Interpretar a Mary
Tanya Huntington
Después de una larga ausencia del escenario, emprendí este verano la gran aventura de interpretar el papel de Mary Tyrone en una producción del Largo viaje hacia la noche que se estrenará esta semana en San Miguel de Allende, México. La aventura comenzó como una tentación: no pude resistir la invitación a leer los parlamentos del personaje, considerado por quienes hemos entrenado para ser actrices como uno de los grandes papeles de la historia del teatro. Para mi gran sorpresa me dieron el papel; sentí que me encontraba de golpe ante un reto mayor que todos mis sueños quijotescos anteriores (terminar el doctorado en letras latinoamericanas, por ejemplo, o sobrevivir dos semanas de excursión en la cordillera Huayhuash de los Andes). Porque la madre apenas ficcionalizada de Eugene O’Neill –junto con Arthur Miller y Tennessee Williams uno de los tres grandes dramaturgos del realismo estadounidense– es la tragedia encarnada.
He escrito “reto mayor”, pero en realidad los retos han sido múltiples. El principal consistió en alistar el apoyo moral y logístico de mi marido y mi hijo menor, a quienes tendría que abandonar con cierta frecuencia para trasladarme desde la capital hasta el estado de Guanajuato para ensayar a Mary. Accedieron con gran entusiasmo e incluso me han acompañado en la invención de un hogar portátil y postizo en San Miguel. Pasado ese umbral, no solo tenía que reactivar todo lo que recordaba de la actuación, sino también acordarme de todo lo que había olvidado. Por otro lado, aunque había anticipado la dificultad de abordar un papel de la envergadura de Mary en un idioma que no es el materno para mí, debo reconocer que la subestimé; era inevitable que careciera de todo el control vocal que poseo en inglés y que eso socavara en un principio no solo la memoria, sino también el control motriz del cuerpo que es indispensable para cualquier actor.
Después de aprender a vivir con esta realidad mía que, como otros desafíos de la actuación, no es precisamente superable, sino una presencia que debe explotarse con la esperanza de encontrar sus recónditas virtudes, tuve que enfrentarme de nuevo con Mary. Un actor busca llegar no solo al meollo de las motivaciones concretas de su personaje en cada escena, sino hasta sus extremos, y el péndulo de Mary gira salvajemente entre dos polos con los cuales no tengo ninguna experiencia directa: la adicción extrema y el fanatismo religioso. Para encontrar resortes dentro de mí que fungieran como los suyos, no tuve más remedio que recurrir a una combinación de escritura automática, a través de la cual he imaginado muchos de sus momentos y recuerdos biográficos, y de la sinécdoque, es decir, la recreación de un todo a partir de un solo elemento, tal y como dictaba Boleslavsky –según quien, sin haber tenido la experiencia directa de cometer un asesinato de pasión, para interpretar a Otelo solo es necesario haber sentido la satisfacción de matar una mosca que ha estado privándonos del sueño.
Entre todos los demás géneros literarios, el teatro posee tanta fuerza precisamente porque es el que nos permite revivir a los personajes de otras épocas y otras geografías fuera de nuestra imaginación lectora, dentro del plano de nuestra realidad. Es como si los personajes fueran fantasmas y los actores espiritistas que los vuelven corpóreos de nuevo. Mary Tyrone resulta ser doblemente fantasma, dado que a lo largo del día durante el cual sucede la obra, elige volver a entregarse a su adicción a la morfina a cambio de poder seguir rondando su propio pasado. Si tal y como sugiere Ovidio, el arte pende de las transformaciones, el desamor ha convertido a Mary en un monstruo que se repite maniáticamente y que se automedica con tal de mantenerse en un estado letárgico y soñador, aunque no puede evitar mostrar las garras.
Aunque esté atrapada en el año 1912 en aquella casa de verano de Connecticut que ella detestaba y en donde, sin embargo, su hijo eligió dejarla plasmada, Mary tiene mucho que decirnos todavía sobre un futuro que ella nunca conocería. Puede ayudarnos a comprender toda una gama de problemas actuales –por ejemplo, la epidemia de los opiáceos que ha cobrado tantas vidas aquí y en Estados Unidos. Igual que Mary, muchos de los que padecen esta adicción no comenzaron por voluntad propia, sino por una receta médica. Sabemos que la madre de O’Neill lograría vencerla eventualmente gracias a la recuperación de su fe religiosa. Pero dentro de los límites de una obra que, con la ayuda de un teatro viviente perdurará muchos días más hacia sus inexorables noches, no le concede la gracia de la salvación.
La Troupe México presentará Largo viaje hacia la noche de Eugene O’Neill en español (con subtítulos en inglés) en el San Miguel Playhouse los jueves, viernes, sábados a las 18:00 y los domingos a las 14:00 del 17 al 26 de agosto.
Tanya Huntington is the author of Martín Luis Guzmán: Entre el águila y la serpiente, A Dozen Sonnets for Different Lovers, and Return. She is Managing Editor of Literal. Her Twitter is @Tanya Huntington
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Posted: August 13, 2017 at 10:51 pm