Fragmentos alrededor del 16.10.70
David Miklos
La historia de David Miklos comienza el 16 de octubre de 1970.
Antes de eso, yo era otro.
Mejor aún.
Yo era nadie.
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Hay fechas que se graban más allá de nuestra memoria, es decir, marcas de tiempo que encuentran su sitio en nuestro cuerpo, incluso antes de que podamos descifrarlas.
En mi caso, dicha fecha es el 16.10.70, el día en el que fui dado en adopción a los padres que me trajeron a México, dos meses y ocho días después de mi nacimiento, ocurrido el 8 de agosto de 1970.
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¿Quién fui yo entre el 8.8.70 y el 16.10.70?
En el registro y los papeles que obtuve cuando inicié una de las búsquedas más importantes de mi vida, a principios de los años 1990, consta que me llamaba, sin más, “Baby Boy”.
La que sí tenía nombre era ella, Jean Elizabeth, la mujer de cuya “panza” yo había nacido, así como me había explicado mi madre, Monique, a finales de abril de 1973, momento en el que supe que yo era adoptado, poco antes de que naciera Vanessa, mi hermana.
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Pensé que volvería a verla, aunque en realidad ya nos habíamos despedido.
Para siempre.
Esto ocurrió hace un año, el jueves 22 de septiembre de 2016, en el aeropuerto de San Antonio, Texas, mi ciudad natal.
Jean Elizabeth y yo nos dijimos adiós en silencio, fundidos en un abrazo y en un afecto construido a lo largo de seis años, los únicos que en realidad compartimos en vida, más allá de las 40 semanas que ella me llevó en su vientre y los momentos que la dejaron pasar conmigo, Baby Boy, entre el 8 y el 10 de agosto de 1970.
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Hoy cumplo 47 años de haber sido dado en adopción.
Hoy, hace 47 años, comencé a ser yo y dejé de ser ese otro que fui durante dos meses y ocho días, entre el 8 de agosto y el 16.10.70, la fecha encarnada, grabada en mí y alrededor de la que gira mi existencia toda.
Mi primer recuerdo, sin embargo, data de una noche de finales de abril o principios de mayo de 1973, cuando mi hermana recién nacida llegó a México y a nuestro hogar familiar, traída de San Antonio, Texas, y del vientre de otra mujer.
En cierto sentido, mi hermana y yo nacimos al mismo tiempo.
O yo nací de nueva cuenta cuando mi hermana dejó de ser, en su caso brevemente, “Baby Girl”, la otra, y se convirtió en Vanessa Miklos, ella misma.
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Jean Elizabeth Perry, neé Cawvey, nació el 20 de julio de 1950, en la Base Aérea de Travis, California, y murió el 23 de septiembre de 2017, en un cuarto del Brooke Army Medical Center de San Antonio, Texas, un año y un día después de la última vez que nos vimos, del día en el que, en silencio y en un abrazo pleno, nos despedimos para siempre.
Yo también nací en el Brooke Army Medical Center, que en agosto de 1970 se encontraba en otro lugar y cuyo edificio originario no existe más, un lugar no sólo vacío, sino ausente.
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A Jean Elizabeth la sobrevive su madre, Louise, que lleva las marcas de cuatro hijos muertos y dos aún vivos en su memoria corporal, las cuatro mujeres y los dos hombres a los que dio a luz en la existencia en la que ella aún ocurre.
No existe un nombre, una palabra que designe a aquella o aquel que ha perdido a un hijo, aunque el término huérfano, huérfana me parece que aplica en ambas direcciones.
Louise es huérfana de Jean Elizabeth.
Yo soy huérfano de Jean Elizabeth, también.
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A Jean Elizabeth le gustaban los gatos y jugar Bingo.
Mujer buena y simple, era apodada “Mean Jean” por sus amigos.
Le gustaba bailar.
Todo lo anterior consta en su obituario, documento que he sumado a la carpeta en la que conservo los papeles que me dan constancia de ser.
A mí, dado en adopción el 16.10.70, y al otro, nacido de Jean Elizabeth el 8 de agosto de 1970.
16.
10.
70.
¡Bingo!
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Conocí a Jean Elizabeth el 21 de octubre de 2012, cuando mi hija Anna tenía dos años y siete meses y 30 días, en el aeropuerto de San Antonio, Texas, punto de partida y de llegada de mi existencia.
Nuestro encuentro fue igual de silencioso que nuestra despedida.
Un reconocimiento.
Y una aceptación.
Pero, y sobre todo, un agradecimiento mutuo.
Fue lo primero que le dije cuando conseguí su dirección postal, la dirección de Louise, a comienzos del verano de 2009 y con Anna aún neonata, pero siempre Anna y ya en gestación.
Gracias.
Gracias por tenerme y darme la vida que ahora tengo.
No se puede decir más.
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Esto escribí en La piel muerta, mi primera novela, publicada en 2005 y dedicada a Monique, madre, y a Jean Elizabeth, útero.
Ella, mi madre u otra, baila afuera de una casa móvil detenida junto a una carretera que cruza el desierto. Baila, sonríe ensimismada, da vueltas. Se escucha un piano en la distancia, un preludio romántico y triste, las notas diluidas por el viento. Ella baila alegre, casi en éxtasis, poseída por un ritmo distinto al largo del piano, animada por una música, otra canción, ausente en el sueño, una secuencia filmada en súper ocho. Ella es la reina del baile, en mi menor. La casa móvil, una gota de mercurio entre la aridez opaca de la arena.
Así imaginaba a Jean Elizabeth antes de conocerla, cuando lo único que sabía de ella era su nombre de pila.
“Mean Jean” loved to dance and would bingo at the drop of a hat!, se lee al final de su obituario.
David Miklos es autor de La piel muerta, La hermana falsa y La gente extraña, así como de La pampa imposible, su novela más reciente. Actualmente es profesor asociado de la División de Historia del CIDE, en donde se desempeña como director de la revista de historia internacional Istor. Es columnista de Literal. Su twitter es @dmiklos.
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Posted: October 15, 2017 at 9:48 pm
Un saludo y un aplauso para David y reconocimiento de su perspectiva para sus mamás,
Gracias, querida Alicia. Muchos besos.