El santo patrono de las fake news
Alberto Chimal
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El año ha empezado tan vertiginoso que estuve a punto de no escribir nada este mes, así de tremebunda ha estado la embestida. Hasta donde he podido ver, la parte más ridícula y más leve de las noticias de esta semana es lo del nombre del Golfo de México, que de pronto da a pensar en trolls de internet, en hombres inmaduros y estúpidos, pero de pronto, también, en avisos de guerra. Por pretextos más bobos han muerto millones.
(Los fantasmas de mi mamá y de sus hermanas dicen “Cruz, cruz” desde no se sabe dónde, para alejar a la mala fortuna de los vivos.)
Así que mejor escribo acerca de otro tiempo, de algún sitio distante. De un personaje remoto, que (al menos en apariencia) no tenga que ver con el mundo del presente.
Procopio de Cesarea fue un historiador romano, aunque no del Imperio Romano que más se conoce —es decir, el de Occidente: el de los Evangelios, Julio César, Rómulo y Remo, Gladiador de Ridley Scott, etcétera—, sino del otro, que usualmente llamamos Imperio Bizantino, aunque ellos mismos jamás se llamaron así. Las fechas de nacimiento y muerte de Procopio son inciertas: debe haber nacido hacia el año 500 de nuestra era y muerto poco después de 560. Pero en ese siglo, el antiguo Imperio Romano, el que llegó a extenderse desde la Península Ibérica hasta el Mar Caspio, ya no existía.
En 330, Constantino el Grande, el primero de los emperadores cristianos, mudó la capital del imperio todavía unido, pero ya en decadencia, de Roma a Constantinopla: la ciudad fundada por él en el sitio de Bizancio, una población todavía más antigua. Para 395, su sucesor Teodosio I formalizó la separación de las partes oriental y occidental. La tradición establece que el año de la caída de Roma fue 476, con la destitución de su último emperador, Rómulo Augústulo. Lejos de la Península itálica y del centro de Europa, el Basileía Romaíon (el nombre significa “Imperio Romano”, pero en griego) perduró durante otros mil años, hasta que declinó también, se redujo hasta abarcar únicamente la propia Constantinopla, y fue conquistado por el Imperio Otomano en 1453.
De modo que Procopio, aunque nacido en Palestina medio milenio después de Cristo, seguía considerándose romano. Hablante nativo de griego, como muchos otros súbditos del Imperio, estudió leyes; fue consejero legal del general Belisario (505-565), el gran genio militar de la época, y es posible que, en los últimos años de la amistad que hubo entre ambos, se convirtiera en su secretario particular. Procopio acompañó a Belisario durante sus campañas contra persas, vándalos y godos; después fue, probablemente, juez y miembro de la corte del emperador Justiniano (482-565) en Constantinopla. Allí presenció la epidemia de peste que sufrió la ciudad en 542 y publicó los libros por los que más se le recuerda: Guerras (545-53) y Sobre los edificios (c. 560), que son de las pocas fuentes contemporáneas disponibles acerca del reinado de Justiniano y, para el caso, de la vida de su autor.
Un tercer libro de Procopio, aparecido póstumamente, se titula Historia secreta, parece haber sido escrito alrededor de 550, y su autor dice que en él se registra todo lo que “no podía” escribir acerca de Justiniano y de su esposa, Teodora, en sus Guerras, por miedo a sufrir represalias.
El libro es una obra de propaganda contra Justiniano, que contradice (los historiadores no se ponen de acuerdo acerca del motivo) lo que el mismo Procopio escribió en el resto de su obra. Es una narración estridente, repleta de episodios terribles, que en estos días me parece un ejemplo temprano de las que ahora llamamos fake news.
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Ya sabemos cómo se utiliza el término en la actualidad: una “noticia falsa” puede ser
a) efectivamente una mentira, difundida como si no lo fuera, o bien
b) exactamente lo contrario: una noticia verídica que se califica de falsa, usualmente porque hacerlo conviene a una determinada persona o grupo político.
