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Serafín, de Ignacio Solares
COLUMN/COLUMNA

Serafín, de Ignacio Solares

Adolfo Castañón

• Ignacio Solares: Serafín (ERA. Universidad Autónoma de Chihuahua, México, 2021.75 pp.)

I. No siempre es fácil reconocer al ya conocido y reconocido. Tal es mi caso con el escritor nacido en Ciudad Juárez, Chihuahua, Ignacio Solares (1945), a quien conozco desde siempre en letra de molde. Recuerdo su nombre escrito en el legendario “Diorama de la Cultura” de Excélsior en el que colaboraba con su “Inventario” José Emilio Pacheco. También lo recuerdo como uno de los autores que colaboraron con Octavio Paz en la revista Plural en un Dossier dedicado a la joven literatura de esos años. Creo recordar que lo vi saliendo del edificio de Excélsior en Reforma acompañado de Hero Rodríguez Toro. Desde entonces era para mí un ejemplo que no ha desmentido a lo largo de los años con su obra como narrador, dramaturgo, editor, ensayista y autor que sabe acuñar semana con semana un tren aforístico de “Minucias” en las que se puede leer entre líneas una suerte de autobiografía no sólo de la persona sino de la época. Cada semana con sus entregas me hace revivir la tentación de sugerirle a un editor que las ponga en cintura editorial y las transmute en libro. Insisto: no siempre es fácil reconocer al ya conocido y reconocido. Ignacio Antonio Solares Bernal es el autor —estaba a punto de escribir el médium— de un caudal de novelas históricas sobre Francisco I. Madero, Felipe Ángeles, Francisco Villa, Plutarco Elías Calles. Solares se ha dedicado a interrogar las entretelas de la historia política oficial mexicana; también ha sabido hacer crónicas y narraciones donde la teología, la magia, el más allá se dan cita para visitar al lector y espectador. Tal vez al conjunto de su obra se le podría poner el lema teológico de visitaciones. Desde luego a Solares no le han faltado galardones, premios y reconocimientos, por más que —séame perdonada la insistencia— “no siempre es fácil reconocer al ya conocido y reconocido”.

Su obra más reciente, Serafín (2021), podría ser leída como un exorcismo de la orfandad, la familia, el abandono familiar. Serafín es un nombre que evoca en primer lugar a los ángeles o espíritus bienaventurados en la cartografía angélica cristiana. El Serafín se inscribe en la cúspide de la jerarquía espiritual y esa voz refiere a la belleza. No es una casualidad que esta novela corta de madurez de Ignacio Solares haya sido impecablemente saludada por José Agustín, su compañero de siglo, su padrino editorial en la cuarta de forros. La historia de Serafín tiene múltiples resonancias. No sólo “se lee de una sentada”, como dice Agustín. Pone en vilo la atención crítica del lector con el resorte de su búsqueda en pos del padre ausente a través de la inhóspita, áspera ciudad que nos envuelve. Graffiti City (1992) es el título del cuadro de Phil Kelly que aparece en la portada de Serafín. Recuerdo, por cierto, lo que dijo este artista en el año 2000: “Si Francisco Toledo pinta bichos, yo pinto cucarachas”. Podría imaginarse que la estampa de Phil Kelly fue entrevista por Serafín en una de sus noches de insomnio.

II. Leí la Odisea terrestre de Serafín que sale de Aguichapan, su pueblo, en busca de su padre cuyo nombre creo que no aparece a la Ciudad de México con unos centavos, unas tortas y una carta de su madre dirigida a ese “papá” vulnerado por el alcohol, hasta que por fin lo encuentra gracias a Tina la hija de don Cipriano a quien su padre se había llevado. Desolada historia, impregnada de soledad y de fuerza, movida por la voz y la presencia de la madre. Personajes, calles, mundos desamparados recorren estas páginas en las que la decepción del encuentro con el autor de sus días, llevan a Serafín —nombre de ángel— a romper la carta que llevaba escrita por su madre para ese padre, al que logra enfrentar y ver.

En la narración se respira la intemperie, la soledad, pero también se descubre la magia del cielo, y la solemne música de una búsqueda ciega que se va aclarando poco a poco.

 

Adolfo Castañón. Poeta, traductor y ensayista. Es autor de más de 30 volúmenes. Los más recientes de ellos son Tránsito de Octavio Paz (2014) y Por el país de Montaigne (2015), ambos publicados por El Colegio de México. Premio Xavier Villaurrutia 2008, Premio Alfonso Reyes 2018 y Premio Nacional de Artes y Literatura 2020. Creador Emérito perteneciente al SNCA. Twitter: @avecesprosa

 

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Posted: May 12, 2021 at 8:55 pm

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