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Una colección de comienzos para interrogar al hueco: Conjunto vacío de Verónica Gerber

Una colección de comienzos para interrogar al hueco: Conjunto vacío de Verónica Gerber

Alba Lara Granero

Conjunto vacío (Almadía, 2015) es la primera novela de Verónica Gerber (Ciudad de México, 1981). Conjunto vacío es una instalación artística hecha libro. Conjunto vacío es una acumulación de comienzos. Conjunto vacío es indagación sobre el exilio, las intersecciones, la pérdida, la circularidad del tiempo y la circularidad del amor. Conjunto vacío es un museo comisionado por la autora y es un montón de diagramas de Venn que prueba que existe una realidad fuera de nuestro alcance visual. En Conjunto vacío, hay palabras con disfraz y palabras sin disfraz. ¡Plaf! es una palabra sin disfraz. Manido es una palabra disfrazada.

Gerber se define a sí misma como una artista visual que escribe. Quizá es precisamente la falta de pretensión lo que la hace tan buena escritora. Uso este término para simplificar –pereza denominativa—y porque este objeto se vende como una novela y ha ganado un premio internacional de narrativa (Aura Estrada, 2012), pero esta profesión no sirve para dar una idea de lo complejo, multidisciplinar y sorprendente del trabajo de Gerber. O puede que sí, puede que más bien el modo de hacer de Gerber nos lleve a reflexionar qué es una escritora en el siglo XXI, cómo se puede narrar de forma original y luminosa.

Ser original, por supuesto, no significa carecer de genealogía. Conjunto vacío me trajo a la cabeza de inmediato el bello libro-objeto de Sophie Calle Historiales reales, un texto en el que fragmentos breves y fotografías se intercalan con un resultado conmovedor, y El arte nuevo de hacer libros de Ulisés Carrión, un manifiesto de lo contemporáneo que se inicia afirmando que “Un libro es una secuencia de espacios”. Tanto Calle como Carrión fueron analizados por Gerber en un inteligente libro de ensayos escrito antes que Conjunto vacío pero publicado después, Mudanza (Almadía, 2017). En él, Gerber traza una historia de autores que padecen lo que ella llama “ambliopía” y que son los “los que caminan y se pierden. Los que nunca son atropellados. Los que tienen esa extraña facilidad para habitar un espacio que no podemos ver ni entender. Los que han logrado escapar. Los que han sido abandonados. Los que ven en la forma de un edificio a un dragón, los que recogen piedras del suelo como si fueran tesoros. Los que desvían la mirada” (14).

Para Gerber, igual que para los escritores ambliopes, la escritura es una búsqueda, una experimentación. En Conjunto vacío, el aprendizaje surge de la observación y del descubrimiento de nuevas formas de mirar. La crisis—la ruptura de Verónica, la narradora, con Tordo(T)—propicia el espacio necesario para la meditación. Verónica vuelve a casa de su madre para empezar a comprender que no se puede regresar al lugar del que uno se fue, que su madre se ha convertido en un hueco que habita fantasmalmente el espacio, que los efectos del exilio siguen golpeando muchos años más tarde y que el tiempo no es lineal, como pensamos, sino que “todo está hecho bolas” (167). El fragmento, el dibujo, las cartas, los símbolos y los silencios son algunas de las herramientas mejor utilizadas por Gerber para dar comprender el caos, pero nunca para ordenarlo.

El germen de Conjunto vacío podemos rastrearlo ya en la tesis de grado de Artes Visuales de Gerber, Espacio negativo (2005), que puede consultarse, como el resto de sus trabajos, en su página web. En esta obra, Gerber explora el concepto de “espacio negativo” a través de cuatro áreas de conocimiento: astronomía, filosofía, arte visual y literatura. Los ensayos que componen este libro indagan en lo negativo como lo que queda fuera, o más bien, “la exclusión de una posibilidad” e incluso “una posibilidad formulada solo con el fin de excluirla”. También aquí aparecen ya el interés por la teoría de conjuntos del matemático suizo Euler y los diagramas que llevan el nombre desarrollados por el lógico inglés John Venn.

Si el espacio negativo es el espacio dentro de un universo que no está ocupado por un conjunto, el agujero entre las cosas, ¿qué hacemos entonces con el espacio contenido en un conjunto vacío? La portada de la edición mexicana del libro ilustra bien esta paradoja: el negro solo se interrumpe por las líneas blancas que marcan los límites del símbolo matemático del conjunto vacío. ¿En qué se diferencian los espacios interiores y exteriores en esta representación? ¿Qué significa habitar el hueco?

No hay respuestas en Conjunto vacío, es todo camino, observaciones, invención—o recuerdo—de un lenguaje propio, exploración de los límites. Gerber ha escrito un libro poderoso, triste y bello que acaricia y asombra con un texto pausado y preciso y decenas de dibujos-epifanías. Su lucidez ha traspasado la frontera mexicana y ha seducido en muchos lugares—en España, por ejemplo, gracias a la editorial Pepitas de Calabaza. El año pasado, el texto llegó también a las estanterías estadounidenses gracias a la traducción al inglés de Christina MacSweeney publicada en Coffee House Press. Elijan la forma que se les antoje, pero acérquense al libro siguiendo el mandato en forma de paradoja de Ulises Carrión: Querido lector, por favor, no lea. Hay que ir a Conjunto vacío dejando que el propio libro nos enseñe a leerlo, como si fuera la primera vez, como si no supiéramos nada, dejándonos fascinar por el hallazgo del lenguaje.

 

Alba Lara Granero (El Pedernoso, 1988) es escritora y licenciada en Filología Hispánica y máster en Formación del Profesorado por la Universidad Complutense de Madrid. Es graduada del programa MFA de la Universidad de Iowa y sus ensayos han sido publicados en Iowa Literaria y otras revistas. Su Twitter: @a_laragranero

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Posted: May 20, 2019 at 9:23 pm

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