La equidistancia
Andrés Ortiz Moyano
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El conflicto que ha explosionado recientemente en Oriente Próximo no es una guerra entre Israel y Palestina.
Repetimos para curarnos en salud: el conflicto que ha explosionado recientemente en Oriente Próximo no es una guerra entre Israel y Palestina. Es, en verdad, una guerra entre el estado de Israel y la organización terrorista y yihadista Hamas.
Esta explicación, sonrojante por tener que especificarla a estas alturas, se antoja, no obstante, necesaria para aclarar algunas cuestiones clave. Una de ellas, flagrante, es que no es una guerra al uso entre dos países, sino un conflicto entre un estado legítimo y una organización de asesinos fanáticos. Un estado de derecho de garantías contra criminales sanguinarios que quieren destrozar los cimientos de la convivencia y el respeto social. Nadie discutía esto cuando íbamos por Al Qaeda o Daesh.
En este temprano punto es cuando aparecen los primeros cándidos o simplemente malintencionados que esgrimirán el muy manido: “Pero es que Palestina no es estado porque Israel no le deja y Hamas lucha por la liberación de los territorios”.
Contra la estupidez, hasta los dioses luchan en vano, decía Goethe… y nada más fácil de rebatir. Amigo, a Hamas, la liberación de Palestina le importa un señor carajo. Nada nuevo, siempre fue así. Más aún, la inmensa mayoría de árabes, turcos y persas consideran a los palestinos una suerte de untermensch, lo que explica con notable nitidez que sean tratados más como carne de cañón contra los odiados semitas que como respetados miembros de la umma. Lo que Hamas quiere, como toda organización yihadista, es la creación de una república islámica en la que por supuesto no existan, por citar algunos molestos factores, la democracia (a diferencia de Israel), los derechos individuales (a diferencia de Israel) o
garantías para mujeres y homosexuales (a diferencia de, oh, sorpresa, Israel). ¿De verdad se creen que serían garantes de la libertad y el derecho del estado palestino? Si es así, insisto: es usted demasiado cándido, demasiado ignorante o demasiado malvado.
Pero sigamos.
El genio Stevenson aborrecía más al cínico que al mismo diablo, y así lo cinceló con uno de sus aforismos más rotundos: “Odio al cinismo más que al diablo, a menos que ambos sean la misma cosa”. Éste es el enésimo conflicto entre los actores. No será el último. Ha llegado a ser uno de los temas de conversación de barra de bar y de bienquedismo más manidos de la historia. Hasta tal punto, que provoca en los atentos un sentimiento cada vez más insoportable de tedio y asco por la reacción tibia de unos o la infamia confesa de otros.
Resulta vomitivo, sí, escuchar ciertas opiniones que denuncian el derecho legítimo de la defensa de un territorio soberano a la vez que obvian el asesinato, violación y matanza de hombres, mujeres y niños. Opiniones de ciudadanos como usted o como yo, más o menos inocuas, pero también de políticos con responsabilidades. Son declaraciones abyectas, impregnadas en muchas ocasiones de terrible ignorancia pero en muchas otras de intolerable maldad y racismo. Son tipos a los que no les mueve ninguna causa justa, no se engañen; son gente estimulada por puro odio antisemita y que, en verdad, les importa un
bledo a quien supuestamenbte defienden pues ni saben quiénes son, ni su historia ni qué pretenden en realidad.
Aun así, a estas alturas de la vida prefiero mil veces a un animal descerebrado pero sin la careta que festeja los asesinatos que a esa gentuza cobarde que intenta justificar lo injustificable.
Hay que reconocer que Israel lo pone difícil para caer bien. Secularmente, poco o nada se ha preocupado de su propia reputación y ha perdido el discurso frente al mantra de la izquierda de salón europea que lo señala, con su habitual antisemitismo, como un país cruel y desmedido en la fuerza frente a los pobres palestinos. Pero de antipático a genocida, como muchos tuitean desde su iPhone, hay un trecho. Y aquí me acuerdo del presidente Coolidge en que “sería una necedad pretender que el pueblo no puede cometer errores políticos. Puede cometerlos, y graves. El pueblo lo sabe y paga las consecuencias; pero comparados con los errores que han sido cometidos por cualquier género de autocracia, estos otros carecen de importancia”.
Les puedo asegurar que a ninguna persona de bien le alegran las desgracias ajenas. Independientemente de su religión, raza o color. Sufrirán tanto con las imágenes de las israelíes violadas por las bestias sanguinarias de Hamas como el padre que llora a su bebé muerto en un bombardeo.
Esas mismas buenas personas son el último dique de contención frente a esos otros equidistantes que porfían en equipar a unos y otros. Y es que no puede ser así. El responsable de la violación y el del bebé palestino muerto es el mismo: los terroristas. No se engañen, esta guerra es asimétrica en tecnología y recursos, pero sobre todo en valores.
No es una cuestión de equilibrada opinión, repartida para saciar cupos incómodos. No, cualquiera que se llame demócrata debe alinearse por defecto con los valores de libertad que representa el estado de Israel. Esta es una lucha por la libertad que, por supuesto, nos atañe a todos. A pesar de los ladridos y de las calumnias, de los gritos, de las mentiras y del odio. Pero no perdamos el tiempo con ellos, que como decía Orwell, esas cosas “provienen invariablemente de gente que no está luchando”.
*Foto de Taylor Brandon en Unsplash
Andrés Ortiz Moyano, periodista y escritor. Autor de Los falsos profetas. Claves de la propaganda yihadista; #YIHAD. Cómo el Estado Islámico ha conquistado internet y los medios de comunicación; Yo, Shepard y Adalides del Este: Creación. Twitter: @andresortmoy
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Posted: October 19, 2023 at 11:41 pm
It is an interesting phenomenon that fascists shout the primacy of the state while denying the rights of men it crushes. This is your thesis in this pretentious essay. The distinction you should have made is that Hamas is a group that uses terror to fight occupation while Israel has used terror to build a state.