Delta de las arenas, una lectura utópica y necesaria
María Pérez
El delta como zona limítrofe entre tierra, mar y río, como toda frontera, es un espacio a su vez de contacto, en el que con cada marea se diluyen los bordes y se reconfiguran los límites, transformando uno en otro, en la fluidez del agua que se mezcla con su aporte de sal y dulce. En sus orillas fértiles y ricas se desarrollaron las grandes civilizaciones de la antigüedad, por lo que el delta no solo fue el testigo de nuevos modos de cultivo y la fundación de la ciudad sino que acompañó el imaginario que fomentó la creación artística y literaria, forjando nuevos derroteros para la humanidad. Esta colección de cuentos, entonces, puede pensarse como un delta metafórico en el que confluyen historias de judíos y árabes en su experiencia peregrina en Latinoamérica y que apunta a nuevas y fructíferas interpretaciones. La compiladora Rose Mary Salum, con este título sienta la pauta de lectura, como expresa en la introducción: “Una forma de abrir espacios para la interacción pacífica de estas culturas”, un objetivo poco común dado que las experiencias de judíos y árabes han sido vistas de manera individual y exclusiva, o en relación a un otro occidental.
En contraste, y ahí radica su original propuesta, la compilación de Rose Mary Salum Delta de las arenas incluye cuentos árabes y cuentos judíos, tal como indica el subtítulo. Además, esta innovadora sinergia conduce a crear una óptica diferente bajo la cual analizar la producción de destacados autores latinoamericanos que no han sido identificados anteriormente bajo esta categoría. La literatura étnica en la América Latina ha reconocido las vertientes indígenas y africanas principalmente, con una reciente recuperación de la literatura judaica, pero ha sido escasa la representación árabe, como señala la compiladora en la introducción; por lo que la edición de este tomo es un valioso aporte a dar a conocer esta vertiente. El viaje ontológico al Delta es un recorrido que integra las voces de sefarditas y askenazis, de cristianos y musulmanes árabes a arenas compartidas, a sueños del agua en el desierto. Como historias de inmigrantes al fin, reúne en sus relatos vivencias en común: choques generacionales, memorias heredadas, fragmentaciones y amalgamas, tradiciones perdidas y otras recobradas, sabores y aromas lejanos, el sentido de ser uno y a la vez otro, de pertenencias en conflicto. Pero lo que se logra tal vez más exitosamente en esta colección es mostrar zonas de contacto más que de división entre narrativas que abarcan geografías y tiempos diferentes, de encontrar nexos y puntos de encuentro.
Es de destacar la calidad narrativa y la presencia de reconocidos autores latinoamericanos en la muestra que se ha distribuido democráticamente en treinta y cuatro entregas. A través de la lectura, imposible de abandonar tras su comienzo, se inicia un viaje por un imaginario marcado por los desplazamientos causados por la reestructuración del Medio Oriente tras la Primera Guerra Mundial, pero que tiene sus antecedentes en la presencia de las potencias coloniales en la región a partir del siglo XIX; viaje que continúa con la devastación de la población askenazi durante el Holocausto y los conflictos bélicos en el Medio Oriente a finales del siglo XX.
El diálogo entre las historias y los historiadores nos abre una ventana íntima que nos adentra en otros mundos, que nos hace sentir traumas y alegrías ajenas como algo nuestro. “El agua que mece el silencio”, de Rose Mary Salum, nos muestra a través de la mirada de una niña la sobrecogedora violencia de la invasión de Beirut. “Duma rescatada”, de la también escritora mexicana Jeannette L. Clariond, establece la visceral conexión con la herencia a través de un viaje a la tierra de los antepasados. Otras historias recogen leyendas de un distante mundo sefaradí como “El cocinero kosher de los piratas”, de Angelina Muñiz-Huberman o “A embrollo de moros solución cristiana”, de Jorge Kattan Zablah. En cambio, autores como Ariel Dorfman, Sergio Ilán Stavans y Gisela Heffes se han enfocado en darle sentido a las nuevas transmigraciones de un mundo global en sus relatos. “El extranjero”, de Sergio Chejfec, ofrece una visión alternativa a la figura del judío errante que nos provoca cuestionar nuestros arraigos y desarraigos, nuestro sentido de pertenencia. Otras voces incluyen transculturaciones brasileñas, salvadoreñas, guatemaltecas y colombianas, además de los autores mexicanos, argentinos y chilenos antes mencionados.
En estos momentos de recrudecida violencia en el Oriente Medio la antología de Salum cobra aún mayor importancia. Al señalar paralelos y concordancias en las experiencias de árabes y judíos en su diáspora, es imposible ignorar lo obvio, la intrínseca relación de los orígenes. Ya sea en un lejano Sefarad, desde el más reciente pasado del Imperio Otomano o en la experiencia latinoamericana, musulmanes, judíos y cristianos compartieron espacios en mutuo respeto, sin genocidios ni progroms. Delta de las arenas, por lo tanto, cobra el valor de la utopía, tan necesaria para recobrar la esencia de lo humano.
Posted: November 24, 2014 at 3:03 pm