Una historia de espías
Ana García Bergua
Xavier Guzmán Urbiola es un investigador apasionado por los personajes y los ambientes de la historia mexicana, espléndido contador de historias y paciente desmenuzador de los intríngulis sociales, políticos, estéticos e íntimos que se encuentran detrás de todo hecho, toda construcción y todo grupo que habite nuestros pueblos y ciudades. Escucha atento de numerosos personajes de la historia y el arte mexicanos, su amor por el detalle nos ha brindado investigaciones interesantísimas, como la que realizó sobre las construcciones surrealistas de Edward James en Xilitla o sobre el edificio del Anahuacalli de Diego Rivera, por mencionar sólo un par de ejemplos. Asimismo, el doctor Guzmán, que no sólo es historiador, sino también arquitecto, se ha destacado por su conocimiento enriquecedor de la historia de nuestra arquitectura. Evoco muchos momentos de nuestra ya muy larga amistad en los que me ha descrito los pormenores de la construcción de un edificio art déco o de asuntos tan complicados como la nivelación de la Catedral Metropolitana. En todos esos temas, su apasionamiento corre parejo con la seriedad con que ordena y despliega datos duros, historias y anécdotas que siempre nos dejan intrigados, llenos de preguntas de las buenas.
No tenía por qué ser otro el caso de su libro más reciente: Para que no se olvide: Teresa Proenza (1908-1989). Una espía cubana en la política, la cultura y el arte de México. En él, Xavier Guzmán se propone “iniciar la comprensión de la vida y la labor de Teresa Proenza, luchadora cubana, quien vivió a contracorriente y feliz venciendo sus adversidades y orfandades: el exilio y la lejanía de su patria, su condición desventajosa de mujer en un mundo machista, su militancia comunista, así como la orientación homosexual que la definió y asumió.” En efecto, la mujer a quien Xavier Guzmán conoció en 1985 y cuya figura evocó a raíz del encargo de realizar un texto sobre ella para la Casa Estudio Diego Rivera-Frida Kahlo, propone una serie de misterios que culminan, en cierto modo, en las sospechas tejidas a raíz de su acusación y encarcelamiento en Cuba por haber sido quien atendió en la Embajada Cubana a Lee Harvey Oswald previamente al asesinato de John F. Kennedy en 1963. ¿Cómo una comunista que siempre guió sus acciones a partir de dicha militancia terminaría acusada por aquellos a quienes supuestamente debería lealtad? Para que no se olvide… recorre la vida de Teresa Proenza desde su infancia en Banes, provincia de Holguín, Cuba, pasando por el exilio que la trajo a México y sus sucesivos viajes en los que colaboró con la República Española y con toda una serie de causas libertarias, acordes con sus convicciones. Al hacerlo, dibuja un personaje cálido y a la vez discreto, que poseía grandes cantidades de información y relaciones a las que se entregaba: “Discreta, medía sus palabras y sus sentimientos, hasta estar convencida de quién los recibiría: entonces los entregaba con generosidad y franqueza.”
Escrito con un cariño entrañable y sin buscar tampoco dar explicaciones fáciles o inmediatas a los puntos que hacen surgir dudas o sospechas, el libro de Xavier Guzmán retrata el ambiente del siglo XX y las grandes guerras con sus reflejos en la vida política y cultural de México, incluido el pantanoso panorama de Guerra Fría con los confusos intereses de todos los bandos y el enredado mundo del espionaje de la CIA y los cubanos en México. Asimismo, a través de un personaje como Teresa Proenza, entendemos el carácter de los militantes de aquellos años, carácter que en los días actuales puede resultar no sólo lejano sino en algunos casos injustificable gracias a la enorme cantidad de información de que ahora disponemos, pero la investigación y el punto de vista del autor nos representan toda una mentalidad muy característica de aquellas épocas poseídas por la mezcla confusa entre la información y la propaganda, además del lado humano en el que lo inflexible daba paso a la amistad y el humor. La amistad de Proenza con personajes más bien oscuros como Caridad Mercader (que sale disfrazada con peluca), o archiconocidos como Diego Rivera y Frida Kahlo, de los que el libro da testimonios muy interesantes y conmovedores como el poema que Frida le dejó a Diego para que Teresa se lo entregara antes morir y de cuya relación afirmaba haber sido ‘el bálsamo curativo contra [su] sectarismo estalinista’, su relación de toda una vida con Elena Vázquez Gómez, secretaria particular de Lázaro Cárdenas, con quien compartía el carácter atento y reservado de quienes poseen cúmulos de información, el encargo que recibió de llevar a los niños de Morelia, recién desembarcados en México, a aquella ciudad, sus incesantes viajes y conexiones e incluso anécdotas chuscas como el desastroso lanzamiento de un globo de Cantolla con propaganda a favor de los presos políticos desde la azotea del edificio donde vivía Sergio Pitol por parte de un grupo que conformaban José Revueltas, Pitol, Luis Prieto y la propia Proenza, dan fe de décadas apasionantes y muy complejas.
Me atrevo a decir que el libro de Xavier Guzmán es un vaso de agua fresca cuando no es que deje las cosas claras sino por el contrario, con el rigor del historiador y la sagacidad del conocedor profundo de dichas épocas, nos restituye la complejidad verdadera a que nos enfrentamos al reconstruir una época en la que los espías de muchos bandos espiaban a los otros y a sus propios elementos en un circo que a veces resulta tragicómico, así como de refilón, el ambiente cultural mexicano con el que Proenza se relacionó ampliamente como agregada cultural de Cuba en los primeros años de la Revolución y en el que aún se la recuerda con afecto. A ese respecto, debo decir que me sorprendió la aparición de mi padre en este libro, cuando formó parte de un homenaje a Julio Antonio Mella y su presencia quedó consignada por la siniestra Dirección Federal de Seguridad de Nazar Haro en 1961.
Pero sobre todas las cosas, más allá de la investigación y los muchos reflejos que proyecta el personaje de Teresa Proenza y que lo convierten en un portal apasionante hacia un siglo XX que no se ha ido, en el libro de Xavier Guzmán prevalece también la conmovedora lealtad al recuerdo y la amistad personal:
“Ella vivió como quiso, se rodeó de quienes eligió y la comprendieron en sus cuatro adversidades y orfandades. No obstante, sin estar vencida había tolerancia en su pecho y un tono de tristeza en su voz; de tristeza y sabiduría. Nunca se sintió una mártir; tampoco pensaba que hubiese adoptado posturas heroicas con su discreción total. Hoy creo entender un poco más su relación conmigo, pues siendo yo ignorante de tantas cosas, no la cuestionaba ni buscaba confrontarla, ni hurgar en aquello que era evidente le dolía; sólo la quise.”
Ana García Bergua Es escritora y ha sido galardonada con el Premio de literatura Sor Juana Inés de la Cruz por su novela La bomba de San José. Ha publicado traducciones del francés y el inglés, y obras de novela y cuento, así como crónicas y reseñas en medios diversos.
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Posted: February 26, 2019 at 10:04 pm