Paul Gauguin en el taller-Tahití de los tristes trópicos
Adolfo Castañón
Con saludo a José Luis Rivas,
Premio Nacional de Ciencias y Artes 2009
Una concentración calculada para despertar la imaginación adormecida
por las brumas del invierno.
Una cascada de colores y formas.
Una declaración mil veces repetida del consabido odio a la civilización.
Una afirmación del ocio infatigable, del trabajo encarnizado que sobre la tela,
el papel y la madera practicó este bretón de rasgos toscos que buscó salvación
en la pedofilia.
Una búsqueda del paraíso sensual, del edén donde se purifican todas las aguas turbias.
Una aventura ofrecida en el altar de la Gran Loba donde el artista civilizado se degüella.
Un álbum de familia.
Los ojos pasablemente indiferentes de esas familias que le ofrecieron a Gauguin tierras e hijas.
El Robinson Crusoe que va en busca de niñas púberes para renacer de sus cenizas civilizadas.
El Robert Louis Stevenson de la pintura.
El solitario perdido en el laberinto de sus cuadernos.
El adorador inequívoco de la Virgen.
El que se sabe y siente observado por El Diablo que enciende
e incendia los ojos del alma.
El ávido de conocimiento;
el sediento de olvido.
El devorador de formas y colores.
El cantante silencioso de la curvatura.
El húmedo Gauguin, el hermano en verdes y amarillos del ávido Van Gogh.
El atrapado en el trópico.
El rechazado de los salones.
El hijo pródigo.
El vengativo.
El resentido.
El que lloró las letras de oro de los cuerpos bajo una lluvia azul.
El que disimulaba su tentación abstracta en el paisaje.
El niño que se comía los frutos del árbol del conocimiento y se ponía tan azul que casi se demoraba.
El anti-Mallarmé.
El anti-Cezanne.
El discípulo de Tamayo.
El Claudel que se clavó en los mares del pacífico.
El árbol que crecía bosques con ramas en erecta posición.
El adorador secreto de la piedra.
El filósofo camuflado.
El aprendiz de alquimista.
El paisajista de un solo paisaje.
El joyero.
El que pintaba azules los caballos blancos.
El pintor submarino.
El que se comía la tierra a colores.
El Cripto-helenista,
el cazador entre los mármoles.
El avaro.
El insomne.
El arquitecto de la siesta.
El lento.
El gambusino filosofal.
El cocinero de las hormigas.
El bebedor de agua de colores.
El que nunca dejó de ser un marino bretón.
El que vivía cuaderno adentro.
El atrevido.
El innombrable de las islas: Paul Gauguin.
– Gauguin: “Tahiti, L’atelier des tropiques.” Paris, Galeries Nationales du Grand Palais, 2004
Posted: April 19, 2012 at 5:55 pm