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Adam Wiseman: Elvis nunca estuvo en Acapulco

Adam Wiseman: Elvis nunca estuvo en Acapulco

Carlos Rodríguez

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Acapulco, tierra de Dios, donde se acuesta uno, y se levantan dos, canta Laura León “La Tesorito”. Los Hooligans entonan el “Acapulco rock” que lo bailan en la playa, también en la montaña. Quienes mejor capturaron los contrastes de la bahía son Agustín Lara y Juan Gabriel. El espacio que hay entre “acuérdate de Acapulco, de aquellas noches, María bonita, María del alma” y “el más triste recuerdo de Acapulco” es el de la memoria.

El puerto de Acapulco suena bien en la música. También en el cine. Recién Biombo de Acapulco (2024) descubrió al espectador que la historia del puerto –donde la moda y el sol le doraban la piel a Elizabeth Taylor, Brigitte Bardot e incluso a Luis Miguel– es la del despojo de las tierras del reparto agrario de la Revolución mexicana. A inicios del milenio, Drama/Mex (2006), de Gerardo Naranjo, hizo del acapulcazo un motivo del azote juvenil. Y cómo olvidar a Lucha Villa en Semana Santa en Acapulco (1981), película de Luis Alcoriza en la que pierde a su hijo y en la búsqueda se une a unos gringos de farra en la playa. Mucho antes, Elsa Aguirre cazó a millonarios de la mano de Emilio Fernández en un filme de título simple, efectivo e inolvidable: Acapulco (1952). Total, cada quién tiene su propia versión del puerto.

A las ensoñaciones y mitos sobre Acapulco se suma también Elvis Presley, una de las figuras emblemáticas de la cultura popular del siglo XX, quien comenzó su carrera en el cine con Love me tender (1956), que se estrenó dos años después de editar su primera canción “That’s All Right (Mama)” (1954). Algunas de sus películas tuvieron escenarios turísticos como Blue Hawaii (1961) y Viva Las Vegas (1964). En 1963 llegó la comedia musical Fun in Acapulco de Richard Thorpe, donde interpreta al trabajador de una embarcación en el puerto mexicano que, al ser despedido, se convierte en salvavidas y cantante de un hotel. El rodaje de exteriores en el puerto ocurrió en enero de 1963. Para Presley se utilizó un doble, y algunas tomas con el propio Elvis, grabadas en los estudios Paramount en Los Ángeles cuyas propias tomas se completaron más tarde la cinta en los estudios Paramount en Los Ángeles. Con un saturado Technicolor, la pantalla sobre la que aparece el espigado y lampiño Elvis con la bahía al fondo crea una sensación de ensueño y fantasía irritante. El cine es una ilusión.

Editado por Fauna, Elvis nunca estuvo en Acapulco (2024) es una colección de imágenes del fotógrafo mexicano Adam Wiseman que surge a partir de un viejo chisme: En febrero de 1957 el periodista Federico de León escribió en su columna en el diario Excélsior “6 P.M.”, en el diario Excélsior, una notita que, entre sus admirables síntesis de chismes de escándalos de Lana Turner y María Félix, apuntaba lo siguiente: “Las radiodifusoras de la frontera del norte de la República declararon un boicot contra Elvis Presley porque éste declaró en reciente entrevista por la TV: ‘Prefiero besar a tres negras que a una mexicana’”. Eran otros tiempos, cuando la gente leía los periódicos, capaces de influir y animar la conversación; Elvis y el rock & roll eran considerados inmorales, supuestamente incitaban a los jóvenes a rebelarse contra sus padres. Para algunos, el ídolo era un tipo afeminado, movía las caderas de forma sugerente –Elvis the Pelvis, le decían– y, por si fuera poco, llevaba un peinado vergonzoso, coronado con un rulo del que se desprendía un largo mechón lacio que le caía sobre la frente.

La idea primigenia de Elvis nunca estuvo en Acapulco surgió cuando Wiseman (Ciudad de México, 1970) hizo una residencia artística en el hotel Boca Chica de Caletilla, ahora cerrado de forma indefinida. “Primero se trataba de un retrato de Acapulco. Al conocer la película de Elvis, dirigida por Richard Thorpe, supe que ese era el eje: no aceptar que él no estuvo ahí, imaginar y navegar los espacios que probablemente él hubiera conocido y fotografiarlos en el presente, conectar la época dorada del puerto, de finales de los cincuenta e inicios de los sesenta, con lo que ocurre ahora, la violencia y el nuevo carácter de Acapulco”, comenta el fotógrafo. ¿Y por qué Elvis nunca estuvo en Acapulco? Al seguir la estela de chismes –que a veces da para hacer periodismo (a la cabeza de todos, Truman Capote, y en México no hay que olvidar a Monsiváis) o literatura, por ejemplo la de Manuel Puig– uno se viene enterando que de la boca de Ernesto P. Uruchurtu, que entonces era el regente del Departamento del Distrito Federal, salieron las declaraciones falsas de Elvis. Se dice que el “regente de hierro” envió un cheque en blanco a la agencia de Presley para que cantara en la fiesta de quince años de la hija de un magnate de los medios de comunicación. Ante la negativa, se inició una campaña de desprestigio en su contra. ¿Ese fue el motivo por el que le negaron a “El Rey” la visa de trabajo y no pudo filmar en 1963 en Acapulco?

