No éramos comunes, por no decir que no éramos normales
Michelle Roche Rodríguez
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Leí Las primas de la argentina Aurora Venturini subyugada por el cruel desparpajo de la voz de su narradora, una joven con (lo que podría ser) autismo. Sin hacer concesiones, Yuna cuenta su historia, la de su hermana y las de sus dos primas, todas con algún grado de discapacidad física o psicológica, a través de una sintaxis coloquial que se hace más compleja a medida que avanza la novela de formación, ambientada en la década de los años cuarenta. «No éramos comunes, por no decir que no éramos normales», escribe, refiriéndose menos a sus primas que al seno claustrofóbico de la familia disfuncional que habitan. Su estilo de expresión es tan brutal como el universo que describe.
La protagonista es la más aventajada entre los personajes pues llega a convertirse en una importante pintora de sensibilidad surrealista. Los lienzos son su refugio frente a la machista sociedad de La Plata, como también lo es la escritura que vemos desarrollarse con ayuda del diccionario. «Mi vocabulario iba día a día enriqueciéndose», anota Yuna, que al principio de la novela prescindía de la puntuación: «quedaba boquiabierta pensando que existían palabras misteriosas, palabras que dormían en los diccionarios y nadie usaba».
La publicación en España de Las primas en 2021 vino precedida del mito de su autora, fallecida en 2015, quien después de años escribiendo y autopublicándose llegó a la fama a los ochentaicinco años, cuando ganó el premio Nueva Novela del diario Página 12. Lo que cuadraría con el tipo de textos que he venido publicando en esta columna es que dedicara los siguientes párrafos a tratar de dilucidar si ella sufrió tanta indiferencia debido a la misoginia de la crítica literaria argentina o que evaluara si con la entrada del siglo XXI se operó un cambio en la sensibilidad de los círculos literarios de su país tendente a privilegiar la mirada femenina sobre los aspectos más siniestros de la realidad. En este sentido resulta emblemático que una autora de ficciones de lo nefasto, cuando no directamente de lo fantástico, como Mariana Enríquez hubiera estado en el pre-jurado de aquel concurso.
Conexiones o posibles conexiones.
Daré descanso (al menos en esta entrega) a mis críticas contra la crítica literaria. En cambio, me referiré a una casualidad y propondré una conexión entre escritoras.
Primero, la casualidad. La misma semana en que leí Las primas, me enteré de que hay quien clasifica mi novela Malasangre de discurso de la discapacidad, lo cual me parece refrescante, acostumbrada como estoy a ser leída desde el fantástico latinoamericano. La obra (también) de formación publicada en 2020 cuenta la historia de una adolescente que descubre su inclinación a beber sangre. Para su familia conservadora y para la sociedad venezolana de la dictadura militarista de 1921 en las que crece, esta condición llamada «hematofagia» la convierte en una mujer fatal. Si los discursos de la discapacidad conciben ciertas condiciones físicas o mentales como construcciones sociales y formas de opresión en las cuales son significativas la naturaleza de la discriminación y la exclusión en sus variadas formas, mi Diana Gutiérrez ciertamente está cerca de Yuna y sus primas. Todas provienen de familias crueles y deben enfrentarse a sociedades machistas. Pienso que quizás fue esta casualidad la que me llevó al desconcierto ante la obra de Venturini.
Dicha casualidad viene apuntalada por otra: este año he pensado más en la novela Lectura fácil de Cristina Morales que en 2018, cuando se ganó el Premio Herralde. De hecho, volví a leerla en enero, antes de asistir a la versión libre que el dramaturgo Alberto San Juan presentó en el Teatro de Valle-Inclán (Centro Dramático Nacional) de Madrid. En la obra de teatro, como en la novela coral de Morales, se presentan las vidas de cuatro mujeres con distintos grados de discapacidad emparentadas por lazos sanguíneos o de afinidad que comparten un piso tutelado, en «el extrarradio del progreso», como dicen, de la caótica Barcelona contemporánea. Cada mujer busca su libertad. Para Patri significa conservar a toda costa el piso tutelado; en el caso de Marga, evitar la esterilización que debido a su promiscuidad quiere imponerle la Generalitat de Cataluña, y el objetivo de la malhablada Nati es defender a sus amigas y bailar tranquila en una academia del barrio. La cuarta de ellas, Àngels, es la que más recuerda a Yuna, pues escribe sus memorias a través de las normas de un manual de «lectura fácil» para personas con «diversidad funcional». Gracias a ella se conoce el pasado familiar de las protagonistas entre residencias rurales o urbanas para personas con discapacidad.
En esta novela de marcada tendencia política, como son todas las de Morales, se intercalan discursos en primera persona, partes del diario de Àngels, actas de las asambleas de un grupo okupa y documentos legales. De la misma manera que la falta de sutileza en el discurso de Yuna en Las primas recuerda a quienes leemos la brutalidad del mundo que habitan sus protagonistas —el cual, por apelar en ciertos casos a lo siniestro no deja de ser realista—, el resultado de la experimentación en la forma de Lectura fácil nos permite hacemos nuestros propios juicios sobre los hechos narrados, en especial los obstáculos que el sistema pone en la lucha por la inclusividad. En ambas novelas, las discapacidades de cuatro mujeres apuntan a temas más amplios y terminan hablándonos de la posición vulnerable que todas y todos y tenemos frente al sistema.
Lo escrito hasta aquí me permite poner en común una posible conexión entre malas mujeres nacidas y criadas —e inventadas, por supuesto— a ambos lados del Océano Atlántico. Porque si esta columna hubiera sido un chiste, yo habría comenzado con esta pregunta: ¿Qué tienen en común una octogenaria argentina con una granadina que vive en Barcelona?
Distintas a los androides que sueñan con ovejas eléctricas, ellas son cronistas de realidades tan crueles en el siglo XX como en el XXI que fantasean y nos hacen fantasear con mujeres infames.
VENTURINI, Aurora. Las primas (2021), Editorial Tusquets.
MORALES, Cristina. Lectura fácil (2018), Editorial Anagrama.
ROCHE RODRÍGUEZ, Michelle. Malasangre (2020), Editorial Anagrama.
Michelle Roche Rodríguez (Caracas, 1979) es narradora, crítica literaria y periodista. Ha publicado Álbum de familia: Conversaciones sobre identidad y cultura en Venezuela (2013), Madre mía que estás en el mito (2016), la colección de cuentos Gente decente (2017, Premio de Narrativa Francisco Ayala) y Malasangre (2020). Colabora con varias revistas literarias españolas y medios culturales venezolanos. Trabajó en el diario El Nacional, fue profesora en la Escuela de Letras de la Universidad Católica Andrés Bello y fundó Colofón Revista Literaria en 2014. Reside en Madrid desde 2015. Su página web es www.michellerocherodriguez.com.
Fotografía © Emilio Kabchi.
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Posted: September 25, 2023 at 9:05 pm