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Boom o Tsunami. Esa es la pregunta
COLUMN/COLUMNA

Boom o Tsunami. Esa es la pregunta

Adriana Pacheco

Uno de los libros que tengo en mi librero y que frecuentemente consulto es la antología crítica The Boom Femenino in Mexico: Reading Contemporary Women’s Writing editado por Nuala Finnegan y Jane E. Lavery, publicado en 2010. En él escriben entre otros, Irma M. López y Emily Hind, a las que considero de lo mejor de la crítica sobre literatura mexicana. El libro usa el término boom femenino como una manera de describir un proceso de cambio debido al incremento de textos escritos y de producción cultural por mujeres, abordando diversas preocupaciones en relación con conceptos como nación, espacio, género, feminismo, frontera, cuerpo, entre otros.

Atesoro también en mi archivo un artículo publicado en la página web del British Council por la célebre traductora Christina MacSweeney, “Why the comeback in Mexican Literature?”. Este hace en 2015 una reflexión sobre un cambio en la esfera literaria mexicana y nos recuerda al “Boom Latinoamericano” como el movimiento netamente masculino que puso en la escena internacional el talento de escritores, pero que dejó de lado muchas plumas importantes de escritoras como Elena Garro, María Luisa Bombal, Rosario Castellanos, o Nélida Piñón. Esto trajo como consecuencia un limitado acceso a sus obras, a posibilidades de difusión, a recibir premios y a alcanzar un nombre a nivel internacional.

Haciendo énfasis en la diferencia entre un momento de la historia literaria y el otro, Paula Corroto escribe en agosto de 2017 en El país, “El otro ‘boom’ latinoamericano es femenino”, donde reconoce que la nominación del libro de Samanta Schweblin, Distancia de rescate, al Booker Man International, es ejemplo de lo que ella llama “una hazaña conseguida en los últimos tiempos”. Menciona también los libros de otras escritoras que hasta ese momento son reconocidos por la crítica como de los mejores como los de Paulina Flores (Chile), Liliana Colanzi (Bolivia), y Laia Jufresa (México). Otro cambio importante que reconoce es que, aunque los nombres de hombres siguen siendo más, se observa un incremento de mujeres en la lista Bogotá 39 del Hay Festival. El artículo insiste en la pregunta “¿hay un boom latinoamericano en femenino?” y en la esperanza de que llegue “el momento en que ser escritora no sea una novedad, no sea una sorpresa, y más allá de fijarnos en si es mujer u hombre, nos fijemos en la buena literatura”.

Artículos más recientes han usado el término boom ya más relacionado con la producción actual de escritoras latinoamericanas. Por ejemplo, el que aparece en agosto del 2019 escrito por Gonzalo Palermo en El observador, “El nuevo boom latinoamericano está escrito por mujeres” donde hace una referencia sobre una de las grandes paradojas del movimiento de los 1960s, y es que siendo ese un grupo de hombres, su agente literaria fue una mujer: la española Carmen Balcells. Palermo insiste, sin embargo, en la idea de un “nuevo boom” compuesto mayoritariamente por cuentistas que están “dando la nota a nivel mundial”.   

En otro contexto, el término boom se ha usado recientemente para referirse a lo que está sucediendo en los Estados Unidos con la industria del libro, editoriales y la producción de obras en español. En 2020, Naida Saavedra publica su libro #New Latino Boom, resultado de su investigación doctoral. Se trata del primer estudio en el campo, una especie de radiografía principalmente de la costa este —Chicago, Miami, y New York— que analiza el incremento de editoriales independientes que están exclusivamente dedicadas a publicar obras en español, así como el surgimiento de más espacios de crítica, reseñas y traducción de estos textos. En su reciente artículo “The New Latino Boom” en Latin American Literature Today, Saavedra puntualiza que no ignora la producción que se dio durante el siglo XX, pero que en el contexto americano y en el sentido estricto del término boom en inglés, traducido como “explosión” o “auge”, ella se refiere a una tendencia que no solamente es de escritoras sino de la producción literaria en general.

En junio de este año, 2021, Fabiana Scherer en La nación señala en “El nuevo boom latinoamericano: las escritoras marcan un rumbo”, que los rankings de ventas y premios de libros en español son mayoritariamente escritos por mujeres. Cita las palabras de Gabriela Saidon, autora de La Reina, que califica ese movimiento como “un boom de testosterona” y se pregunta si “¿podemos hablar de un boom de progesterona?”. Sherer agrega que, aunque tal vez no podemos hablar de un boom femenino para nombrar la producción de “obras de calidad notable y con repercusión internacional, sí podríamos decir que se trata de un fenómeno similar”.

Sin lugar a duda, trayectorias de numerosas escritoras como las mexicanas Cristina Rivera Garza, Valeria Luiselli y Fernanda Melchor, y sus numerosos premios, son parte de una extensa lista de brillantes y lúcidas plumas de la literatura contemporánea. Otros de los muchos ejemplos son las argentinas Samanta Schweblin —como ya he mencionado—, finalista en 2017 del renombrado Man Booker Prize por su libro Distancia de rescate, en su traducción al inglés por Megan McDowell; Ariana Harwicz, quien lo gana en 2018 con Matate, amor en la traducción por Carolina Orloff y Sarah Moses; y Mariana Enríquez quien lo recibe en 2021 con Los peligros de fumar en la cama, también traducido por Megan McDowell. Desde Chile están nombres como el Alejandra Costamagna ganadora del Premio Herralde y el Ana Seghers, mismo premio que también gana la venezolana Magela Baudoin. Estos son algunos ejemplos de eso que muchos han denominado, como boom.

