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Henry Kissinger y el Medio Oriente

Henry Kissinger y el Medio Oriente

Emiliano Polo

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Kissinger activó el nivel máximo de alerta nuclear, DefCon III, para disuadir a la Unión Soviética de involucrarse en el conflicto. A partir de la decisión de Leonid Brezhnev de no intervenir, la Unión Soviética dejó de ser factor importante en la política de Medio Oriente.

Henry Kissinger y los Riesgos de la Victoria: lecciones sobre Medio Oriente

Hace 50 años, en octubre de 1973, durante la celebración del día festivo de Yom Kippur, Siria y Egipto, llevaron a cabo un ataque sorpresa contra Israel. La agresión tomó desprevenidas a las agencias de inteligencia israelís y estadounidenses, que habían minimizado las demandas de las naciones árabes, y particularmente del presidente egipcio, Anwar Al-Sadat, por recuperar los territorios perdidos durante la guerra de los Seis Días de 1967. Al igual que en el reciente ataque terrorista de Hamas, en aquel entonces, se repitió el mismo sesgo de confirmación: desestimar una amenaza por supuestamente ser irracional; pensar que los enemigos comparten nuestros mismos intereses y tolerancia al riesgo. Las similitudes entre la presente guerra y el ataque de 1973 han resucitado debates relevantes sobre Medio Oriente como la influencia estadounidense sobre Israel o la competencia de las potencias por influencia en la región.

A pesar del desconcierto inicial por el ataque árabe de 1973, Henry Kissinger, secretario de Estado durante la administración del presidente Nixon, vio una oportunidad para impulsar los objetivos de Estados Unidos en Medio Oriente, sobre todo, alejar a Egipto y las naciones árabes de la órbita de influencia soviética. Ya existían señales de que Al-Sadat quería reducir el nivel de dependencia de Egipto desde que, en 1972, había expulsado del país a miles de consejeros militares soviéticos. Kissinger identificó una diplomacia rancia y torpe por parte de la Unión Soviética que, al apoyar las posturas islamistas más extremas, les impedía tener un rol relevante como mediadores en la región.

Inicialmente, el presidente Nixon había excluido a Kissinger de los asuntos de Medio Oriente por sus orígenes judíos y supuesto sesgo a favor de Israel; sin embargo, el escándalo de Watergate se convirtió en una crisis nacional en Estados Unidos que distrajo la atención del presidente, creando un vacío de poder en política exterior que Kissinger supo aprovechar. Pocos días después del ataque, Kissinger consiguió un cese al fuego a través de constantes viajes entre Damasco, Tel Aviv y El Cairo en lo que se conoció como “diplomacia de trasbordador” y Estados Unidos otorgó a Israel suficiente ayuda militar para revertir el avance árabe pero no suficiente como para lograr una victoria contundente. El verdadero propósito era convertir a Estados Unidos en la mayor influencia extranjera en la región; documentos desclasificados muestran cómo Kissinger sostuvo que, gracias al ataque, los israelís por fin estaban conscientes de que “si comenzaban cualquier otra guerra sin nuestro entusiasta apoyo, están perdidos”. Con la ayuda militar, Israel logró cruzó el Canal de Suez y colocarse a pocos kilómetros de la capital egipcia. Sorpresivamente, en ese momento, restringiendo el envió de armas e intercambio de inteligencia, Kissinger impidió que el ejército israelí llegara a El Cairo y destruyera por completo ejército de al-Sadat; el propósito fue “asegurar una victoria israelí, evitando una humillación para Egipto”. Un diplomático explicó posteriormente que la estrategia consistía en que “Israel saliera triunfador, pero sangrando” ya que si los israelís se percibían como invencibles, se destruían los estímulos para buscar negociaciones. Posteriormente, Kissinger aprovechó la débil posición de Egipto para actuar como intermediario entre Al-Sadat y el gobierno israelí, separando la política egipcia de Siria, que representaba la posición más extrema en contra de Israel. La aparente postura de neutralidad de Kissinger, mas las escalonadas concesiones territoriales, llevaron a que los países árabes miembros de la OPEP levantaran el embargo petrolero que ya había cuadruplicado los precios del crudo.

