Honeycomb
Panal
Diana Garza Islas
Translated by Cal Paule
It was a Maori dance, the day that spurred I jumped in beacon.
I traced a lake, I divided, you saw it. And maybe I said: The language of the mute may be my only caress. Two words. Here is here.
The place wasn’t a thorn, holes boring through or fragmented humidity. Something neither. To say it forty times until I transform into light: bonsais of dirty wings, balsam, microscopic-lean-tos.
—Evacuate the museum.
There, I stairs, affix tin cans. We bought little spoons, false mahogany where to accumulate very pale pink baby’s sweaters.
(We closed the cherrywoods.)
Here, I and my thigh are a cycle of gargoyles, I and my visual apparatus of ribbing with little sparks, me and Ruiti on Water St., cytoplasms of a.m. in cascades of possible milk singing me boxes of honey
when I didn’t doubt if blue were blue.
Today
I have said light and know
that today I said light.
And don’t know. Maybe I said caged gale or I said now or I said sloop or that granny is a sugar bowl in the middle of a tablecloth of verygreen lilac and this is a planet without ashlars, don’t forget.
(Muscovado roots, sugareaters, made of glass.)
When in real time it’s only him saying this is up this is down, how is it? Marking a milliliter of yellow, a centimeter of fluorine, apple seeds evaporating by touch.
I’m a king look at me mommy.
And his clothes are invisible and an airplane ploughs through her hands. Andromedate
no, yes inverse galaxies that by day cede crayon blood to the wall in zigzag lines.
This is a boat mommy.
I have already seen there the depetaling of asteroids from their eyes,
not a single tree that testifies
that a boat is a boat and an oil lamp hangs from a pheasant
and is a reservoir.
That a dwarf yells at a lemon tree it’s pewter that culminates.
That a woman remembers I never was a turtle never was a dragon never was a woman.
That an amphibian distinguishes the shore.
That a vulture beats something red.
That a rabbit throbs in the palm of an enormous anaidomena
and somebody drops a candy wrapper in the stone fountain.
(There is an ivy toy.)
There is a girl-armoir who her fetus simmered in vitro under the picture window
is in the act of switching on.
And the girl looks at a branch and says it’s my key.
And the girl looks at the key and says it’s my sword.
And a boy looks at the sword and stays quiet
and remembers the sound of helixes.
If the jujubes are true.
But a spider is a spider or to auscultate?
And the red grows then a diminutive pencil
writing me again on the nose:
The perfume they don’t tell me.
And it isn’t castles the velocity.
And mine aren’t eyes ten aeroplanes almost purple, golden.
And not a burst circle, footprint fruit horizontal froth
green silhouettes not tearing themselves to pieces subtle in my expression if I fleelight.
And it’s not insert your own star here.
Fleeting, boxes of honey in their casket like this dominating dance my last name made there with liquid blue symmetry and prosthetic leg on the missing petal.
And this too is a boat mommy.
And facing what in him spreads by leagues or languages at bogbottom is your name and your name means to arm oneself to the teeth and only in the hole in the wall liquid precisely the reverse of my fingertips kilometers away there is a star of bone and a cartilage of mirrors looking at itself in the shade of the river and a face of snow that is a, but that was a thousand eight a thousand suns and I don’t remember.
This tells me an undulated line on the wall that they draw in silence their three years and astrolabes joined:
“So here is where she was?”
“Yes mommy here is here.”
(And Water St. is crowned in sorrels.)
* * *
I have a garden in the palm of my hand
stuck to an extraterrestrial submarine.
And Water St. is crowned in sorrels.
Intertwining of blackberries embroidering sugar
lips and snow my eyes crush the mirror.
And Water St. is crowned in sorrels.
They shout midday in an infinite forest
like this they kill me sagittal umbra of magenta birds.
And Water St. is crowned in sorrels.
It rains glints of groundhog at the garden.
Crinoline-apples livening up the record I shattered
to the saga like this neon of they nibble
bee police
undulating
magnificent
two little milk heads in their smooth suits: froo froo: the whistle almost of a fluorescent insect: suckle: the mask of my hands at this line: to the open sky I have come back this is how it is: bee stings on our arms that peak quieting us now for the calabash of the enlisted
: so amber.
And how honeycomb, tell yourself them.
What casket of honey Water St.s so much crown and not say what thirst, only word and imperative caress because it may be, yes, to know even the glass rabbit singing on cotton boats Maori dances, rain dances or celestial bodies that were bodies when no not even lips joined and were vine.
[Emperative.]
I’m a king look at me mommy rain me a boat I’m thirsty.
And clouds you/don’t see mommy, you rain.
(Me seeing it now, in sun or honeys.)
Era una danza maorí, el día que avispada me arrojé en fanal.
Dibujé un lago, dividí, lo viste. Y tal vez dije: El lenguaje de los mudos sea mi única caricia. Dos palabras. Aquí es aquí.
El lugar no era una espina, huecos horadando ni humedad fragmento. Algo tampoco. Decirlo cuarenta veces hasta convertirme en luz: bonsáis de alas sucias, benjuí, microscopios-tejabanes.
