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James Ensor y John Carpenter
COLUMN/COLUMNA

James Ensor y John Carpenter

Alberto Chimal

1. Hace días escuché en un podcast a Joe Carnahan, director de cine estadounidense. Entre varias opiniones muy categóricas, Carnahan dijo, palabras más o menos, que el mundo del cine de Hollywood ya no tiene una cultura crítica. “Tiene fanboys“, dijo. “Gente que se interesa nada más en las minucias” de una franquicia o una serie.

2. Poco después vi –por primera vez en la vida– Halloween de John Carpenter. La película es de 1978…, ¡y qué buena película es! No es un estudio de personajes ni un drama social, pero tampoco es una película hecha a partir de una fórmula. Al contrario, escribe (tal vez sin proponérselo) su propia fórmula. Todo el cine de terror hecho en Hollywood de los siguientes cuarenta años está contenido en ella, desde la totalidad de las slasher movies hasta detalles cruciales en El resplandor (1980) de Stanley Kubrick, Twin Peaks: fuego, camina conmigo (1992) de David Lynch o It Follows (2015) Robert D. Mitchell.

3. Agrego que el logro de Halloween es representar la pesadilla de una sociedad. Su argumento es simple: luego de asesinar a su hermana y pasar años en un psiquiátrico, Michael Myers (Tony Moran), regresa a su pueblo natal y empieza a matar otra vez. El sitio –Haddonfield, Illinois– parece idílico: no hay basura en las calles, la gente deja sus casas y sus autos abiertos a cualquier hora, no hay huellas de explotación ni contaminación. Tampoco hay diferencias ni tensiones raciales: los pobladores son todos blancos de origen europeo occidental, como si los colonizadores del siglo XVII hubieran llegado a un continente deshabitado, creado solamente para ellos, y lo hubieran “domado” sin recurrir al esclavismo. Pero en cuanto Myers –silencioso, letal: un sádico astuto y empeñado en cubrir su cara con una máscara– reanuda sus crímenes, lo que parecía una comunidad amable se cierra sobre sí misma y deja a su suerte a la protagonista, la adolescente Laurie Strode (Jamie Lee Curtis). Únicamente el doctor Loomis (Donald Pleasence), convencido de que Myers es el mal encarnado, tan asustado de él que lleva una pistola a todas partes y la dispara a la primera oportunidad, insiste en ayudarla. Con esas tres actuaciones centrales y poquísimos recursos, Carpenter crea una imagen perdurable del lado oscuro del “ideal” americano, que en los años setenta estaba aún más escondido y reprimido que ahora. La película termina con lo que parece la muerte de Myers…, pero segundos más tarde el cuerpo ha desaparecido, y en todo el pueblo comienza a escucharse su respiración. Las pesadillas se forman con elementos de la vida real: el mal está por todas partes en Haddonfield, y en realidad siempre ha estado allí, aunque sus pobladores se empeñaran en negarlo.

4. La película, tal como está, puede entenderse como una obra completa y no requiere ninguna continuación.

5. La película ha tenido once continuaciones (además de novelizaciones, videojuegos y toda clase de mercancías aledañas) porque vivimos en una época de explotación capitalista cada vez más acelerada, en la que ciertas historias y personajes, denominados propiedad intelectual, se mantienen en la conciencia del público tanto tiempo como sea posible mediante nuevas versiones, secuelas, precuelas, historias aledañas, etcétera. No hay nada de natural o inevitable en este sistema. La mayor parte de la propiedad intelectual explotada por Hollywood se creó en el siglo XX y pertenece a alguna gran corporación, que quiere recibir siempre más dinero y opera con base en la idea de que una historia ya conocida le asegura un mayor éxito que una nueva, cuyo reconocimiento y aceptación no están asegurados. Un historiador del futuro remoto, viendo la cartelera de los cines actuales, podría pensar que en el siglo XXI nos quedamos sin imaginación por algún desastre biológico o cultural, o bien que estaba prohibida para todo el mundo salvo esas pocas empresas, cuyos empleados podían crear exclusivamente para beneficio de ellas.

6. Luego de ver la película, me he enterado en redes sociales de la complicada mitología que se ha creado luego de 40 años de explotación de la película. Que si Laurie está emparentada con Michael Myers; que si una secta pagana se forma alrededor de éste, o bien lo utiliza y le da poderes sobrenaturales; que si Laurie quedó con estrés postraumático y ahora, es decir en el siglo XXI, es una strong female character (el cliché de la mujer fuerte, bien armada, capaz de combatir pero sin mucha complejidad humana) al estilo de Ellen Ripley (Sigourney Weaver, de la serie Alien) o Sarah Connor (Linda Hamilton, de la serie Terminator). Debo admitir que no quise saber más. Si se parece a las del resto de las franquicias del entretenimiento actual, aquello no es realmente una mitología, sino un catálogo de informaciones triviales con las que se crean “teorías” para explicar las contradicciones entre una entrega y otra, o entre varias versiones de una misma entrega, así como para ofrecer gratificación constante mediante “revelaciones”, “vueltas de tuerca” y trucos semejantes dentro de una misma historia. El objetivo: que los aficionados se convenzan de que todas las “partes” forman realmente una historia única, una “saga” en la que nada es casual y no se puede pasar por alto ni sobreestimar el valor de ningún detalle.