El modelo de Kissinger, conocido como ‘diplomacia incremental’ o de ‘paso a paso’ consistía en un proceso lento de construcción de confianza y arreglos inicialmente poco ambiciosos, en contraste con buscar acuerdos de paz de forma apresurada. Kissinger desconfiaba de la política exterior cimentada únicamente en valores. Fue un severo crítico del idealismo que caracterizó a la administración del presidente Woodrow Wilson de principios del siglo XX que, en su opinión, había pecado de ingenua y contribuido a tragedia de la Segunda Guerra Mundial. Este desprecio se traducía en evitar buscar la paz como un fin en sí mismo; la finalidad era el establecimiento de un equilibrio y balance entre poderes, la creación de un orden que instaurara incentivos para todas las partes. A través del enfoque de ‘paso a paso’, el objetivo fue disminuir la intensidad de conflictos, no terminarlos. La imposición de la paz era un esquema frágil y problemático si no era resultado de un proceso gradual. Era también un tipo de diplomacia que implicaba tener que ceder a un relativismo moral o ideológico, donde las consideraciones morales y los derechos humanos no debían anteponerse frente al orden y los intereses de seguridad nacional.

La idea no era nueva. Kissinger se basó el diseño que diplomáticos como Matternich y Castlereagh habían implementado en Europa durante el Congreso de Viena tras la derrota de Napoleón en 1815. A lo largo de su carrera diplomática este evento histórico fue su gran referente intelectual, un sistema que se distinguió por la forma en que las naciones europeas aceptaron la participación de Francia dentro de un nuevo orden, convirtiendo a un adversario en partícipe. Al establecer un mecanismo de contención mutua, se relegaban la ideología y los valores a segundo plano. Fue este evento histórico el que inspiró a Kissinger a incorporar a Egipto a un nuevo esquema regional de incentivos e impedir que se arrasara con el ejército Al-Sadat.

La idea de diplomacia incremental también consistió en lograr que Israel devolviera los territorios que había ocupado desde 1967, pero ganado suficiente tiempo para aumentar su poder militar mientras la coalición árabe se desgastaba en el conflicto y, por tanto, comenzaba a reconocer las ventajas de entrar en negociaciones. Desde luego, también era un equilibrio también sostenido por la amenaza militar de Estados Unidos. Kissinger activó el nivel máximo de alerta nuclear, DefCon III, para disuadir a la Unión Soviética de involucrarse en el conflicto. A partir de la decisión de Leonid Brezhnev de no intervenir, la Unión Soviética dejó de ser factor importante en la política de Medio Oriente y Estados Unidos se convierte en el actor dominante en la región; Kissinger sostuvo, ahora “todos en Medio Oriente saben que, si quieren lograr la paz, tienen que tratar con nosotros”.

Martin Indyk, exembajador de EE. UU. en Israel, ha sostenido en sus estudios sobre este periodo que la estrategia de Kissinger es importante para entender cómo acuerdos, en un inicio poco ambiciosos, pero que tomaban en cuenta los intereses de todas las partes, permitieron la construcción de esquemas de estabilidad que perduraron décadas y fundaron las bases para los posteriores acuerdos de paz de Camp David durante la administración de Jimmy Carter en 1978.

Quizá el tipo de diplomacia de Kissinger sería imposible en la actualidad. El uso de las redes sociales no permitiría conducir una política basada en acuerdos a puerta cerrada. Tampoco existe ya la división geopolítica de la guerra fría, sino una multiplicidad de grupos y aliados con alianzas e intereses cambiantes. Al menos cuatro países de la región, Iraq, Líbano, Siria y Yemen son Estados fallidos y las partes ya no son ejércitos árabes con armamento soviético, sino milicias, grupos terroristas y partidos políticos que utilizan distintas formas de combate bajo el patrocinio de países como Irán o Arabia Sudita. A pesar de las diferencias con el presente, la política de Kissinger en Medio Oriente advierte sobre los riesgos la idealización de los valores y la imposición de ideologías exógenas; sobre la importancia de la paciencia y los riesgos de la prisa. Previene sobre la humillar a los débiles y no vigilar a los fuertes; recuerda cómo tratar a los vencidos y de no olvidarse de combinar las imposiciones con los incentivos.

 

Emiliano Polo es abogado y maestro en política y seguridad internacional. Colabora en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS). X (antes Twitter): @EmPoloA

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Posted: February 11, 2024 at 7:24 am

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