—Evacuen el museo.
Ahí, yo escaleras, fijé latas. Compramos cucharitas, falsa caoba donde almacenar suéteres de bebé en color rosa muy pálido.
(Cerramos los cerezos.)
Acá, yo y mi muslo somos un ciclo de gárgolas, yo y mi aparato visual de nervaduras con chispitas, yo y Ruiti en la calle del agua, citoplasmas de a.m. en cascadas de leche posible cantándome cajas de miel
cuando no dudé si azul era azul.
Hoy
he dicho luz y sé
que hoy dije luz.
Y no sé. Tal vez he dicho vendaval de jaulas o he dicho ahora o he dicho balandrar o que abuelita es una azucarera a mitad de un mantel verdizo lila y esto es un planeta sin sillares, no lo olvides.
(Raíces mascabadas, dulcífagas, de vidrio.)
Cuando en tiempo real sólo es él diciendo esto es arriba esto es abajo ¿cómo es? Señalando un mililitro de amarillo, un centímetro de flúor, semillas de manzana evaporándose a tientas.
Soy un rey mírame mamá.
Y su traje es invisible y un avión surca sus manos. Andromedea no, sí galaxias inversas que al día cedieran sangre de crayón a la pared líneas en zigzag.
Esto es un barco mamá.
Ahí he visto ya despetalar de sus ojos asteroides,
ningún árbol que atestigüe
que un barco es un barco y un quinqué cuelga de un faisán
y es una alberca.
Que un enano grita a un árbol de limón es peltre lo que culmina.
Que una mujer recuerda nunca fui tortuga nunca fui dragón nunca fui mujer.
Que un anfibio distingue la orilla.
Que un buitre golpea algo rojo.
Que un conejo palpita en la palma de una anaidómena enorme
y alguien deja caer la envoltura de un dulce en la fuente de piedra.
(Hay un juguete de hiedra.)
Hay una niña-armario su feto hervido in vitro bajo el ventanal
a media gota de punto encendida.
Y la niña mira una rama y dice es mi llave.
Y la niña mira la llave y dice es mi espada.
Y un niño mira la espada y se queda callado
y recuerda el sonido de hélices.
Sí las azufaifas son ciertas.
¿Pero una araña es una araña o auscultar?
Y el rojo crezca entonces un lápiz diminuto
escribiéndome otra vez en la nariz:
El perfume no me dicen.
Ni es castillos la velocidad.
Ni mis son ojos diez aeronaves casi púrpuras, doradas.
Ni un círculo estallido, huella fruta espuma horizontal siluetas verdes no desvencijándose sutil en mi rostro sí lucífugo.
Ni inserte usted su estrella aquí.
Fugaz, cajas de miel en su ataúd así dominan bailar mi apellido hacia allá con simetría de líquido azul y pierna postiza en el pétalo que falta.
Y esto también es un barco mamá.
Y frente a lo que en él se propaga a leguas o lenguas en fángano está su nombre y su nombre significa armarse hasta los dientes y sólo en el hueco de la pared líquida al reverso preciso de mis yemas a kilómetros hay una estrella de hueso y un cartílago de espejos mirándose a la sombra del río y una cara de nieve que es una, pero eso fue hace mil ocho mil soles y no me acuerdo.
Esto me dice una línea ondulada en la pared que dibujan en silencio sus tres años y astrolabios aúno:
—¿Entonces era aquí donde era ella?
—Sí mamá aquí es aquí.
(Y la calle del agua es coronada de alazanes.)
* * *
Tengo un jardín en la palma de mi mano
adherida a un submarino extraterrestre.
Y la calle del agua es coronada de alazanes.
Entrecruce de moras recamando labios
azúcar y nieve mis ojos al espejo demolían.
Y la calle del agua es coronada de alazanes.
Gritan mediodía en un bosque infinito
así me mueren umbra sagital de aves magenta.
Y la calle del agua es coronada de alazanes.
Al jardín llueven destellos de marmota.
Manzanas-crinolina espabilando el disco que astilló
a la saga así neón de amuerden
abejas polizontes
ondulando
espléndidas
dos cabecitas de leche en sus trasuellos: fru frú: el silbar casi de un insecto fluorescente: amamantar: la máscara de mis manos a esta línea: a la intemperie he vuelto esto es así: picaduras de abeja en nuestros brazos que culminan cayéndosenos ya por el huacal de lo enlistado
: tan ámbar.
Y qué panal, decírselos.
Qué ataúd de miel calles de agua tanto coronar y no decir qué sed, única palabra y caricia imperativa porque sea, sí, sé aún el conejito de vidrio cantando en barcos de algodón danzas maorí, danzas de lluvia o astros que eran astros cuando labios aún no ni los aunaba y eran vid.
[Emperativo.]
Soy un rey mírame mamá lluéveme un barco tengo sed.
Y nubes tú mamá, que lloverías.
(Yo viéndolo ya, en sol o mieles.)