Escribir lo que desaparece
Socorro Venegas
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¿Qué son esas escrituras que están al límite, ahí donde el lenguaje se vuelve lava, urgencia?
En su magnífico libro de ensayos El arte del error, María Negroni distingue entre un lenguaje petrificado, inútil para la literatura, y el poético, el que tiene la capacidad de conmovernos porque está vivo y nos revela el mundo. Cómo abarcar, con qué palabras, qué sintaxis pide el dolor de una pérdida que no ocurre de tajo, que nos muestra la fragilidad de la memoria, el desvanecimiento de un ser amado.
Repaso aquí dos obras personalísimas, que quizá podrían circunscribirse en la autoficción, aunque con esta clasificación no se alcance a comprender la profundidad de la herida de la que emanan estas historias.
En su libro No he salido de mi noche, la autora francesa Annie Ernaux narra en un diario la atroz convivencia con su madre, enferma de Alzheimer: “Al final, tuve que ingresarla en una residencia de ancianos. (…) No sabía que aquel periodo me conduciría hacia su muerte, en 1986. (…) No he querido modificar nada al transcribir aquellos momentos en que me quedaba junto a ella, fuera del tiempo, de todo pensamiento”.
Cada entrada del diario aparece como un texto autosuficiente, un intento por atemperar y esclarecer lo que el dolor va fraguando. “Escribir sobre la propia madre plantea, a la fuerza, el problema de la escritura”, reflexiona Ernaux en este libro que es también sobre la capacidad del lenguaje para cifrar lo indecible.
Aun después de la muerte de la madre, la escritora mantiene sus reflexiones, no termina el estupor ante la ausencia definitiva, infinita.
La vida, la muerte, se quedan cada una a un lado, disyuntivas.
Estoy en plena disyunción. Puede que un día deje de ser así, y todo aparezca ligado, como en una historia.
En su libro Desarticulaciones, la ensayista y narradora argentina Sylvia Molloy describe las visitas casi diarias a ML., una amiga cercanísima que ha enfermado, como la madre de Ernaux, de Alzheimer. “No puedo acostumbrarme a no decir ´¿te acordás?´porque intento mantener, en esos pedacitos de pasado compartido, los lazos cómplices que me unen a ella”. El título del libro ya alude a lo que sucede en la mente de la amiga, pero también en la de quien la acompaña, como si se creara un nuevo código para mantener legible al ser querido.
La propia autora establece en una suerte de umbral o párrafo introductorio al libro la necesidad de escribir a ML, en un esfuerzo por contenerla, por mantener íntegra una historia común: “Tengo que escribir estos textos mientras ella está viva, mientras no haya muerte o clausura, para tratar de entender este estar/no estar de una persona que se desarticula ante mis ojos.”
Dice Maryse Condé que “en el corazón de los niños, la amistad late con la violencia del amor”, y eso es cierto también en estas páginas, donde el fervor de una amiga por la otra es un testimonio brutal sobre una pérdida que aun no lo es, que se alimenta de cada memoria que se diluye, del olvido de lo más elemental: cómo usar las piernas, como tragar. Igual que jugar al Jenga, cada pieza que se retira edifica una torre invisible.
Lo que se mira termina siendo también fuente de una conmoción, ¿cómo no pensar que en algún punto podemos también ser atacados por la desarticulación? Como no volvernos memoriosos, distanciarnos de la forma en que recordamos y contemplarnos interrogantes: “Me pregunto si la pérdida de memoria de ML. tiene algo que ver con el exacerbamiento arbitrario de la mía. Si de algún modo estoy compensando, probándome a mí misma que mi memoria recuerda, recuerda aun cuando yo no quiero recordar”. En el libro de Ernaux, la urgencia del cuerpo es distinta: “Cada vez que vengo a verla, tengo que escuchar música en la radio del coche, muy alta, mientras circulo por la autopista (…) Necesito erotismo a causa del cuerpo de mi madre”.
Dos libros que parecerían renunciar a la literatura, y de hecho Ernaux llega a decirlo en su ejercicio como diarista: “No es literatura esto que estoy escribiendo”. Aunque allí en las páginas de ambos libros prevalece la palabra poética, y ninguna de estas autoras renuncia a ella.
*Foto de Mohamed Nohassi en Unsplash
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Posted: March 12, 2024 at 5:52 pm