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Ser perucho en Nueva York

Ser perucho en Nueva York

Oswaldo Estrada

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Siempre que leo a Ulises Gonzales (Lima, 1972) siento que vuelvo a casa. No al Perú, precisamente, de donde ambos salimos en distintos momentos de la vida. Sino a esa patria inventada, hecha con retazos de lo que fuimos y lo que somos, construida con vivencias de aquí y de allá, en un espacio fronterizo que sólo los inmigrantes reconocemos como nuestro legítimo hogar. Las crónicas reunidas en La vida papaya en Nueva York (Suburbano, 2024) registran el tránsito de un peruano que abandona su país a los veintiocho años para reinventarse en Estados Unidos, donde debe aprender un nuevo idioma, realizar trabajos de todo tipo y empaparse de otras culturas y sueños, sin dejar de respirar nostalgias y añoranzas por un ayer que ya no existe. Mientras registra su vida en Nueva York, el cronista nos recuerda lo que fue vivir en un Perú violento, herido por un conflicto interno, por la hiperinflación y por sus constantes brotes de tifoidea, hepatitis o cólera. Acompañarlo por Manhattan, Brooklyn, el Bronx o Long Island, ya sea en auto, en tren o paseando en bicicleta, es reflexionar sobre los diversos motivos por los que la gente abandona su país, cuestionar las clases sociales y la discriminación racial, o conocer de cerca las identidades híbridas de aquellos que vivimos entre el inglés y el español, en contacto con otras costumbres y comidas, en el límite mismo de la pertenencia y el desarraigo.

Ulises Gonzales es Doctor en Literatura Latinoamericana, egresado del Graduate Center de CUNY, y desde hace años trabaja como profesor en el departamento de Journalism and Media Studies en Lehman College. Recalco sus credenciales porque su gran acierto es haber logrado que sus crónicas neoyorquinas no tengan el tufillo de la academia. Su narrador comparte con nosotros novelas, películas y vivencias con sus compañeros del doctorado, con sus profesores, pero se ríe de la academia con una frescura que nos hace falta, reflexiona sobre su vida como papá de dos mellizos, como esposo en un suburbio, como hijo, como hermano; no le huye a lo sentimental ni a lo banal ni a lo escatológico; y registra con detalles jugosos sus amores pasajeros o afiebrados, tal vez porque “la vida también consiste en tener alguien con quien seguir muriendo acompañado” (67). Con un lenguaje ágil, cotidiano, el narrador de estas páginas nos hace cómplices de sus andanzas, sus aventuras, sus deseos incumplidos, y nos inmiscuye en las conversaciones de otros para descubrir, por ejemplo, que “las mudanzas son viajes, comparaciones permanentes, lecciones” (79). Los que venimos de otra parte sabemos que es cierto. Y que los inmigrantes, como Ulises Gonzales, siempre estamos dispuestos a irnos, aunque de pronto nos ataque la nostalgia, el recuerdo de la garúa limeña o el desierto, las ganas de comer unas papas de textura terrosa, o tomar una Inca Kola, una Pilsen, una Cristal, o probar un cebiche que por un instante nos haga sentir en casa, aunque estemos a miles de kilómetros de distancia.

Las crónicas que hallamos en este libro muestran de cerca muchas cosas, pero sobre todo: “experiencias de inmigrante” (103). El narrador jamás se borra como punto de referencia y así, desde una postura íntima, personalísima, relata el descubrimiento en Nueva York de una nueva cultura popular, hecha de diversos ingredientes, y de series, películas, canciones, un español hecho de voces cultivadas en España o en algún rincón de América Latina. En el trayecto de la narración surgen las comparaciones inevitables con el lugar de origen, conversaciones hipotéticas (o telepáticas) con personajes ausentes, desplazamientos mentales, involuntarios, al terruño, y un afán incontrolable por echar raíces cuanto antes, en el hogar de adopción. De la mano del autor, entramos a bares, restaurantes, estacionamientos, estaciones del metro, museos, apartamentos, cuartos de paso o estudios diminutos. Y discutimos pasajes de Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Enrique Vila-Matas, George Eliot, Lina Meruane y Virginia Woolf, mientras tarareamos algo de Bob Dylan, Bob Marley, Juan Gabriel, o quizá “una mezcla de rock/pop en inglés de los 90s y de viejo rock en castellano” (83).

Con estos y otros datos Ulises Gonzales, editor de Los Bárbaros, donde tantos latinoamericanos hemos publicado cuentos, poemas y ensayos, da cuenta de una vida papaya en Nueva York. Papaya quiere decir “fácil” en buen peruano. Y sí: no es esta la vida de un inmigrante que viene a romperse el lomo en los campos de cultivo, que trabaja de sol a sol para llegar a duras penas a fin de mes, lleno de deudas, responsabilidades y tribulaciones. Es, más bien, la vida de un peruano de clase media, con estudios universitarios en su país, que tiene la fortuna de estudiar en Nueva York, terminar una maestría, un doctorado. No creo, sin embargo, que haya sido tan fácil para el narrador de estas crónicas estacionar carros en un club de golf, pasear perros en Central Park, vivir en cuartitos de medio pelo, batallar con el inglés, o aprender otras reglas de juego en un país donde siempre será un extranjero. Es verdad que no todos los inmigrantes somos iguales, que nos diferencian el nivel de educación, la clase económica, la etnia, pero unos y otros vivimos a caballo entre dos mundos, pensando en lo que dejamos atrás, recreando nuestras comidas con nuevos ingredientes, escuchando el soundtrack que nos devuelve a casa en un instante y, sobre todo, haciendo sumas y restas sobre lo que se gana y se pierde al migrar.

Si la crónica es uno de los géneros más cultivados en América Latina, como lo comprobamos una y otra vez al leer a Juan Villoro, Gustavo Rodríguez o Natalia Sobrevilla, en estas páginas Ulises Gonzales nos muestra su vitalidad en los Estados Unidos, donde sigue en auge el New Latino Boom tan estudiado por Naida Saavedra. Con toques de humor y afecto, el autor de La vida papaya en Nueva York nos instala en el ámbito urbano de un inmigrante que pedalea y pedalea en su bicicleta destartalada para seguir adelante. Porque ya no sabe detenerse.  O porque ese ir y venir es el único destino de la gente itinerante.

Gonzales, Ulises. La vida papaya en Nueva York. Suburbano, 2024. 210pp.

Oswaldo Estrada (1976), de origen peruano, es autor del libro para niños El secreto de los trenes (2018) y de tres colecciones de cuentos: Luces de emergencia (2019), Las locas ilusiones y otros relatos de migración (2020) y Las guerras perdidas (2021). Es autor de la novela Tus pequeñas huellas (2023) y ha editado el volumen Incurables. Relatos de dolencias y males (2020), con veinte autores latinoamericanos que viven en los E.E.U.U. En el 2020 obtuvo dos International Latino Book Awards y el Primer Premio de Testimonio de la Feria Internacional del Libro Latino y Latinoamericano en Tufts. En el 2021 fue finalista del Doris Betts Fiction Prize y su libro Las guerras perdidas obtuvo la Medalla de Oro como Mejor Libro de Cuentos en Español en el International Latino Book Awards 2022. Es profesor de literatura latinoamericana en la Universidad de Carolina del Norte, en Chapel Hill.

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Posted: July 11, 2024 at 10:27 pm

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