Sin embargo, aunque para algunas escritoras no ha tenido mayor impacto el uso del denominativo, y algunas, incluso, se identificarán con él, otras han levantado la voz en contra de ser denominadas con una etiqueta que las amalgame bajo un término que tiene una relación tan cercana con un movimiento literario que se caracterizó, precisamente, por excluir a las mujeres. Ejemplo de esto es lo que la escritora ecuatoriana María Fernanda Ampuero dice en el artículo de Sherer, que la insistencia en llamar a “esta generación de escritoras el nuevo boom” “implicaría olvidar que hubo un explícito deseo de borrar a las mujeres de aquel boom famoso” y agrega que ser categorizada por su sexo “poner el foco en algo equivocado” y le “da al asunto un toque revanchista que nadie busca”.

A estos argumentos se une el artículo recientemente publicado en el Diario.es, “Las jóvenes escritoras latinoamericanas rechazan ser el ‘nuevo boom’” en donde Mónica Ojeda (Ecuador), Fernanda Trías (Uruguay), Giovanna Rivero (Bolivia) y Jazmina Barrera (México) dan sus razones para cuestionar y resistir la etiqueta. Ojeda, Trías y Rivero, en la mesa redonda No somos un boom: escritoras en el horizonte latinoamericano en la Feria Internacional del Libro de Guayaquil (Ecuador), hablan sobre los problemas que les causa el término y el peligro que implica que se pierda de vista que “el contexto no es el mismo”, “la escritura no es la misma”, como “tampoco lo son las miradas político-escriturales”.

Ojeda lo pone de otra manera. Ella dice que esto lleva a una “mirada del norte hacia el sur” y “se fuerzan las tuercas a un pasado ya superado” y a una mirada eurocéntrica y exotizante, perdiéndose de vista lo que le interesa más que es “la mirada del sur sobre sí mismo”. Para Rivero es también complicada la “innegable noción de inmediatez que acarrea el término boom” como si “la producción literaria de algunas escritoras se hubiera dado por una suerte de ‘incineración espontánea’ sin trabajo de años”. Trías señala que es “importante cuestionar el término porque el lenguaje sí importa, las palabras sí tienen peso simbólico” y propone que la palabra “libro” sea lo más importante en el momento de hablar de la literatura del momento. Barrera, por otro lado, muestra su temor de que esto se perciba como un reconocimiento pasajero “una moda transitoria” y que lo importante es que la producción literaria de las mujeres “encuentre un espacio amplio y permanente en las publicaciones internacionales”.

Me parece que en toda esta conversación Trías llama la mirada a un aspecto que es prioritario pensar y reflexionar: el tema de los lectores. Ella dice, “el fenómeno al que habría que ponerle una etiqueta es al de los lectores” “porque lo que cambió es que abrieron los ojos a lo que siempre estuvo”; a lo que yo agregaría que los espacios fueron los que también crecieron por que las editoriales abrieron los ojos también. Y aunque existen muchas investigaciones sobre la producción de los escritores y la impresión de más libros, poco se ha hecho para entender y analizar el universo lector, entender cómo ha cambiado y localizar en donde existe o no, como lo ha dicho el escritor y editor peruano Pedro Medina. No cabe duda que el incremento en publicaciones, reseñas y espacios que se han abierto y siguen abriéndose, así como las diversas y ricas temáticas —algunas de ellas influidas por los movimientos feministas que han resignificado historias tradicionalmente silenciadas—, han inspirado a muchos lectores a seguir y apreciar las obras de cada vez más talentosas escritoras.

En algo que creo todos coincidimos es en la importancia de rescatar y recuperar nuestro pasado literario, así como en reconocer una genealogía a la que nos debemos, como lo ha dicho innumerables veces la crítica Lorena Amaro. El premio recientemente otorgado a la escritora chilena Diamela Eltit en la FIL Guadalajara, así como la apertura del salón a nombre de la escritora Margo Glantz, refrendan ese compromiso a reconocer una gran tradición literaria que, sin importar el género, existe y ha existido a lo largo de los años en todos los países de habla hispana.

Y sí, es fascinante ver en esta conversación a lo largo de más de 10 años que hoy recojo, un cambio innegable en el reconocimiento del talento de tantas escritoras y del trabajo de las editoriales en publicarlas, traducirlas y promocionarlas. Tal vez, esto es un tsunami, recogiendo las palabras de la crítica mexicana Gabriela Jauregui, pero que no llegó de súbito, sino que fue llegando poco a poco para inundarlo todo, para recuperar las aguas que se habían dejado atrás, para reunirlas con las presentes y para cambiar el océano literario de manera permanente. Esto no es una moda, el reconocimiento a la calidad de las obras de escritoras llegó para quedarse, lo que se debe defender ahora son los espacios conquistados, así como un trato mediático y comercial justo que permita que el público lector tenga más oportunidades de quedar atrapado en las aguas de su talento.

 

Adriana Pacheco, PhD. es investigadora y es escritora. Fundadora del Proyecto Escritoras Mexicanas Contemporáneas y  la fundadora y conductora de la página web y podcast Hablemos, Escritoras. Es miembro del International Board of Advisors en la Universidad de Texas, Austin.  Su Twiter es @adrianaXIX_XXI

 

 

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Posted: December 20, 2021 at 11:09 pm

There are 2 comments for this article
  1. Juan Manuel Servín at 11:29 am

    ¿Por qué habiendo tantas escritoras mexicanas de gran nivel siempre mencionan a las mismas? Parece ser que publicar en grandes empresas editoriales y tener agente literario determina la apreciación y los méritos.

    • Jose Nada at 1:29 pm

      Seria bueno que menciones a las que faltaron, asi podremos expandir la lista que esos poderes quieren imponer sobre nosotros.

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