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¿Qué pasa, USA? El dilema cubano frente a la boleta electoral

¿Qué pasa, USA? El dilema cubano frente a la boleta electoral

Mabel Cuesta

 

Para Ricardo Acosta, con gratitud

 

Aunque para muchos parecía eterna la espera ya está aquí el 2020 y con él la posibilidad de regresar a las urnas en Estados Unidos. Antes de dar rienda a estas ideas, quisiera aclarar que más que una propuesta cerrada o un intento de influencia articulados desde el privilegio de este espacio, lo que espero a través de ellas es aprender –o desaprender si fuera necesario– de las dinámicas históricas que nos ponen, como cubanos, frente al enorme dilema de a quién elegir para el rol final de la presidencia estadounidense y por qué.

Asimismo, como he venido mascullando en diversos muros de Facebook, no desestimo los pesos del trauma, las solidaridades y los afectos como resortes que catapultan e interfieren en nuestras decisiones más difíciles. Harto más complejas si con ellas comprometemos el destino (no por temporal menos insidioso o virtuoso) de una nación. Aquello a lo que solemos llamar consciencia cívica, pende sobre nuestras cabezas en cada viaje a las urnas. Al menos si nos lo tomamos en serio.

Y los cubanos con capacidad de voto en los Estados Unidos –o en cualquier otro país donde hayamos sentado diaspórica residencia– más que tomarlo en serio, lo asumimos como acto de redención. De entre todo lo que nos fue negado allende la isla, lo que más duele es el secuestro de nuestra capacidad para elegir líderes: “¡Hasta cuándo María Remolá!” –gritaba el desesperado Diego de Fresa y Chocolate y los cubanos bien sabíamos qué nombre se escondía tras el de la cantante de zarzuelas. Hemos vivido sin capacidad para elegir mandatarios y también sin capacidad para decepcionarnos de sus torpezas. La decepción nos ha sido tan arrebatada como la ilusión. De ahí que ya en extramuros y roto ese limbo cívico-sentimental, arremetemos como fieras desesperadas si hay que discernir tanto entre colores bipolares como entre matices de un mismo color.

Hablemos de las filiaciones republicanas de los cubanos en los Estados Unidos: tres episodios definitivos

Como es bien sabido en abril de 1961 el ejército cubano venció en batalla a unos 1.500 opositores del gobierno de la isla que habían sido entrenados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en campamentos de América Central. El pequeño ejército disidente había desembarcado en Bahía de Cochinos con intenciones de desencadenar una rebelión popular. Cuando el fracaso del ataque fue evidente, la CIA pidió al presidente demócrata John F. Kennedy que involucrara directamente las fuerzas armadas de Estados Unidos en apoyo de la invasión, pero éste se negó. Kennedy, por su parte, había dudado mucho de los planes de la CIA, que databan del gobierno anterior, presidido por Dwight Eisenhower, y no quería un baño de sangre entre civiles; lo cual era asimismo una estrategia de muy baja popularidad tanto ante la ciudadanía norteamericana como ante la opinión internacional.

Durante las jornadas de Bahía de Cochinos murieron más de 300 exiliados y otros 1200 resultaron encarcelados en Cuba hasta que meses más tarde fueron canjeados a Estados Unidos por alimentos. Como resulta lógico concluir, este episodio de abandono y traición por parte del gobierno demócrata y su líder provocó profunda desilusión al interior de una comunidad que ya venía intensamente lastimada por pérdidas materiales y afectivas; catapultando así un quizá irreversible disenso entre ese partido y sus potenciales afiliados de origen cubano.

En medio  de los eventos de Bahía de Cochinos, Fidel declaró el carácter socialista de la revolución; radicalizando y exponiendo de una vez y para siempre sus simpatías con el marxismo-leninismo; unas que hasta ese momento había conseguido mantener con semibajo perfil. El modo en que el gobierno de Nikita Jruschov capitalizó los eventos de 1961 fue convocando a Castro y sus asesores a que se asociaran al bloque soviético lo cual traería prebendas de orden financiero y militar; de entre ellas la más jugosa sería instalar misiles con cabeza nuclear en la isla, lo que demostraría a Washington el riesgo de cualquier intento de invasión o desestabilización.

Como también sabemos, aquellas bases de misiles fueron detectadas por aviones de Estados Unidos y J.F. Kennedy exigió a Moscú su retiro y además bloqueó la isla con barcos y aviones. Vinieron grandes tensiones; pero Kennedy y Jruschov, prescindiendo de la opinión de Castro, acordaron que los misiles serían retirados de Cuba, en tanto Estados Unidos se comprometía en secreto a no atacar la isla y a retirar, en un tiempo prudencial, sus misiles atómicos Júpiter instalados en Turquía, al otro lado de la frontera con la URSS.