La primera acepción es la importante en el caso de Procopio. Una de las hipótesis más interesantes para explicar la existencia de Historia secreta es que Procopio la habría escrito como justificación de un complot contra Justiniano, para ser publicada después de que el complot tuviera éxito. No sería el único caso en la historia antigua, y la utilidad de un texto así es fácil de entender: su propósito es reescribir la historia de un crimen y convertirlo en un acto heroico. El complot habría fracasado y el texto se habría quedado sin usar, como algo demasiado peligroso para ser difundido mientras Procopio siguiera con vida.
Las herramientas del creador de fake news son retóricas: busca la fuerza expresiva y no la veracidad. Para ver cómo funcionan en el caso de Procopio, copio un pasaje de la traducción de Historia secreta publicada en 2000 por la editorial Gredos, realizada y anotada por Juan Signes Codoñer. En el capítulo 12, literalmente titulado “Justiniano, príncipe de los demonios”, Procopio dice que, debido a la codicia del emperador, los ciudadanos
vivían sin quererlo una muerte lenta, asfixiados por los recaudadores de impuestos y esquilmados por los intereses inagotables de sus deudas, y por eso precisamente a mí y a la mayoría de los nuestros nunca nos pareció que [los gobernantes] eran hombres, sino démones perversos y, tal como dicen los poetas, funestos para los mortales. Ellos en efecto, deliberando de común acuerdo cómo serían capaces de destruir toda la especie humana y sus obras de la manera más rápida y fácil, adoptaron apariencia humana y, una vez convertidos en demonios humanos, arruinaron de este modo todo el mundo habitado.
Se podría demostrar esto, además de por otras muchas cosas, por el poder que revelaban sus acciones, pues sucede que las acciones demoníacas son completamente diferentes de las humanas. Pues, aunque sin duda ha habido muchos hombres desde el inicio de los tiempos que han provocado un terror extremo, bien por su naturaleza o bien por las circunstancias, y que arruinaron por sí solos los unos ciudades, los otros países, o causaron daños similares, no hubo nadie que fuese capaz de lograr la muerte de todos los hombres y catástrofes por todo el mundo habitado a excepción de estas dos personas. La fortuna ayudaba además a sus propósitos contribuyendo a la destrucción de los hombres, pues acontecieron por este mismo tiempo terremotos, pestes y desbordamientos de ríos que causaron una enorme destrucción, tal como enseguida expondré. Así pues, ellos causaron estos males no gracias a sus capacidades como hombres, sino en virtud de otro tipo de poder.
De él dicen que su madre reveló a algunas de sus amistades que no era hijo de su marido Sabacio ni de hombre alguno, pues decía que cuando ella iba a concebirle la visitó un demonio que, aunque invisible, le hizo percibir que estaba junto a ella, tal como un hombre que se ayunta con una mujer, y que desapareció como en un sueño.
Algunas personas que le acompañaban a altas horas de la noche y residían evidentemente en Palacio, gentes de espíritu sincero, creyeron ver una especie de extraña aparición demoníaca en su lugar. Uno en efecto decía que Justiniano, levantándose de repente del trono imperial, daba paseos por allí, pues no acostumbraba a estar sentado mucho tiempo y que aunque su cabeza desaparecía repentinamente, el resto de su cuerpo parecía recorrer los pasillos durante horas. Mientras tanto él permanecía allí de pie, decía, largo tiempo, entre inquieto y perplejo, como si su visión hubiese padecido un grave trastorno. Luego, cuando la cabeza se reunía de nuevo con el cuerpo, pensaba que se había completado prodigiosamente su cuerpo, trunco apenas hacía un instante. Otro decía que estando de pie junto a él cuando se encontraba sentado vio de repente cómo su rostro se convirtió en una especie de masa de carne indistinta, pues carecía de cejas, de ojos en el lugar que les correspondía o de cualquier otra señal que le identificase de algún modo. Pero que pasado un tiempo le fue posible ver cómo regresaban los rasgos de su cara. Escribo estas cosas aunque yo mismo no las presencié, sino que las oí de los que aseguran que las vieron entonces.
