El declive de E.U. como poder mundial
Donald Nuechterlein
Durante años muchos expertos académicos y políticos han pronosticado la desaparición de la gran influencia que Estados Unidos ha tenido en el exterior. Ahora, con el caos creciente en Washington sobre la inmigración, una crisis comercial con China y un estancamiento en el Congreso por la seguridad fronteriza, los líderes en Europa y en otros lugares se preguntan: ¿Estados Unidos es hoy capaz de liderar el mundo?
Cambiando las actitudes públicas
El papel de Estados Unidos en el exterior ha sido un problema en la política nacional durante años. Ya en 1960, John Kennedy enfocó su campaña hacia la Casa Blanca con el compromiso de “hacer que Estados Unidos volviera a ser el de antes”, después de acusar de “complaciente” a la administración Eisenhower. Luego llevó a los Estados Unidos a una guerra en Vietnam, cuyo fracaso convenció a los votantes de elegir líderes que evitaran los compromisos internacionales y se concentraran en mejorar las condiciones internas del país. Richard Nixon intentó frenar el golpe a la influencia estadounidense en el exterior al abrir las relaciones con China y concluir un tratado de armas nucleares con Moscú.
Las elecciones de Jimmy Carter en 1976 reflejaron la continua oposición a las intervenciones militares, y se aplaudió su énfasis en la diplomacia, los derechos humanos y la democracia. Pero la Revolución Islámica de Irán de 1979, la toma del nuevo régimen de cincuenta y dos rehenes estadounidenses y la invasión de Afganistán por parte de Moscú dieron como resultado el deseo de los votantes de una política exterior más robusta. En 1981 Ronald Reagan satisfizo este anhelo al seguir una política que buscaba restaurar la influencia de Estados Unidos en el extranjero y derrotar al “comunismo internacional”. Sus continuos esfuerzos durante ocho años, apoyados por los líderes de Gran Bretaña, Francia y Alemania, obligaron a Moscú a poner fin a la Guerra Fría en 1990. Un año después, la Unión Soviética colapsó.
La euforia pública que inundó al país después de “ganar la Guerra Fría” fue destruida por los ataques del 9-11 en Nueva York y Washington, y por las costosas guerras de George Bush en Afganistán e Irak. La elección de Barack Obama en 2008 reflejó otro cambio en el estado de ánimo del público. Los votantes prefirieron la diplomacia para resolver problemas internacionales peligrosos, y Obama tuvo la capacidad para lograrlo. Su conclusión de un acuerdo nuclear con Irán en 2015 fue el resultado y el reflejo de esa perspectiva.
La agenda radical de Trump
Después de un año y medio en la Casa Blanca, está claro que Donald Trump no parece saber mucho de las alternancias históricas con las que se manejó la política exterior de los Estados Unidos. Él parece ignorarlo todo y buscar cambios radicales en la forma en que Estados Unidos interactúa con Europa, cómo aborda el tema del comercio y el acuerdo nuclear de Irán, y en cómo se manejan los aliados asiáticos después de la cancelación de la Asociación comercial transpacífica. Lo mismo parece estar sucediendo con las negociaciones entre Canadá y México para modificar el Tratado de Libre Comercio. Tiene la intención de actuar unilateralmente en lugar de hacerlo a través de organizaciones internacionales para lograr sus objetivos en el terreno de la política exterior.
Aunque los críticos nacionales y del extranjero deploran la retórica nacionalista del presidente, su equipo de la Casa Blanca busca pocas restricciones para lidiar con asuntos internacionales, especialmente las disputas comerciales con Europa y China. Un comentarista observó que Trump no quiere ser un Gulliver atrapado por los liliputienses y así perder su capacidad de liberarse.
Tres áreas del mundo ahora sienten el peso de las políticas nacionalistas de Trump. Europa lamenta que Estados Unidos no sea el aliado confiable que ha sido. Los asiáticos orientales se mostraron complacidos con la cumbre entre Trump y Kim Jong-un en Singapur, pero los líderes en el sudeste asiático cuestionan si Trump se mantendrá firme en contra de la militarización en el Mar Meridional de China. En Medio Oriente, el tema crucial es si Trump usará la fuerza contra Irán si reanuda su programa de armas nucleares. La gran pregunta para los líderes en todas partes es ésta: ¿Estados Unidos pretende seguir siendo una potencia mundial?
El conflicto comercial con China —algunos lo llaman guerras comerciales— tiene consecuencias a largo plazo para todo el mundo. Los principales asesores económicos del presidente intentaron durante los últimos meses negociar una gran reducción en el superávit de casi 400.000 millones de dólares que China mantuvo con los EE. UU. durante el 2017. Los asesores de línea dura de Trump dicen que si se imponen aranceles grandes a las importaciones chinas, Estados Unidos quedaría en una posición mucho mejor que China para hacer frente a las consecuencias. Eso es porque las exportaciones estadounidenses a China son mucho más pequeñas que la intervención masiva de China en el mercado de los EE. UU. Creen que imponer la tarifa ahora es un riesgo que vale la pena tomar. The Washington Post calificó esto como el “game of chicken” [juego de la gallina] del señor Trump”. (Editorial, 25 de junio)
Panorama
¿Los EE. UU. van en declive? Mi opinión es que el país se encuentra actualmente en un impasse, si bien pasajero. Una crisis de inmigrantes en nuestra frontera sur, serias disputas comerciales con nuestros socios comerciales europeos y canadienses, una necesidad urgente de corregir los desequilibrios comerciales con China y los crecientes déficits presupuestarios en el país, hacen que Estados Unidos sea vulnerable a las presiones internacionales que minarán nuestra economía y fuerza política. Si la administración Trump no tiene éxito en enfrentar estos grandes problemas, Estados Unidos corre el riesgo de una declinación gradual, quizás rápida, como potencia mundial y la erosión de su capacidad para defender sus intereses nacionales.
Donald Nuechterlein es especialista en temas de la Guerra Fría e imparte cátedra a este respecto en la Universidad de Richmond. Autor de numerosos libros sobre política norteamericana y exterior, sus títulos más recientes son A Cold War Odyssey (1997), America Recommitted: A Superpower Assesses its Role in a Turbulent World (2000), Defiant Superpower: The New American Hegemony (2005).
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Posted: July 24, 2018 at 10:02 pm