Si el fracaso de Bahía de Cochinos abrió una inmensa llaga entre los recién exiliados cubanos en USA y el partido demócrata que Kennedy presidía, la llamada “Crisis de los misiles” fue el espaldarazo absoluto que separó a aquellos que apostaban la libertad de Cuba a una intervención norteamericana y los modus operandi del partido demócrata. La tan mal llevada y traída asociación entre “demócratas” y “comunistas” quedó establecida entre abril de 1961 y octubre de 1962.

Para 1978 un segundo presidente demócrata, Jimmy Carter, volvería a defraudar a los cubanos de mayor sentimiento anticastrista en USA. Carter atendió a un llamado de Fidel para propiciar el diálogo entre representantes de la comunidad cubana en Estados Unidos y el propio gobierno de la isla. Dichos diálogos fueron realizados en La Habana y protagonizados por jóvenes activistas que en su mayoría habían venido al norte siendo niños o adolescentes y por lo tanto ya intentaban romper con las filiaciones ideológicas de sus padres o cuanto menos sentían gran curiosidad por visitar la isla de la que habían salido prematuramente y no por motu propio.  Aquellos jóvenes fueron acusados también de comunistas y muchos de ellos sometidos a actos de repudio y ostracismo protagonizados por otros cubanos que en mucho se distanciaban de los principios de libertad de expresión, asociación y filiación política de los que gozaban para sí mismos en USA.

Los diálogos facilitados por Carter y Castro trajeron un importante provecho para un número más extenso de exiliados y ese fue el de los conocidos “vuelos de la comunidad”; los cuales permitieron que por unos meses las personas que no estuvieran vetadas en Cuba (digamos por ser uno de los soldados de Bahía de Cochinos o por pertenecer a otras asociaciones claramente belicistas radicadas en Miami) pudieran regresar a la isla a visitar familiares y amigos. Quienes se beneficiaron de este acuerdo, se mantuvieron callados y viajaron. Quienes no, acusaron a los viajeros de “comunistas” sin deslindar o atender si aquel viaje de regreso llevaba como meta despedir a una madre moribunda o proveer medicinas para un enfermo terminal.

Hablemos ahora de un mito: el histórico condado rojo de Miami Dade

Establecido entonces el posible marco de lógicas y las historias que explican las tan cacareadas filiaciones al partido republicano de los cubanos en USA, pasemos a los datos y con ellos a intentar desmontar el mito del condado Miami Dade; ese que a modo metonímico traduciría en pronóstico para las filiaciones políticas de todos los cubanos en USA. Y dicha traducción sería -según su comportamiento en las urnas y lo recién recapitulado- una de inapelable signo republicano.

Importa entonces matizar y establecer que durante la última década, dentro de esa comunidad, los votantes que se identifican como demócratas se han duplicado, pasando de un 22% a un 44%. Lo cual facilitó que Barack Obama ganara el estado de la Florida en las elecciones de 2008 y 2012. El cambio demográfico en el Miami Dade es real y con dicho cambio un desplazamiento hacia una zona del espectro político que cada vez parece menos anclada en los residuos afectivos de abuelos o padres que perdieran propiedades, influencia y grandes bienes emocionales a causa del castrismo.

Además, y saliendo por un momento de la mirada insular, debemos reconocer que existen otras tres grandes fuerzas de tensión activas en el estado de la Florida en general y al interior de este condado en particular y estas son: una gran población de adultos mayores (cubanos y no) de clara tendencia religiosa y conservadora; una creciente ciudadanía venezolana (tan escindida por el trauma y el cambio demográfico como la cubana) y una pujante comunidad puertorriqueña de claro signo progresista.

La boyante economía de Donald Trump: hablemos solo de las tasas de desempleo

La gestión administrativa de Donald Trump ha sido financieramente exitosa en la medida en que se entienda como continuum de la iniciada por Barack Obama en 2009. Este último sí heredó un país que desde la gran depresión de 1929 no había sufrido tan duros embates en Wall Street. Sin embargo, el sector históricamente fiel al partido republicano que efectivamente sigue dominando Miami Dade se niega a confrontar los datos. No admite que si bien bajo la administración de Trump el desempleo ha alcanzado tasas mínimas disminuyendo de 4.7% a 3.5% es porque el actual presidente fue bienvenido en la Casa Blanca con una economía que ya se había recuperado de la profunda crisis que dejó Bush tras de sí. Cuando Obama entró al poder en el 2009 las tasas de desempleo eran del 10.3% y bajo su gestión fueron reducidas a un mínimo de 4.7%. En resumen, durante cuatro años Trump ha reducido el desempleo en un 1.2%, mientras que Obama lo redujo en un 5.6%, provocando un impacto 480% mayor que el de su sucesor. A pesar de todo lo hasta aquí expuesto, otra vez, una buena parte de la retórica de Donald Trump y sus seguidores ha estado basada en el descrédito y más allá en un intento de deshacer una buena parte de las estrategias políticas con las que el anterior presidente intentó hacer avanzar la nación.

