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32 poemas de Hyam Plutzik: en lo profundo de la garganta

32 poemas de Hyam Plutzik: en lo profundo de la garganta

Kelly Martínez-Grandal

I. Un perfecto desconocido.

Antes de que Edward Moran me contactara, hace dos meses, para escribir esta reseña, yo no sabía nada de Hyam Plutzik. Era, para mí, un perfecto desconocido. Su nombre no figura en la constelación de poetas nacionales y, de todas formas, uno no conoce a todos los poetas. Pretender lo contrario es un acto de frivolidad. Uno simplemente se alegra cuando un nuevo poeta llega, para decirlo con Hanni Ossot, como el amor o la fiebre.

El libro, 32 poems/32 poemas, es una colección bilingüe compilada y editada por George Henson y publicada por Suburbano Editores; catorce escritores-traductores que residen en Estados Unidos y que se dieron a la tarea de llevar, por primera vez, varios poemas de Plutzik al español. Cuenta con un prólogo de Richard Blanco y una nota introductoria del editor. El resultado es un espacio de tránsitos y emigraciones, porque traducir es también lograr que un lenguaje encuentre formas de adaptarse en un nuevo territorio; que una obra encuentre su lugar entre nuevos lectores.

Además, supe que Plutzik nació en Brooklyn, en 1911, y que era hijo de emigrantes judíos recién llegados desde lo que ahora es Bielorrusia; que no habló inglés hasta que entró a primaria y su infancia se desarrolló entre las musicalidades del hebreo y el yiddish, una aprehensión del mundo —en la medida en que el lenguaje se erige como organizador de códigos y creador de realidades— desde un lugar otro. No voy a extenderme en su biografía. Baste decir que peleó en la Segunda Guerra, fue profesor en el Departamento de Inglés de la Universidad de Rochester, finalista del Pulitzer y que se murió a los cincuenta años. No tuvo tiempo de seguir ni de llegar. Se convirtió en un poeta de culto; uno de esos nombres que se pronuncian como un conjuro y que crean, entre quienes lo conocen, una secreta hermandad. Del esfuerzo por ampliarla, por rescatar de las sombras la obra de quien pudo haber sido uno de las figuras icónicas de la literatura estadounidense, nace este libro.

II. La palabra más cercana al silencio.

Estamos acostumbrados a libros bilingües en los que la voz de un solo traductor sirve como tamiz para la obra de un autor. Con ello nos quedamos, a ello le somos fieles. Los poemas de Ajmátova traducidos por María Fernanda Palacios o Whitman traducido por Borges me resultarán siempre un faro. Me cuesta concebir otra Ajmátova u otro Whitman, una trampa de la comodidad, pues toda obra acepta una gama más o menos amplia de lecturas e interpretaciones. ¿Qué sucede, entonces, cuando los traductores son varios y lo que sucede en el libro es un canto coral? Sucede que uno se aproxima al texto por muchas vías, cada una con un paisaje distinto; que se tiene un sentido sólido de lo complejas que pueden ser las visiones de un poeta. Fina estrategia editorial, la selección de catorce voces dibujan en español la obra de Plutzik y permiten al lector no apegarse a una sola mirada, sino entender la plasticidad y la pluralidad de la poesía misma. Y sucede, también, que uno empieza a reconocer las señas particulares de quien traduce: la bella liquidez de José A. Villar-Portela no se parece a la contundencia terrestre de Pedro Medina, a la cierta lobreguez de Gastón Virkel o a la sobria minuciosidad de Ximena Gómez y George Franklin, señas también presentes en las obras de cada uno de estos escritores. Al mismo tiempo, como por arte de magia, todas las traducciones son Plutzik. El lector que domine ambas lenguas sabrá que imágenes, sentidos y ritmos se mantienen; un equilibrio intacto entre la voz ajena y la propia voz.

Dije aproximarse al texto. Es cierto, a la obra de Plutzik no se llega, no en las primeras lecturas. Si acaso, se le rodea. La actitud frente a ella es de atención y escucha, como quien descifra los mensajes de un oráculo porque es, de hecho, una poesía oracular. Setenta y siete traidores bloquearán el camino/ Y quienes te aman serán pocos pero más fuertes. Cercano a la mística y a la metafísica, su apuesta no escapa de la noción hebrea de la palabra no como mero signo o contenido, sino como hecho en sí misma. Uno que, además, nos interpela; que inaugura en nosotros una conciencia fundamental sobre el sentido de nuestra existencia. He visto la herida que la materia provoca en el espacio/ La cavidad en la página vacía del papel blanco.

Sintética, precisa, pura, su poesía es, sobre todo, una arquitectura sobria y elegante que se repite también en la construcción del libro, en la inteligente selección que hace George Henson y en la limpieza del diseño. Una poesía que cuesta leer porque no hay bastones que sirvan para escalar la montaña. La poética de Plutizk no apela a la emoción y tampoco al efectismo sonoro del lenguaje. Imagen pura, palabra potencia, lo que queda aquí es subir a pleno pulmón y cuerpo; o asumir que estaremos frente a la esfinge, saber que el monstruo hará preguntas y tenderá su pata justo antes de devorarnos. Lo que queda es la alegría porque, en el fondo, casi comprendemos.

En su reporte para el Premio Pulitzer de 1960, en el que Plutzik quedó como finalista, Alfred Kreymbourg afirmó que, aunque no era un poeta musical como sus contemporáneos, lo compensa la con fuerza y la profundidad de su escritura y el poder de sus visiones y su personalidad. Es cierto, no es Ginsberg aullando, pero —y con todo respeto hacia Kreymbourg— yo no diría que no hay musicalidad en la obra de Plutzik. A la manera del kaddish, esa hermosa plegaria con que los judíos despiden a los muertos, su poesía tiene la capacidad de adaptarse a la melodía de quien lee y las traducciones lo comprueban, pues Toda llama interna o externa que brille es aleatoria. Y, aunque como bien señala Henson, sus preocupaciones fueron las de un hombre de su tiempo —alienación, modernidad, guerra, necesidad de volver a la naturaleza— no encontraremos aquí un grito desesperado sino la palabra más cercana al silencio.

Lago calmo, en esas palabras vemos nuestro inmanente reflejo. ¿Y no es, acaso, el fin último de la poesía? Más allá de formas, ritmos, tradiciones ¿no consiste su voluntad en enfrentarnos a lo inabarcable del existir? 32 poemas, 32 traducciones, un “pequeño libro” nos lo recuerdan. Vienen de un poeta que resultaba necesario, uno que finalmente conocemos. Vienen del tormento de la belleza en lo profundo de la garganta.

Miami, agosto de 2021


Posted: September 2, 2021 at 11:27 pm

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