EL OLVIDO DE LA VIOLENCIA
Jesús Ramírez-Bermúdez
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Avanzo por la sala de espera y veo su rostro. Nos hemos visto antes, pero padece amnesia. Catalina era policía y enfrentó a una banda criminal. Fue víctima de actos brutales que destruyeron una estructura cerebral con valor crítico para la vida psicológica: me refiero al hipocampo, alojado en las profundidades del lóbulo temporal.
La saludo y observo sus respuestas emocionales. Quiero saber si hay alguna reacción de familiaridad hacia mí, a pesar del trastorno de la memoria. El neurólogo portugués Antonio Damasio ha reportado que algunos pacientes con amnesia pueden tener respuestas emocionales específicas hacia personas con las que han tenido interacciones significativas, aunque aseguran que jamás han visto a estas personas. Por ejemplo, un paciente llamado David padecía amnesia como secuela de una encefalitis herpética. Se dirigía espontáneamente hacia el doctor Damasio en medio de otros profesionales, con una actitud amistosa, como si lo reconociera; al preguntarle de manera directa por la identidad del neurólogo, David ignoraba que estaba frente a un doctor, y decía que se trataba de un amigo, ¡era su primo George! La memoria emocional, si se me permite el uso de este término, no depende completamente de la evocación consciente. David tenía fallas en la memoria explícita, porque no podía evocar de manera consciente los encuentros previos con el doctor Damasio. Pero el sistema cerebral de la memoria implícita guardaba un rastro emocional de las interacciones, y eso generaba sentimientos de familiaridad frente al neurólogo. La memoria implícita se basa en aprendizajes que no dependen del monitoreo consciente para llevar a cabo sus operaciones.
Catalina me sonríe con naturalidad. Entra al consultorio con su madre. Le pregunto si nos conocemos.
–No –responde con un gesto de sinceridad.
–¿Ya habías venido a este consultorio?
–Nunca.
–¿Cómo podemos ayudarte? ¿Cuál es el problema por el cual se te atiende en este hospital?
–No lo sé.
–¿Tienes alguna enfermedad? ¿Algún padecimiento?
–No, ninguno.
La madre nos relata el evento que la llevó a este estado: Catalina trabajaba como policía. Durante un enfrentamiento con un grupo criminal en la Ciudad de México, fue golpeada de manera brutal. Sufrió fracturas en los brazos y las piernas. Un traumatismo craneoencefálico la llevó a un estado de coma.
–Yo creo que la dieron por muerta –dice la madre–. Por eso no regresaron a darle el último balazo, doctor. Pero a su compañero si le quitaron la vida esa noche.
Catalina ingresó a terapia intensiva en el Hospital General de Xoco. Cuando salió de la unidad de cuidados intensivos, la madre observó que había perdido la memoria. En mi hospital, hemos podido constatar que no hay alteraciones en el lenguaje, la atención, el razonamiento o las capacidades visoespaciales. La deficiencia se circunscribe al dominio de la memoria. Hay una falla central en la memoria anterógrada, porque le resulta imposible formar nuevos recuerdos. Pero también hay un problema con la memoria retrógrada: tiene fallas importantes para recordar asuntos que sucedieron antes del accidente. No recuerda los eventos relacionados con el traumatismo, ni siquiera su estancia en el hospital de Xoco, o su pasado como policía. No puede recordar datos relevantes de su biografía, como la fecha de nacimiento o las escuelas en donde estudió la primaria o la secundaria. Por un instante pienso que su condición es una metáfora de nuestra historia colectiva: las autoridades de México quisieran olvidar todo el asunto de la violencia social. Yo no puedo hacerlo. Veo a diario las consecuencias cerebrales y psicológicas de ese contexto.
Miramos los estudios obtenidos mediante Imagenología por Resonancia Magnética. Hay una lesión destructiva del lóbulo temporal en el hemisferio izquierdo. Es una gran lesión y afecta estructuras como el polo temporal, la amígdala, y de manera muy especial, la formación del hipocampo. La memoria está distribuida a lo largo de muchos sistemas cerebrales, pero el hipocampo es un epicentro crítico para entender la formación y recuperación de los recuerdos.
–Catalina, ¿me puedes decir la fecha de hoy?