Hablemos de Bernie Sanders: el fantasma del comunismo, el respetable trauma y el voto cubano

En días recientes uno de los aspirantes a la presidencia, el senador demócrata Bernie Sanders al ser confrontado en entrevista televisiva sobre su postura frente a la vigente dictadura cubana, admitió que era un régimen totalitario; pero matizó de inmediato su sentencia diciendo que no todo lo conseguido por la Revolución de 1959 había sido negativo. La ola de respuestas indignadas y no entre cubanos (no solo en USA, sino en cualquier sitio del globo) no se hizo esperar; iniciando así una conversación que sigue siendo tan compleja como dolorosa. Hablar de las siempre bienvenidas salud y educación gratuitas como si no hubieran pasado 61 años de atropellos, muertos por falta de asistencia médica y semi-analfabetos (visite los foros cubanos y hablemos de ortografía) por la extremadamente empobrecida calidad de la educación, pareció cuánto menos insensible.

Las piezas de opinión de periodistas y pensadores como Masha Gessen, Rafael Rojas, Fabiola Santiago y Carlos Manuel Álvarez nos han proveído con acercamientos mesurados y nada personalistas sobre lo que una potencial candidatura final de Bernie Sanders significaría para Cuba, caso de no revisar sus posturas.

Y es que no se puede desestimar el peso del trauma como reactor político.

Personalmente he celebrado en otras piezas de opinión el cómo Obama dignificó a la comunidad cubana de Miami en su discurso de marzo de 2016 en La Habana, intentando con ello limpiar viejas heridas y facilitar (que tontos no somos) cierta recuperación de control geopolítico. A la vez y también personalmente he repudiado las medidas de Trump al cortar remesas y vuelos que más que oxigenar a un gobierno, desoxigenan a las familias. Bernie debió atender a ambas posturas y efectivamente mirar en dirección opuesta a la de Trump; pero con el ejemplo de justicia y decoro con que Obama en La Habana le hablara al régimen. Cortar vuelos y remesas no es más digno que borrar el dolor del exilio cubano.

Hablemos de USA, de Cuba, de las próximas elecciones: hablemos de ti y de mí

Cualquier conversación que se inicia entre cubanos si trata de política, no importa cuán lejos el país o la práctica aludida, desembocará en Cuba. Haga usted la prueba. La próxima vez que se encuentre con un cubano propóngale un diálogo sobre el derecho al aborto en Sri Lanka. Mándame después un email con los resultados. Así las cosas, excepcionales y cercanos a Estados Unidos como somos y estamos, no entendemos la posibilidad de pensar la historia de esta nación sin vernos reflejados, aludidos, dañados o beneficiados de inmediato. Y tiene sentido porque si no lo hacemos nosotros, lo hacen los demás. Yo he sentido hambre una tarde de paseo en El Retiro de Madrid y han venido los españoles a explicarme cómo eso es culpa del bloqueo norteamericano. Puedo jurarlo.

De modo que en lugar de enfrentar ese fatum históricamente legítimo, toca asumirlo y actuar de acuerdo con la demanda. Una demanda que es efectivamente bipolar y que no sabe de matices más allá de salvas excepciones.

En las epidérmicas discusiones que han ocurrido en los últimos días me he visto como centro (por la breve gloria de 24 horas) de ciberlinchamientos y asesinatos de moral protagonizados por un grupo considerable de cubanos que, en su mayoría desde la Florida, atacan mi sexualidad, mi intelecto, mi peso corporal, mi grupo etario, las funciones ideológicas de mi puesto como profesora universitaria y una larga serie de flancos en donde sin haberse acercado ni a uno solo de mis libros o artículos me asumen como surprise, surprise: ¡comunista!

El arsenal del que estas personas se valieron y la campaña de descrédito que iniciaron replicando imágenes mías, promoción de eventos en los que estoy envuelta y publicaciones aleatorias de todo tipo se desató con un post de Facebook en donde declaraba abiertamente mi voto demócrata. Uno que en las primarias concederé a Elizabeth Warren; pero que más adelante será transferido a quien se lleve la candidatura de ese partido.

