Flashback
El Pacífico mexicano, Elizabeth Taylor y Richard Burton
COLUMN/COLUMNA

El Pacífico mexicano, Elizabeth Taylor y Richard Burton

Ricardo Lopez Si

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En un pintoresco barrio del casco antiguo de Puerto Vallarta, en las costas del Pacífico mexicano, el hotel boutique Casa Kimberly se mantiene como el vestigio más tangible en torno al romance entre Elizabeth Taylor y Richard Burton. La colina que domina Gringo Gulch, el nombre con el que ha sido popularizado por los viajeros angloparlantes el laberinto residencial que aloja las casas que pertenecieron a la pareja, se comunica directamente con la Zona Romántica, el distrito bohemio, progresista y liberal de la ciudad.

El lujoso hotel está conformado por las antiguas residencias de Taylor y Burton, conectadas por un puente con aura veneciana que, en otro tiempo, fue el único escape posible para ambos ante el incesante asedio de los paparazzis, plenamente conscientes que se trataba, todavía, de un romance furtivo que ya venía de provocar un escándalo de proporciones bíblicas —nunca mejor dicho— en Roma, con la mismísima Iglesia Católica implicada.

La placa que simboliza el acceso a un portal antiguo, la escultura de bronce consagrada a los enamorados y el hipnotizante retrato de la diva de los ojos celestes que corona unas escaleras de azulejo flanqueadas por columnas de piedra invitan a revisitar un mito que nació durante el rodaje de Cleopatra, una película producida por el célebre Walter Wanger —a quien también le debemos La diligencia, de John Ford— y pilotada, en un inicio, por el director de cine y teatro georgiano-estadounidense Rouben Mamoulian.

Durante el comienzo del rodaje de Cleopatra en los estudios Pinewood, a las afueras de Londres, a Elizabeth Taylor casi le cuesta la vida una gravísima congestión pulmonar. Después de superar uno de los episodios más traumáticos de su carrera, la actriz se reintegró a la producción seis meses después, ahora en Roma, en el famoso complejo Cinecittà. Taylor se instaló en una mansión de mármol rosa en la Via Appia junto a su entonces esposo, el cantante Eddie Fisher. El traslado de la producción a la Ciudad Eterna desencadenó cambios en la dirección y en los dos actores protagónicos masculinos.

No se explica la repercusión de Cleopatra en la cultura popular sin pensar en la pareja conformada por Liz Taylor, la femme fatale del Nilo, y Richard Burton, como Marco Antonio, un amorío subrepticio que trascendió el plató de cine, que le costó el matrimonio y la estabilidad emocional a la estrella angloestadounidense y cuyo resplandor tuvo lugar tiempo después en Puerto Vallarta, en las playas del occidente mexicano, mientras Burton filmaba La noche de la iguana (1964, John Huston) junto a Ava Gardner y Deborah Kerr.

Se trató, por diversos motivos, de un rodaje especialmente caótico. La duración final de la película pasó de seis horas a cuatro y el escándalo en torno a las infidelidades de sus protagonistas eclipsó, por mucho, su recorrido en salas. A pesar de esto —y por todo esto—, se trata de una de las películas fundamentales en la formación cinéfila de toda una generación. Hablamos de una de las primeras cintas épicas en formato de superproducción que destilaban un indiscutible aroma autoral, un mérito absoluto de un genio inalcanzable como Joseph L. Mankiewicz —que luego no quedó del todo satisfecho con los recortes del montaje—.

Los diálogos y la propuesta narrativa en ningún momento palidecen frente al centelleo y la magnitud de la puesta en escena, que bien pudo ser simbolizada como el último coletazo de una época en Hollywood. Dos momentos para la historia del cine: la fastuosa entrada de Cleopatra a Roma y el reproche de Taylor a Burton, cuando le dice: «¿Qué le pasó al hombre que eras?» A lo que el actor galés responde: «Tú me pasaste». Si había algo capaz de tener comiendo de su mano al imperio que marcó para siempre el curso de la historia, debían ser los ojos de Elizabeth Taylor.

 

*Imagen de Loren Javier en Flickr

 

Ricardo López Si es coautor de la revista literaria La Marrakech de Juan Goytisolo y el libro de relatos Viaje a la Madre Tierra. Columnista en el diario ContraRéplica y editor de la revista Purgante. Estudió una maestría en Periodismo de Viajes en la Universidad Autónoma de Barcelona y formó parte de la expedición Tahina-Can Irán 2019. Su twitter es @Ricardo_LoSi

 

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Posted: February 12, 2025 at 10:05 pm

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