Los alter egos de Hernández Caballero
Mabel Cuesta
Título: La rama se par-te
Autor: María Elena Hernández Caballero
Editorial: Torremozas, Madrid: 2013, 54 pp.
El corpus literario cubano suele estar lleno de citas autorreferenciales. Ya lo advirtió Lezama Lima con su poema “Muerte de Narciso”: “La blancura seda es ascendiendo en labio derramada,/ abre un olvido en las islas, espadas y pestañas vienen/ a entregar el sueño, a rendir espejo en litoral de tierra y roca impura”. De esta suerte la luz, la lejanía, la isla misma parecerían preñar toda escritura producida intra y extramuros de agua… Y esas imágenes recurrentes no bastan. Se reincide también en el uso del hipotexto nacional. Antropofagia de autores que se corrigen, refieren, superan, niegan y atrozmente engullen de modo recíproco, cíclico, eterno. Otra, sin embargo, es la propuesta de María Elena Hernández Caballero. Conocida como una de las voces imprescindibles de la cubana “Generación de los ochenta”, su producción pretende superar esos estancos habituales e iniciar una búsqueda más allá de aquellos míticos muros.
Su última entrega La rama se par-te aparece bajo un cuidado trabajo de edición de la casa madrileña Torremozas y se incorpora, lúcida, a esa poética general de la autora quien desde su debut con Donde se dice que el mundo es una esfera que dios hace bailar sobre un pingüino ebrio (Unión, 1991) hasta la fecha ha insistido en exploraciones alternativas hacia el centro del lenguaje, la imagen escasamente visitada, las filosofías occidentales y orientales en diálogo (sus intersticios) y sin duda -como en el poema “Matinal” de esta colección- en un gran deseo expreso por lo ‘absoluto’. Para esto último se sirve de interpelar textos como el El Desesperado de León Bloy, la malograda vida de Violeta Parra (partida ella misma como esta rama que leemos) o al Emil Ciorán de los cínicos aforismos; el que va, naturalmente, a contracorriente.
Alter egos de Hernández Caballero quien no por mostrar un deseo expreso de sobrevivir a la neurosis de la isla y sus asedios deja de alimentar a una vieja urgencia por la épica y sus respectivas muertes ni por el suceso real que cambie la historia y el destino al que sin duda hemos sido condenados. Un poema como “Yo también tengo un caballo de Troya”, muestra pues esa voracidad de vivir que aparece como sino y añoranza continua para el sujeto enmascarado que buscando universalidad se ensancha y regresa a través de una hoja de plátano, una mandarina, Martí o una guerra que no tuvimos pero que convierte a su madre, su hermana y a ella misma en tres calaveras ¿mexicanas? Y es que la familia, la guerra y la muerte como referencias obsesivas, triangulares, reaparecen intermitentes en el cuaderno, pero se corporeizan mejor en “Los hongos son amargos y los helechos peor”.
Cuba como ausencia hace de esta poesía un sitio de reencuentros que trasciendan la imagen del espejo y que asimismo la empoderen “En lugar de flores, yo compraría plantas. Droseras, por ejemplo. Son carnívoras, sin olor y vienen (como los vikingos) de algún país nórdico”. (Hernández: 18). Sírvase aquí un ejemplo del cómo, a través de esa mirada siempre ríspida, procura pequeñas instantáneas que aseguren al lector un equilibrado distanciamiento de todo, de sí.
Los muchos viajes que aquí acontecen se resumen parcialmente en el poema “Los que no” en donde ese gesto deviene ritual de imposible retorno y el sujeto vuelve a extrañarse de su centro como mejor posibilidad de ‘ser’. Mientras en la “Felicidad” se reitera el ejercicio de observación; esta vez en torno a la poesía como un cuerpo (feto) muerto. Un desmembramiento más.
María Elena Hernández Caballero viene en fin con este libro a reiterarse como una escritora angustiada ante la imposibilidad de la palabra y la existencia misma, sus límites. Ante ese hallazgo confirma entonces la tenencia de algunas herramientas fundamentales para sostenerse, impenitente, frente a la escritura: la duda como fundamento y un universo de plantas, piedras, espejos de agua, minúsculos pedazos de la naturaleza con los que se identificaría mientras no venga la certera muerte sobre la rama. La misma que se par-te.
Posted: June 4, 2014 at 9:26 pm