Contrariamente a lo que muchos solidarios amigos y colegas han recomendado (pues dicha descaracterización escaló hasta amenazas de muerte) no desestimo a ese sustituto de la res publica en el que las plataformas socio-digitales han devenido. Se han conseguido grandes avances desde el ciberactivismo. Las denuncias lanzadas desde esos espacios del éter y la incomodidad que generan a los gobiernos totalitarios las estamos viendo con claridad desde la revolución que fue iniciada en el Irán del 2009 a través de Facebook (entonces solo en computadoras) y mensajes de texto. Mucho han conseguido también los periodistas independientes cubanos desde que acceden a las redes digitales. De modo que importa atender ese malestar que una persona de bajo impacto, tal y como me considero, provoca en un grupo de votantes.

Hay una Cuba que, con muchos amigos, colegas y seguro que desconocidos, añoramos. Una que, tal y como sucedió con la república martiana, podría gestarse desde Estados Unidos. Ya que como México estamos tan lejos de Dios y tan cerca de ellos; ya que efectivamente de este lado no están secuestradas las instituciones y la libertad de expresión, asociación y filiación política son grosso modo respetadas. Esa nación cubana de intra y extramuros, imaginada siempre soberana, es también y sobre todo plural. No hay presos políticos, no hay paredón, no hay actos de repudio a disidentes, no hay regulaciones migratorias, hay elecciones libres y las marchas por el orgullo LGBTQI no son organizadas desde el gobierno sino desde las ONG y los partidos se legalizan y hay una ley integral contra la violencia de género y la comunidad de migrantes en el exterior tiene derecho al voto y en la misma mesa se sientan comunistas, socialistas, anarquistas, neoliberales, ecologistas, cristianos ortodoxos y liberales, afrodescendientes empoderados, emprendedores, republicanos, progresistas, anexionistas e independentistas y todos piensan la nación, la isla que decimos amar; pero que sometemos sin piedad con tal de avanzar nuestra agenda de egos, egoísmos y revanchas.

Las elecciones de 2020 son una buena oportunidad no solo para elegir al mejor candidato a la presidencia de los Estados Unidos sino para pensar Cuba y sus actores. Si desde este lado del Estrecho, llenos de privilegios y libertades enunciativas como estamos, nos empeñamos en masacramos, cómo imaginar entonces un futuro de respeto mutuo, convivencia y paz. Intentar salir del signo bipolar al que hemos sido asignados -quizás no solo en Cuba sino en todas las civilizaciones occidentales- es tarea terriblemente difícil; pero no imposible.

He compartido el episodio de mi ciberlinchamiento con una y sola una voluntad y esa es la de pedir perdón a mis agresores. Y no, no es síndrome de Estocolmo; es reflexión a posteriori y muchas horas de desvelo. Cierto es que se ensañaron y amenazaron por breves horas; pero cierto es también que cuando el primero de ellos me llamó ignorante solo por decir que votaría a Warren y descalificar a Trump yo no quise dialogar. Simplemente anulé la conversación y le regalé así el pie forzado para iniciar su campaña. A esa segunda parte no tengo nada que añadir ni responsabilidad que cargar pues sucedió en muros ajenos; pero por la primera sí. Yo misma cerré la posibilidad de sentarme a la mesa con alguien que vive convencido de que el actual presidente lo ha hecho todo bien. Y en lugar de educarnos mutuamente, preferí escapar de la conversación difícil.

Muchas conversaciones difíciles nos esperan. Ojalá seamos capaces de mirar más allá de nuestros legítimos traumas sin olvidarlos. Pedir perdón por las víctimas del castrismo; pero también por las de las arbitrariedades cometidas de este lado. Aprender a mirar los datos y la historia con distancia de investigadores que a veces solo quiere decir con sentido de justicia. De lo opuesto a estas variantes hemos tenido más de sesenta años. Ojalá podamos regalar a nuestros hijos y sobrinos un país al que volver sin miedo o una página de Facebook en donde nadie los acose.

*Agradezco especialmente los datos que para este artículo me brindó el artista plástico y abogado exofficio Miguel Rodéz.

 

Mabel Cuesta: Ensayista, poeta y narradora. Ha publicado In vía, in patria (Literal Publishing, 2016) Nuestro Caribe. Poder, Raza y Postnacionalismos desde los límites del mapa LGBTQ (Isla Negra, 2016); Bajo el cielo de Dublín (Ediciones Vigía, 2013); Cuba post-soviética: un cuerpo narrado en clave de mujer (Cuarto Propio, 2012); Inscrita bajo sospecha (Betania, 2010); Cuaderno de la fiancée (Ediciones Vigía, 2005) y Confesiones on line (Aldabón, 2003). Es profesora de Lengua y Literatura Hispanocaribeñas en University of Houston. Twitter: @luzbinaria

 

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Posted: March 2, 2020 at 11:23 pm

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