¿No suena todo lo anterior a algo que, redactado de otra manera, puesto en forma de una publicación en redes sociales, dicho o gritado en un video, podría aparecer en cualquier momento en una pantalla cerca de nosotros? El enemigo siempre es demoníaco en sus intenciones, deseoso de hacer daño porque sí a sus víctimas inocentes. El valeroso denunciante no vio nada de lo que dice que es cierto, aunque sí lo oyó contar. Los sucesos más sensacionales y perturbadores son a todas luces absurdos, pero se ponen al lado de otros que suenan más plausibles. Aun si se admite que los romanos de Constantinopla eran supersticiosos, y no se tomaban tan en serio las restricciones de la ortodoxia cristiana, el objetivo de Procopio es enardecer, causar ira y espanto, suspender el juicio de sus posibles lectores, y en especial de aquellos que ya odiaban a Justiniano. Es un mensaje dirigido a ellos. Les dice que tienen razón en su odio.
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(Como se ve, no pude resistir y acabé por regresar a la actualidad.)
El que las dos acepciones de fake news sean contradictorias, e igual de fáciles de hallar en la vida real, echa de ver el problema tan serio en el que se encuentra la noción misma de realidad en nuestro tiempo. Hoy, un proyecto como el de Procopio no tiene que esperar a que una acción se lleve a cabo en el mundo real para empezar a mentir. El efecto de fomentar incesantemente la sospecha de lo falso, a la vez que se niega lo cierto con absoluta mala fe, contamina a las sociedades, vuelve imposible que haya acuerdos (o siquiera deseo de llegar a acuerdos) y pone al poder en el sitio de privilegio por encima de la verdad o la justicia. Los demagogos de la actualidad, que mienten constantemente y sin ningún pudor, no quieren convencer a sus fieles ni persuadir a sus enemigos: quieren demostrar que pueden decir lo que les plazca, con absoluto descaro, y por todas partes, aprovechando la facilidad de acceso y la presencia constante de los medios de comunicación en la vida moderna. Quienes los apoyan les creerán cualquier cosa, y negarán para siempre lo que diga sus adversarios, porque lo que importa no es que algo sea cierto, sino que lo diga el líder, el “macho alfa”, el jefe de la tribu. Argumentar o debatir contra este tipo de fanatismo es inútil, y quien lo intenta acaba por ser arrastrado. Entonces se retrae, desespera, renuncia a cualquier posibilidad de hacerse oír por encima del escándalo.
Otra parte de la embestida de estos primeros días de enero es la noticia de que Meta, la empresa cuyas plataformas sociales cuentan con más de 2,000 millones de usuarios, va a eliminar sus equipos de verificación de contenido y a dejar de borrar u ocultar casi todo lo que antes consideraba fake news o publicaciones tóxicas. Los cambios declarados de sus reglas incluyen permisos específicos para difundir propaganda racista, antiinmigrante y en contra de las comunidades LGBTQ+. Con esto, Meta y su dueño, Mark Zuckerberg, se alinean cínicamente con las preferencias de la derecha autoritaria en muchos lugares del mundo y ponen en peligro a millones de personas. Con esto llega también una edad dorada, sin precedentes, para los fieles de San Procopio de Cesarea.
Steve Bannon, locutor, antiguo asesor de Donald Trump y figura importante del extremismo mundial, declaró famosamente que los periodistas son enemigos de su movimiento, y que la forma de combatirlos (y, por extensión, de combatir al concepto de la búsqueda de verdad, que ellos representan) es “inundar la zona de mierda”. Esto es lo que va a suceder con mucha más intensidad a partir de ahora. La propaganda de nuestro tiempo no es solamente la de las grandes mentiras que un solo individuo impone sobre millones, sino también la de los millones de mentiras pequeñas, banales, incesantes, que se imponen sobre uno, sobre cada individuo, y lo aplastan.
(Los fantasmas de mi madre y sus hermanas me miran con tristeza.)
Alberto Chimal es autor de tres novelas, más de 30 libros de cuentos, ensayos y guiones de cine y de cómic. Recibió el Premio Bellas Artes de Cuento San Luis Potosí 2002, el Premio Bellas Artes de Narrativa Colima 2014 y el premio del Banco del Libro 2021, entre otros. Su libro más reciente es la novela La visitante. Contacto y redes: https://linktr.ee/
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Posted: January 13, 2025 at 9:11 pm