Elvis nunca estuvo en Acapulco es una atenta invitación para disfrutar y desbordar el chisme, relato que en su trama desfigura la verdad y, además, ribetea el cuento, lo adorna con gracia; detrás del chisme y sus involucrados hay motivos serios y cabales, indicio de algo relevante. “Al ir enfocando el proyecto reflexioné sobre la representación del puerto, las capas de ficción y realidad que lo componen”, dice Wiseman. ¿Qué es Acapulco? ¿Cuál es el recorte o el encuadre que hace del puerto? “Hacer el proyecto de esta manera me liberaba de definir qué es para mí. Quise mantener el libro de manera ambigua para no imponer mi propia visión, el acto fotográfico es subjetivo y definitivamente se ve eso, lo que he fotografiado. Quiero dejar espacio para la interpretación y que las fotos creen un contexto emocional para el cual todos tenemos nuestras propias referencias. Hay mucha experiencia que empata, pero obviamente la experiencia del chilango no es la misma del acapulqueño. A través del libro se pueden hacer conexiones”. Para algunos, Acapulco es quizá su primera imagen del mar o el recuerdo de las tardes de tedio de domingo viendo por televisión alguna de las ocho películas de la saga de La risa en vacaciones (1990-96). Para otros tal vez se trata del mismo Elvis –o el actor que lo dobló en las locaciones originales acapulqueñas– escalando las rocas de la Quebrada para tirarse un clavado o cantando “Guadalajara”. Por otro lado, ¿de qué Acapulco hablamos? ¿Del turístico, el nostálgico, el violento? Su historia es demasiado intrincada. Para hablar del puerto depende del día, del humor, de la memoria. Hoy, personalmente, Acapulco es el lugar donde conocí a Sophia Loren y Alain Delon, dos mitos de la historia del cine que visitaron el puerto en 2011 cuando se intentó revivir la Reseña Cinematográfica a través del Festival Internacional de Cine de Acapulco (FICA).

Conocido por su proyecto Tlatelolco desmentido (2018), Wiseman, que comenzó en lo que él llama escuela de fotografía de calle o documental, dice que su proceso consiste en observar y caminar, lo considera un ejercicio muy solitario, que empieza con una idea vaga de su exploración. “Luego dejo que el territorio me hable del tema”, dice. Sin embargo, en el caso de Acapulco fue diferente porque hizo una investigación previa. Hay una parte importante del libro que viene de su archivo. “Me llegaban muchas referencias del puerto como el mural de Diego Rivera, las casas que he visitado como invitado y por trabajo; recordaba las fiestas a las que fui, la ocasión en que estuve con Diego Luna para hacer un reportaje sobre él. Ese tipo de momentos. Todo eso estaba en mi cabeza mientras navegaba por las calles”. Entre sus recuerdos, Wiseman también recuerda algunas anécdotas con Francis Alÿs en Acapulco.

Por las páginas del libro se conoce y se reconoce al Acapulco que Wiseman fotografió antes del huracán Otis en octubre de 2023. “No puedo decir que me metí a la esencia de Acapulco, pero sí pude navegar en el Acapulco que se ha mantenido a pesar de los cambios y del crecimiento turístico, de la violencia. El carácter de los clavadistas y de la gente que trabaja en los hoteles y el sector turístico sigue ahí”. Elvis nunca estuvo en Acapulco también incluye algunas imágenes de antaño que dan cuenta de su propia historia con el puerto. Por ejemplo, una estampa de la filmación de Lo peor sucede al atardecer (2018), el filme de Papus von Saenger que adapta la novela homónima de Olivier Debroise, que se filmó en el Boca Chica y donde Wiseman aparece como extra. Incluso una de sus primeras imágenes, de inicios de los ochenta, cuando todavía era un niño, donde captó a unos amigos sin tener conocimientos técnicos de fotografía que el lector podrá reconocer de inmediato por el encuadre.

Para los amantes del chisme, que son más los que lo niegan que los que lo aceptan, el libro se acompaña de un epílogo encartado en el que Sara Schulz, editora del volumen, reconstruye de manera hemerográfica y con lujo de detalle la historia de Elvis Presley al ser considerado persona non grata en México por el desatino de un rumor que inspiró el libro. Como parte de la fotografía mexicana contemporánea, Elvis nunca estuvo en Acapulco destaca por servir de puente entre un lugar emblemático –rebasado por la voracidad turística y la intrincada red de poder– y la memoria de todos los que lo conocen, lo recuerdan, lo anhelan, lo ven en el cine o lo cantan en las canciones.

 

Carlos Rodríguez (Ciudad de México, 1984) Es periodista cultural, traductor literario y crítico de cine. Colabora en las revistas mexicanas Nexos, Arquine y Coolhunter, también en la argentina Otra Parte. Investiga las obras fílmicas de Claude Chabrol y Roberto Gavaldón. Su primer libro traducido es Las mariposas beben las lágrimas de la soledad, de Anne Genest, que publicará Ediciones del Lirio. X-Twitter: @comalalaland


Posted: January 10, 2025 at 11:29 am

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