Essay
ESCRITO EN LA ESPALDA
COLUMN/COLUMNA

ESCRITO EN LA ESPALDA

Ana García Bergua

A usted, a últimas fechas, ¿no le duele la espalda? ¿No siente que la espalda se le manifiesta más seguido, bajo la forma de una vaga preocupación, como si algo lo persiguiera, algo viajara adherido al dorso, algo que no puede ver por más que tuerce el cuello para vislumbrarlo?

¿O no se le entumen los músculos de la espalda, se le engarrotan al final de día, y termina suplicando que alguien le sobe?

Y a usted, a últimas fechas, ¿no le inquietan las espaldas ajenas, no mira la nuca del taxista con ansiedad, pensando en que se podría dar vuelta y convertir todo el viaje a su destino en una rara pesadilla? ¿Esa espalda frente a usted, en el metro, no la inquieta, no lo inquieta?

¿Luce usted, como decía el legendario y poético cronista de fútbol, Ángel Fernández, una espalda preocupada, un agobio que se carga cual mochila deportiva, una joroba de incertidumbre?

¿No siente usted, en épocas recientes, que la espalda erguida se le desciviliza, se agacha, se inclina y regresa a ser el lomo de la bestia que vigila por encima del hombro mientras pasta, no vaya a ser que venga el león a devorarlo justo cuando mastica la hierba más jugosa, o que vendrá un compañero a toda carrera y lo saltará, como en el juego del burro?

Yo pienso a veces, le cuento, en los cargadores, los antiguos esclavos cargando sobre la espalda las piedras y los azotes del capataz, todo junto. Pienso en cuántas espaldas somos, cuán espalda es el ser humano. Duele la espalda y en nada más se puede pensar; en realidad, somos la espalda que nos carga y nos eleva. La espalda es nuestro envés, nuestra alma; igual que a ésta, no la podemos ver completa, ni siquiera en el espejo. Cuando la olvidamos, quedamos torcidos, jorobados en el asiento, como muñecos.

Y también pienso en el Pípila –hay quien dice que no existió–, por cierto, tumbando las  puertas de la Alhóndiga con la losa enorme que se amarró a la espalda. Un Sansón de espalda heroica o terrible, según se vea.

¿No se le eriza el vello de la espalda como al gato de pensar en qué sigue, qué viene, qué nos traerá la historia en estos años?

Eso, cuando al enterarse no se cae de espaldas.

Quizá ha pensado en huir hacia la espalda de las montañas. O ya contrató a un par, un trío o una docena de hombres fornidos para que le guarden la espalda y lo siguen de aquí para allá en lujosos autos blindados, una capa de pavorreal de acero para no tener que mirar hacia atrás tan seguido.

Por cierto, señora, quizá su hijo piensa que usted tiene ojos en la espalda porque sabe lo que hace y lo que deja de hacer, ¿cómo le hace?

Y seguramente hay algunos de su familia que se fueron de espaldas mojadas, o por lo menos lo intentaron o siguen intentándolo, montados en el lomo de una bestia metálica que cruza el país.

Ay, la espalda, el otro lado, el envés de las cosas. Preocupados estamos todos –más los políticos, es verdad— por lo que se dice, lo que se trama a nuestras espaldas. La política debe de ser el recinto de las espaldas contracturadas.

También esperamos –detonación de salida, aprobación sublime, arranque de la carrera al éxito seguro— el gran Espaldarazo lleno de promesas, el empujoncito tranquilizador, como esas palmadas rítmicas en la espalda que se tamborilean los funcionarios, los empresarios, antes del acuerdo y el tequila.

El abrazo, el tan mexicano abrazo apapachón con que no nos podemos aguantar de saludarnos, no siempre abarca a la espalda.

Y el Príncipe Azul, por cierto, suele tener amplias y musculosas espaldas. Aunque la pregunta máxima sobre el amor y la soledad se cifra, quizá, en si habrá quien nos rasque la espalda en la vejez, o si recurriremos a aquellas manitas plásticas, rígidas, que hurgan bajo la blusa o la camiseta para aliviar la comezón, como un raro recuerdo de aquellas torpes y cálidas que batallaban con los broches del brassiere en la penumbra de la adolescencia.

Pero pocas cosas causan tanto dolor como el hecho de que nos den la espalda aquellos en quienes confiamos alguna vez. Y siempre podemos, también nosotros, dar la espalda. Dar la espalda a otras personas, dar la espalda a la realidad, ¿no son cosas similares?

¿Cómo decirle a alguien que está caminando de espaldas? Quizá si se mira los pies se dará cuenta.

Y a usted, ¿es cierto que un escalofrío le recorre la espalda? En las novelas pasa todo el tiempo, cuando los personajes se emocionan, se excitan, se enamoran o se aterran. Confieso que nunca me ha pasado: es más común que se suelte la panza, se doblen las rodillas o sude el cuello, pero nada de eso suena tan bien como aquel escalofrío, suerte de rayo de la conciencia, de luminoso lugar común.

¿No envidia a los gatos cuando estiran la espalda como yoguis o mahometanos en su rezo? ¿Apreciará más Dios aquella muestra de espalda lisa y dispuesta en la tierra como una alfombra que el rezo encorvado, de rodillas, que no deja de guardar cierta reserva? Los gatos que son una cuerda animada por la espalda, un rayo de luz, un prodigio de adaptación sensible que jamás se rompe, lo sabrán mejor, sin duda.

Se escribe sobre las rodillas, pero también sobre la espalda. La espalda es esa página que traemos escrita y sólo los otros leen. De niña me contaban que los chinos en la época de Mao aprendían a leer en el cartel que traía el compañero de adelante de la fila colgado a la espalda, durante la larga marcha. En esa época me pareció heroico; ahora preferiría no marchar: leer en las rodillas, con detenimiento y quizá inclinar un poco la espalda, pero hacia el pensamiento.

 

Ana García Bergua  Es escritora y ha sido  galardonada  con el Premio de literatura Sor Juana Inés de la Cruz por su novela La bomba de San José. Ha publicado traducciones del francés y el inglés, y obras de novela y cuento, así como crónicas y reseñas en medios diversos. Su Twitter es: @BerguaAna

©Literal Publishing. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación. Toda forma de utilización no autorizada será perseguida con lo establecido en la ley federal del derecho de autor.


Posted: November 25, 2019 at 9:29 pm

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *