Otro whiskey
Daniela Becerra
Papá está recargado en la barra de la cocina, ¿cuántos whiskeys habrá tomado ya? Su voz se distorsiona, las palabras tiemblan y tropiezan. No sé qué hago aquí. Susi lo mira desde una esquina, baja la mirada cuando él pregunta, ¿para qué vivir, Susi? ¿Qué caso tiene trabajar tanto, llegar a casa y no sentirse querido? Mamá lava los platos. Los toma con delicadeza, enjabona, los talla con la fibra, los enjuaga con agua caliente y los seca con una toalla azul. Susi se da cuenta de que lava sin receso. ¿Nena, quieres ayudarme? Susi, toma los tazones mojados, pasados ya por el chorro de agua, y los seca. Busca la mirada de mamá ¿cuántas veces habrán de lavarlos? Las necesarias, contesta ella.
Papá golpea con el puño la mesa, tiene el rostro húmedo. Empezará a llorar, piensa la niña. Mamá le servirá un caldo de pollo, le pasará la mano por la frente y le servirá agua mineral.
Papá toma el caldo de pollo, nadie me necesita, dice y destapa una cerveza. La botella emite un ligero sonido, un humo imperceptible se evapora. Mamá le dice ya has tomado mucho. Él le lanza una mirada helada y vidriosa, congelada, una mirada de náufrago. Estoy harto de que me digas qué hacer. Susi siente que esa mirada la hunde en un mar turbio. La garganta se le cierra. Las manos le hormiguean. Carraspea y se excusa para ponerse la piyama, las piernas le tiemblan al desvestirse. Mira las fotos de su pared, papá con las orejas de Mickey en Disneylandia, los abuelos con un ramo de rosas en el Festival de Ballet. Las amigas del colegio con el jumper azul del uniforme. ¿Podrá refugiarse en una de esas imágenes? Ya no escucha a mamá en el fregadero, así que se acerca a la cocina de puntitas. El silencio se puebla de escenarios. Sin embargo, no se atreve a mirar. Vuelve a su habitación, se mete bajo las cobijas, se tapa la cara y apaga la luz. Se concentra en la respiración. Anhela soñar y despertar en otro sitio, de la mano de sus padres, con las flores de los abuelos y un pastel de cumpleaños. Una puerta azota, el perro ladra, se escucha el motor del coche. Mamá llega apurada a su cuarto, enciende la luz y la descobija. Susi, ve a hablar con él, dice que se va de la casa. Mira la hora que es y como está, no puede manejar así.
Le pasa una chamarra. Susi corre hacia el estacionamiento, las piernas aún temblorosas, el rostro caliente. Se acerca al coche. El motor está encendido pero no hay movimiento, la cabeza de papá está reclinada sobre el volante. Al menos, no se encontrará con sus ojos desolados. Golpea la ventana con los nudillos. Él no responde. Mamá la mira desde el segundo piso, envuelta en su bata rosa, las manos apretadas contra el pecho. El portón de la casa está abierto, Susi duda en cerrarlo. Se acerca. El frío se le cuela por los pies. Voltea a ver a mamá en la ventana, voltea a ver a papá sobre el volante. Corre hacia afuera hasta que de pronto las pantuflas salen volando. Imagina el vómito caliente en el coche cerrado, imagina a mamá lavando vajillas que ni siquiera usaron. Siente que las plantas de los pies le queman.
Los vecinos de la esquina la encuentran sola en la banqueta, descalza, las pantuflas lilas a media calle. ¿Todo en orden? Preguntan. Sí, todo en orden, responde ella. ¿Segura?, insisten, no pasa nada, un domingo cualquiera, sube la vista, se arregla el pelo y regresa a casa.
Daniela Becerra ha publicado en El Financiero, Reforma, Elle, Harpers Bazar, además de Amura, Nagari Magazine, la revista Este País y el blog de corredores de El Universal. Fue editora del libro Alcanzando el vuelo. Responsabilidad social en la empresa, editado por CEMEFI y Celanese y de un libro sobre las etnias del Estado de México. Twitter: @danielabr3
©Literal Publishing. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación. Toda forma de utilización no autorizada será perseguida con lo establecido en la ley federal del derecho de autor.
Posted: January 11, 2018 at 9:44 pm