7. (¡Qué maltratadas están actualmente las palabras “teoría” y “saga”!)

8. Pero para volver a donde empezamos, esa, precisamente esa, es la crítica degradada de la que se quejaba Joe Carnahan en el podcast, y que en realidad millones de personas conocen y practican todos los días: la escuela Marvel (o Harry Potter, o Star Wars) de la hermenéutica. Lo único que cuenta de una historia, o en realidad de cualquier obra, es la relación de su superficie con la superficie del resto de las historias de su misma serie. Se le puede leer en abundancia, infinitamente, pero sólo en busca de “pistas” que permitan imaginar correspondencias, anticipaciones, explicaciones; cuando mucho, se puede leer para fingir que actitudes nuevas se encuentran en historias antiguas.

9. Un ejemplo de esto último es la “relectura” descrita aquí, basada en materiales descartados en la producción de viejas películas de James Bond (ni siquiera en tomas de las películas terminadas). Siguiendo a otros admiradores de la serie, el académico y fan Colin Burnett toma esos materiales como parte de la “realidad” de las historias de Bond (!) y los “interpreta” para imaginarse que el mundo del personaje creado por Ian Fleming no es tan misógino. Tal vez siempre ha habido mujeres agentes a la altura del 007, dice. Tal vez tienen, desde los años sesenta, ideas progresistas expresadas del mismo modo que en el siglo XXI. Semejantes contorsiones mentales le permiten, como a otros, una especie de doblepensar: puede declararse fiel simultáneamente a sus convicciones políticas y a la serie que le encanta.

10. Y nada más: la forma de leer de los fanboys no admite la posibilidad de profundizar en otros niveles de sentido de las “sagas”, separar lo que realmente está en ellas de los buenos deseos y las malas interpretaciones, ni mucho menos sugerir que tal vez pudiera haber otras historias, más hospitalarias a los deseos y valores contemporáneos. El objetivo de educarnos en esos hábitos de consumo es mantenernos, siempre, consumiendo lo mismo: ayudarnos a que cada texto de la serie a la que somos fieles apunte a más texto, es decir, más productos de la misma marca, que nos impulsen a mantener nuestra fidelidad.

Un plano de Halloween (1978). Fotografía: Dean Cundey

11. Otro ejemplo de lo anterior, por si hiciera falta, está en este artículo de ScreenRant, un sitio de espectáculos. En un plano de Halloween (que se puede ver arriba de este inciso), Laurie observa su patio por la ventana de su cuarto. En una pared se ve un cartel enmarcado: la reproducción de un autorretrato de James Ensor (1860-1949), pintor belga de ascendencia británica, muy interesado en lo fantástico y lo macabro. El nombre del pintor y un par de renglones ilegibles completan el cartel (de una exposición, quizá). Este vistazo, y –supongo– otro a algunos renglones de la ficha de Wikipedia sobre Ensor, ha bastado para que varios fans de la serie especulen alrededor del cartel y concluyan que es una señal deliberada de que Laurie “no es tan buena como parece”: que tiene un “instinto asesino” que se “revelaría” en una escena posterior de la película y más aún en entregas posteriores de la serie, llegando hasta la más reciente: la próxima a estrenarse Halloween Kills.

12. Sin embargo, hay formas más simples (y más justificables, francamente) de leer la aparición de James Ensor. La más cínica y plausible es que se trata una mera casualidad: que Craig Stearns, encargado de la decoración de los sets, usó el cartel porque lo tenía a mano, sin ninguna intención adicional. Otra, un poco más interesante (y pese a ello menos absurda que las lecturas de fanboy) es que la idea de colocarlo fue de Carpenter o de Debra Hill, su coguionista y productora. No he podido encontrar evidencia de que lo hayan hecho, pero algo sí es claro: la primera Halloween, en tanto obra artística de cierto número de personas (y no depósito de ilusiones de otras), sí tiene alguna afinidad con la obra de Ensor.

13. El pintor utilizaba lo fantástico y lo macabro, junto con el humor, para hacer una especie de crítica social, sumamente ambigua, pero a la vez poderosa. ¿No es eso lo que estaba haciendo, a su propio modo, la película? ¿No es eso lo que más queda enterrado bajo todas las especulaciones y artículos basura que se le han echado encima?

14. Véase el cuadro que está debajo de estas palabras, y que es representativo de la obra de James Ensor. El esqueleto, quizá la muerte, aparece para detener la fiesta de los personajes que lo rodean. Todos son grotescos, inquietantes, emblemas alegres de un mundo corrupto. Y todos tienen máscara. Como Michael Myers.

Esqueleto deteniendo a los participantes de la mascarada. James Ensor, 1891. Óleo sobre tela (fuente)

 

Alberto Chimal es autor de más de veinte libros de cuentos y novelas. Ha recibido el Premio Bellas Artes de Narrativa “Colima” 2013 por Manda fuego,  Premio Nacional de Cuento Nezahualcóyotl 1996 por El rey bajo el árbol florido, Premio FILIJ de Dramaturgia 1997 por El secreto de Gorco, y el Premio Bellas Artes de Cuento San Luis Potosí 2002 por Éstos son los días entre muchos otros. Su Twitter es @AlbertoChimal

 

 

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Posted: October 3, 2021 at 12:21 pm

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