente a los niños, hoy adultos, que fueron sustraídos de sus casas y llevados a colegios como internos para ahí abusar de ellos, violarlos, denigrarlos y a muchos matarlos o dejarlos morir, con el pretexto de reeducarlos en la religión, las maneras y el idioma. No hay perdón que alcance para ellos.

Los pueblos originarios, a todo lo largo del continente, han vivido historias de segregación, abuso y racismo. Hay voces que tienen mucho que contar y muchos que quieren escribirlas y leérselas en sus idiomas originales para su gente y para que nosotros las conozcamos en la traducción. Hoy, el interés que se ve más y más habla de que quieren escucharlas, porque al hacerlo es posible pensar en las contradicciones de una sociedad inmensamente racista y discriminadora, porque nos enfrentan a ver un mundo centrado en el consumismo, donde la eficiencia, la productividad y los resultados, principalmente económicos, son la medida del éxito y el sentido de la vida misma.

Sentados en medio de esta sala, escuchando leer a tres poetas, emocionados con la alegría y el ritmo de sus idiomas, a la vez que conmovidos con sus protestas abiertas y directas, se abre una ventana a otra sensibilidad que invita a desaprender lo largamente aprendido, a disfrutar sin exotizar, ni romantizar, ni crear estereotipos —porque sería otra forma de discriminación— sino a reconocer una mirada que se enfoca en otros imaginarios, en otros temas, en otros ritmos y en otras estructuras de pensamiento. Lo importante es que abrir espacios, como el que la FILNYC y otros han abierto para colaborar con todas estas escritoras y activistas y que puedan seguir conquistando territorios donde pueda habitar su poesía.

 

 

Adriana Pacheco, PhD. es investigadora y es escritora. Fundadora del Proyecto Escritoras Mexicanas Contemporáneas y la fundadora y conductora de la página web y podcast Hablemos, Escritoras. Es coordinadora de los libros Romper con la palabra, violencia y género en la obra de escritoras mexicanas contemporáneas y Rompiendo de otras maneras, cineastas, periodistas, dramaturgas y performers. Es investigadora afiliada de LLILAS, University of Texas, Austin, miembro de Advisory Board del Texas Book Festival y fue miembro y chair del International Board of Advisors en la Universidad de Texas, Austin. Su Twiter es @adrianaXIX_XXI

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Posted: November 4, 2024 at 7:57 pm

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