–Sí, es 7 de Junio.
–¿De qué año?
–2018.
–¿Sabes qué día de la semana es hoy?
–Sí, hoy es día jueves.
En realidad, la entrevista sucede un día lunes, en enero del año 2022. El accidente sucedió en el año 2018, y Catalina no puede actualizar el año o la fecha a partir de aquel momento.
–¿Cuántos años tienes?
–24 años –dice de manera cándida. Para evitar un sobresalto, no expreso en voz alta lo que confirmo en el expediente. Catalina nació en noviembre de 1991. Ya cumplió 30 años.
Me cuesta trabajo atender el asunto de su hija. Catalina reconoce el nombre de la niña si su madre la menciona. Cuando ocurrió el accidente, la niña tenía ocho años de edad. Ahora tiene once años, y ha cambiado un poco. Es difícil predecir qué sucederá a lo largo de los años. Me pregunto si Catalina podrá reconocerla cuando la niña crezca y sea adolescente, o una adulta. Por el momento mantienen una buena relación, aunque los cuidados recaen en la madre de Catalina, quien ha pasado por niveles inhumanos de tensión económica y emocional. Se apoya en la religión católica. Durante la consulta habla acerca de la Virgen María y Jesucristo, y dice que toda la circunstancia es una bendición, porque tiene el privilegio de sentir la presencia de Dios.
Hay otro elemento problemático. Catalina ignora que padece amnesia. Sus gestos revelan un estado de desconcierto cuando se exponen los hechos de su patología. En ocasiones revela sorpresa o incomodidad, a pesar de lo cual es amable, y coopera en todos los sentidos durante la consulta. Según la madre, Catalina ha mejorado significativamente con el uso de un fármaco. Dice que la paciente no se involucraba en tareas del hogar y en el cuidado de la niña antes de la medicación. Y presentaba exabruptos de ira. Todo eso ha mejorado. El medicamento aumenta las concentraciones cerebrales de acetilcolina, un neurotransmisor que participa en procesos de atención y memoria. Se desarrolló para tratar la enfermedad de Alzheimer. No se sabe a ciencia cierta si podría ser eficaz en casos de amnesia postraumática, como el de Catalina. Lo hemos prescrito porque no tiene efectos adversos significativos, y por la sencilla pero vergonzosa razón de que no disponemos de algo mejor. Me quedo pensando si el cambio se debe al uso del fármaco, o si es la evolución natural de su padecimiento. Con un solo caso, es muy difícil hacer una inferencia científica. La investigación terapéutica es urgente para atender a personas con lesión cerebral, y en general, para mejorar los graves trastornos de la memoria que se presentan en condiciones neurológicas y psiquiátricas. Desconocemos los mecanismos íntimos que hacen posible la inscripción neuronal del aprendizaje y los detalles fisiológicos que nos permiten evocar recuerdos, reconstruirlos. Y avanzamos con dificultades hacia la investigación de la consciencia: ¿por qué algunos pacientes saben perfectamente que son incapaces de memorizar? ¿Y por qué otras personas, como Catalina, ignoran que olvidan y desconocen que su cerebro ha dejado de escribir los nuevos sucesos del mundo y de su propia vida?
© Imagen flickr
Jesús Ramírez-Bermúdez. Médico especialista en neuropsiquiatría. Es Doctor en Ciencias por la UNAM. Pertenece al SNI CONACyT. Ha publicado más de 100 trabajos científicos en el campo de las neurociencias clínicas, con reconocimientos en Australia (International Neuropsychiatric Association, 2006) y Estados Unidos (International Conference on Bipolar Disorders, 2011). Es autor del tratado Principios de Neuropsiquiatría (Asociación Psiquiátrica Mexicana, 2019) de la novela Paramnesia (Penguin-Random House, 2006) y de los libros Breve diccionario clínico del alma (Penguin-Random House, 2010), Un diccionario sin palabras (Almadia, 2016), y Depresión: la noche más oscura (Penguin-Random House, 2020) que exploran las fronteras entre la narración clínica y el ensayo científico. En 2009 obtuvo el Premio Nacional de Ensayo Literario del Instituto de Bellas Artes de México.
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Posted: February 8, 2024 at 9:03 pm