El mundo latino de Pedro Medina León
Oswaldo Estrada
Desde hace varios años Pedro Medina León (Lima, 1977) viene construyendo un mundo propio, en el que revisamos no sólo la armazón del sueño americano sino también su desmoronamiento diario, o los estragos de vivir entre dos culturas, aunque el inmigrante siempre busque el lado amable en cualquier situación adversa. El escritor peruano ha tallado este mundo de reveses y derechos en las novelas Varsovia (2017), Marginal (2018) y Americana (2019), así como en una serie de crónicas que respiran latinidad y barrio, el espíritu latinoamericano de Miami y en especial su cultura underground. La chica más pop de South Beach (New York: Sudaquia, 2020) es una pieza clave en este universo ficcional. Sus nueve relatos, escritos entre el 2010 y el 2020, también nos internan en escenarios poblados de inmigrantes cuyas vidas llegan a alguna parte con un soundtrack interno. Y con nostalgias y sueños de superación. Y desenlaces que nos recuerdan que el mundo está mal hecho y tal vez por eso mismo intentamos hacerlo un poco mejor.
Son varios los estilos de estos cuentos. En algunos, como en “Polaroids”, el narrador se vale de un par de pinceladas para retratar una escena callejera, la fachada de un bar, el afiche de un concierto, o el santo y seña de un personaje que aparecerá en varios momentos del libro. En otros —pienso en “Aquellos días de Mar”, por ejemplo —el narrador nos invita a seguirlo por distintas calles, a presenciar el encuentro y desencuentro de dos jóvenes en un Starbucks o en un departamento de un dormitorio en Miami Beach. Lo que descubrimos en uno y otro caso es cómo viven los inmigrantes latinoamericanos en esa parte de los Estados Unidos, cómo se juntan ahí, con o sin papeles, peruanos, colombianos, venezolanos y argentinos para crearse una comunidad alternativa que guarda algo de su lugar de origen pero también mucho del país de adopción. Y es ahí, mezclando el inglés y el español, tomando una Heineken, entrando y saliendo del hostal Bikini o de un efficiency o un billar —como en los cuentos “Camagüey” y “La remerita de los conciertos”— donde la escritura de Medina León nos sumerge por completo en el mundo latino de esos hombres y mujeres que llegan al sur de la Florida buscando un sueño, persiguiendo una ilusión, aunque la nostalgia los gane por las noches y extrañen de pronto los olores de su ciudad, sus comidas y su música, lo que es pasar la navidad en casa.
¿Cuánto se ha escrito sobre estos temas en los Estados Unidos? Mucho y desde hace años, en inglés y en español. Y sin embargo Medina León sabe encontrar la novedad, el giro curioso, la palabra precisa para representar la realidad de aquellos que trabajan por hora y lavan su ropa en lavanderías públicas. Hablo de los hombres y mujeres que hacen deliveries a pie y en bicicleta, de los que se mudan en busca de una mejor oportunidad y los que hacen todo lo posible por regularizar su estatus migratorio. Medina León nos acerca a su cotidianidad con la música de Calamaro en el fondo y Soda Stereo y Patti Smith. Nos sienta a su lado para respirar el humo de su soledad al final de un día de trabajo, y nos invita a pasar un rato con aquellos que aprenden a pasar un “Domingo familiar sin familia”, o a celebrar Thanksgiving por primera vez.
“Señorita roncarol” es el más largo de todos los cuentos de la colección y está hecho de diecinueve fragmentos numerados. Me gusta porque retrata a Andrea en Lima, tomando la decisión de venir a los Estados Unidos, despidiéndose de sus amigos con una guitarreada en el techo, llegando al aeropuerto Internacional de Miami e instalándose en una habitación minúscula de un hostal en South Beach. El cuento la sigue por las calles mientras busca trabajo en distintos establecimientos hasta que la contratan en una taquería y después en un bar. Y justo cuando la imaginamos en ascenso, haciéndose un lugar en un mundo de inmigrantes y canciones de los Fabulosos Cadillacs y The Clash y Concrete Blonde, la narración le da un giro de tuerca al sueño americano, a la americanización de la modernidad, al lugar que muchos inmigrantes ocupamos.
En estos cuentos, como en la vida real, no siempre llegamos a un final feliz. Pero concluimos cada relato con la sensación de haber compartido la intimidad de ciertos personajes que tienen algo que decir, una anécdota que contar. Sus ilusiones perdidas, un encuentro amoroso, un Christmas Dinner, lo que pasa cuando llega la migra a tu casa o al trabajo y hay que volver a empezar. Los inmigrantes que pueblan las páginas de La chica más pop de South Beach trabajan a destajo, doblan turnos y caen rendidos al final de cada jornada. Aprenden inglés en la universidad de la vida, chocan sus botellas con otros recién llegados a los que pronto ven como hermanos y viven en el intersticio mismo de lo que dejaron atrás y el mundo miamense que buscan conquistar. No es el set de las películas ni el de las playas alucinantes del sur de la Florida, ni el de los malls que tanto atraen a los turistas cada año. Es el de la gente que hace sus compras en el Publix, que trabaja en la Calle 8 y mata el hambre en el McDonalds de la Lincoln y en Pizzas by the Slice, con la amenaza constante de un próximo huracán, luchando a muerte contra la soledad.
Como buena colección cuentística, el último texto nos desplaza a un lugar distinto: a Seattle. Y allá, lejos de las luces de neón y el bullicio de Miami, la cantante Nata Napolitano, personaje de otros relatos del mismo libro, presente desde el inicio, debe reinventarse desde cero, ganando doce dólares la hora, en una tienda de discos donde pronto se convierte en la letra de su mejor canción: “Lonely Highway”. Y aunque cerramos el libro, seguimos pensando en Clarita y en Martín, en Andrea y en Solís, o en otros hombres y mujeres que buscan un lugar propio en la inmensidad de este país. El realismo sucio que Pedro Medina León pone a nuestro alcance es así: agridulce, picante y amargo. Está hecho de vivencias migrantes que nos agreden cuando menos lo esperamos. Sabe a gloria, pero también a sudor y desencanto.
©Literal Publishing. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación. Toda forma de utilización no autorizada será perseguida con lo establecido en la ley federal del derecho de autor.
Las opiniones expresadas por nuestros colaboradores y columnistas son responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de esta revista ni de sus editores, aunque sí refrendamos y respaldamos su derecho a expresarlas en toda su pluralidad
Posted: October 1, 2021 at 12:07 am