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Estudiantes de literatura y víctimas de la violencia: gracias
COLUMN/COLUMNA

Estudiantes de literatura y víctimas de la violencia: gracias

Lolita Bosch

Durante muchos, muchos años he trabajado un método de autoaprendizaje literario cuyo resultado está en un campus literario online. Sabemos escribir, podemos aprender quiénes somos y escribirnos. Pero el objetivo final del campus de autoaprendizaje literario responde en realidad a la necesidad cultural, social, filosófica y urgente de pensar e intervenir en la guerra: esta forma de violencia radical que es la guerra. No tanto para articular una reflexión en torno a su concepto sino para utilizar el pensamiento literario como pensamiento de paz y proyectarlo a una dimensión activa y práctica que sirva para la creación artística, la comprensión de esta humanidad que juntas y juntos conformamos; y, a fin de cuentas, para encontrar recursos contra la exclusión social, la pobreza y la violencia extrema.

Desde hace muchos años me he dado a la tarea de sistematizar no sólo mi proceso de creación literaria y el de otras escritoras y escritores, sino también, y sobre todo, el de los alumnos y alumnas de los programas de pensamiento y creación que imparto: cientos de personas de diversos lugares y edades, profesiones y pasiones dispares, países distintos. La generosidad con la que todas estas personas me han permitido observar de manera minuciosa sus procesos de creación y pensamiento; sus búsquedas, los laberintos que han necesitado construirse para encontrarse y las barreras que les han impedido avanzar; sus vergüenzas, sus aprendizajes y sus preguntas y respuestas; su intuición convertida en acto y su infinita curiosidad literaria, me han permitido alcanzar una certeza absolutamente inesperada que ha modificado mi vida para siempre: el recorrido honesto que debe transitar de una persona que quiere escribir (sobre todo, si quiere escribir por primera vez) es desconcertantemente semejante al que necesitan hacer las víctimas de la violencia para decir quiénes son, qué les ha sucedido y cómo puede entenderlo la sociedad en la que habitan. Para insertar su discurso íntimo en nuestro discurso colectivo del horror y la esperanza; para combatir la violencia, la pobreza y la exclusión; y para que podamos, comprender qué han vivido (no sólo saberlo). Únicamente así podremos no sólo actuar en consecuencia de su dolor y sus necesidades sino construir la voluntad firme de evitar que sus tragedias (que son también las nuestras) se repitan.

Debemos dejar que nos eduquen.

Mi experiencia en el trabajo con víctimas, sobre todo contra la guerra del crimen organizado en México, me ha demostrado que escuchar a las víctimas para entender sus necesidades y ofrecer las herramientas para que se las cuestionen de manera literaria las ayuda a formular un discurso de la barbarie comprensible y honesto. No para comprenderse a sí mismas (que también) sino para que quienes convivimos con ellas podamos actuar utilizando esta voluntad de entendimiento con la que nos enseñan a comprender el mundo (a pesar de que a menudo no nos demos cuenta y desperdiciemos por diversos motivos este aprendizaje que necesitamos que nos transmiten para construir cuerpos y mundos menos violentos).

La intención de todos estos años de investigación ha sido, por lo tanto, no sólo mostrar este recorrido de autoaprendizaje literario sino buscar el modo de utilizar este tránsito como herramienta de construcción de paz. En primer lugar, convirtiendo la violencia, la pobreza y la exclusión en espacios y tiempos comprensibles; algo que sólo consigue la literatura porque como bien decía el psicoanalista francés Jacques Lacan la verdad tiene estructura de ficción y sólo así somos capaces de entenderla. En segundo lugar, resiguiendo este recorrido de autoaprendizaje literario de manera amena y rigurosa con la ayuda de ejercicios prácticos que nos permitan aislar nuestra intención literaria para convertirla en una herramienta individual (creativa) y colectiva (de justicia). Esta visión crítica, activa y política del quehacer literario es el eje sobre el que gira todo el experimento literario-filosófico en el que he trabajado los últimos años y que se ha convertido en mi manera (literaria) de mirar el mundo y trabajar contra la violencia extrema, la pobreza y la exclusión. En muchos lugares y de formas muy diversas.

Durante todos estos años, finalmente, he reseguido el proceso de creación literaria mío y de los demás con la intención no sólo de repensarlo y (re)transitarlo tantas veces como sea posible, sino para convertirlo en una posibilidad de acción individual y colectiva que genere un movimiento transversal y global por el bien común. Quiero escuchar y dialogar con creadoras, creadores, personas interesadas en el arte y la literatura como forma de pensamiento y lo hago desde un Campus Literario. Quiero aprender y acompañar a las víctimas de la violencia y la exclusión social desde todos los proyectos del Colectivo FU y del Campus de Paz que ofrece de manera gratuita un recorrido individual que permite a las víctimas agilizar el penoso y complicadísimo tránsito hacia la comprensión y transmisión de las tragedias contra las que luchan. Y finalmente quiero escuchar a las niñas, los niños y las y los adolescentes en el Campus Mila; porque creo, con el escritor praguense Franz Kafka, que si queremos hacer una revolución pacífica que permita cambiar cosas esenciales debemos observar cómo se comportan las niñas y los niños y dejarnos educar.

Así he aprendido y sigo investigando de qué modo el pensamiento literario nos permite mirarnos las unas a los otros de una manera honesta y rigurosa; cómo nos ayuda a insertarnos, comprender y mostrarnos un mundo propio, pero también a querer e incluso necesitar entender el mundo de los demás (y asumirlo, con justicia y empatía, como propio); cómo nos conmina a un proceso íntimo y necesario basado en nuestra capacidad creativa, pero también en la humildad y la curiosidad como motor cultural y de transformación social.

Desde y para muchos lugares del mundo. En un vals sin fin por el planeta.

Que venga la paz. Escuchémonos. Escribámonos.

 

Lolita Bosch nació en Barcelona en 1970, pero vivió mucho tiempo en Albons (Baix Empordà). También ha vivido en Estados Unidos, India y, durante diez años, en la Ciudad de México. Ha publicado, entre otras novelas, Tres historias europeasLa persona que fuimosLa familia de mi padre o Esto que ves es un rostro, así como su antología personal de literatura mexicana Hecho en México y el ensayo narrativo Ahora, escribo. Su Twitter: @LolitaBosch

 

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Posted: October 6, 2019 at 9:21 pm

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