CRISIS SIRIA. Idealismo versus realismo
Donald Nuechterlein
Traducción de David Medina Portillo
La decisión del presidente Obama de buscar la autorización del Congreso para un ataque sobre Siria fue casi inevitable en la medida en que él y el secretario de Estado John Kerry no lograron reunir el apoyo internacional suficiente para legitimar dicha acción.
El error probable de Obama sucedió dos años antes, cuando declaró que el presidente de Siria, Bashar al-Assad, debía abandonar el cargo y dar paso a la formación de un nuevo gobierno. Se trató de una visión idealista que Obama no pudo implementar sólo con retórica.
El Consejo de Seguridad de la ONU se fundó en 1945 para hacer frente a crisis como la de Siria y al potencial para convertirse en amenaza para los Estados vecinos. La guerra civil en Bosnia concluyó en 1996 después de que el Consejo de Seguridad autorizó una intervención liderada por Estados Unidos.
Sin embargo, en Siria la ONU parece impotente debido a que Rusia se opone a toda intervención militar. ¿Por qué Moscú se resiste a la participación del Consejo de Seguridad para detener el uso de armas químicas y una guerra civil que ha causado ya 100.000 muertes?
La razón principal es la falta de voluntad del presidente Vladimir Putin para confiar en EE.UU. y en la OTAN. Está convencido de que Rusia fue víctima de engaño por parte de Gran Bretaña, Francia y EE.UU. cuando, en una resolución de la ONU sobre Libia de un año antes, se acordó usar la fuerza para proteger a los ciudadanos de Bengasi del régimen asesino de Gadafi. Putin afirma que Rusia nunca estuvo de acuerdo con la campaña de bombardeos para derribar al gobierno de Libia.
Aunque Rusia accedió a la intervención de la ONU en Bosnia, se opuso enérgicamente al ataque de EE.UU., Gran Bretaña y Francia sobre Serbia en 1999, intervención cuyo propósito fue poner fin a la limpieza étnica de Kosovo. La OTAN bombardeó Serbia durante 78 días y el liderazgo de este país cedió. Sin embargo, el entonces presidente de Rusia, Boris Yeltsin, se declaró indignado y envió 200 paracaidistas al Aeropuerto de Pristina para, con esa medida, respaldar las exigencias de Moscú de ser incluido en las negociaciones que pondrían fin al conflicto.
Una vez elegido presidente en 2000, Putin apoyó la invasión norteamericana sobre Afganistán en 2001 y, asimismo, permitió que el territorio ruso se utilizara para el envío de suministros a las tropas norteamericanas. Sin embargo, en 2003 Putin rechazó la invasión de Estados Unidos en Irak, a la que se habían opuesto Francia y otros aliados de la OTAN, en particular Alemania y Canadá. Estados Unidos insistió en a favor de una aprobación de la ONU a la que Putin amenazó con vetar. Como resultado de todo ello, el presidente George Bush, con el apoyo de Gran Bretaña, actuaría sin el aval de la ONU.
El presidente Obama cuenta con tres opciones de política realista para afrontar esta crisis: (1) ocupar Siria si el Congreso vota dando su autorización, pero (2) si dicho Congreso no aprueba el uso de la fuerza, se debe continuar con los bombardeos limitados y, al mismo tiempo, intentar desactivar las instalaciones militares sirias clave, o (3) aplazar los bombardeos y poner en marcha una importante campaña diplomática para convencer a otros Estados para apoyar la acción de las Naciones Unidas en Siria. He aquí como podría desarrollarse todo:
Opción 1: Tras una semana de consultas con el Congreso, la Casa Blanca cuenta con que los legisladores darán su autorización al presidente para el empleo de fuerzas militares que obligarían a Assad a desistir del uso de armas químicas o de ataques aéreos para liquidar a sus enemigos. Assad estaría sobre aviso en el sentido de que una escalada de la violencia sólo desataría más bombardeos.
Opción 2: Si el Congreso no da a Obama la autorización necesaria para una intervención en tanto que todos los esfuerzos diplomáticos no se hayan agotado, el presidente norteamericano aplazaría esa acción pero buscaría el apoyo árabe y de la OTAN para bombardear las instalaciones de Siria si Assad rechaza cualquier limitación sobre el uso de armamentos. De este modo, al menos el Parlamento británico tendría que reconsiderar su oposición a que Gran Bretaña participe en una acción militar sobre Siria.
Opción 3: Obama emprende una gran campaña diplomática para convencer a la Liga Árabe, los miembros de la OTAN, Rusia y China en favor de una intervención militar limitada que disuada a Assad sobre el uso de armas químicas y lo obligue a iniciar las negociaciones que pongan fin a la guerra. Rusia es aquí el factor clave y Putin tendría que ser persuadido también de que los intereses vitales de su país en Siria y la región de Oriente Medio estarán protegidos.
Kerry y el presidente ganarán los aplausos del Congreso, de los aliados de la OTAN y de la comunidad internacional si logra convencer a Rusia sobre una resolución de la ONU que permita que una fuerza internacional, incluidos los rusos, intervenga en Siria y permanezca ahí hasta que un nuevo gobierno se forme y entre en funciones.
Convencer a un poderoso líder nacionalista como Putin demandará mucha paciencia. Hará falta también que los EE.UU. reconozca que no puede controlar el desarrollo de los acontecimientos revolucionarios que ocurren en el Medio Oriente. Una política realista es aceptar que Rusia tiene intereses nacionales históricos en la región y que estos deben ser considerados, especialmente si Estados Unidos decide no embarcarse en otra conflagración como la de Irak.
Donald Nuechterlein es profesor sobre la Guerra Fría en la Universidad de Richmond y colaborador de Foreign Affairs, entre otras publicaciones. Autor de numerosos libros sobre política norteamericana y exterior, sus títulos más recientes son A Cold War Odyssey (1997), America Recommitted: A Superpower Assesses its Role in a Turbulent World (2000), Defiant Superpower: The New American Hegemony (2005).
Posted: September 20, 2015 at 9:09 pm