Los cuentos de Efraín Villanueva, guía versátil y eficaz
Jaír Villano
En alguna parte de sus Figuras (III), Gérard Genette asevera que el “relato dice siempre menos de lo que sabe, pero a menudo hace saber más de lo que dice”. Habría que añadir lo obvio: que aquella virtud la logran los buenos narradores. Y recordar otra de las claves del considerado científico de la narratología francesa: que la suficiencia de un buen relato estriba en “decir lo más posible y en decirlo lo menos posible”. No más alargada la introducción, propongo un ejemplo: Guía para buscar lo que no has perdido. Un libro de cuentos a los que, en líneas generales, se les nota el trabajo de arquitectura académica.
A ver me explico: realidades insinuadas; problemáticas que no se dejan tentar por la explotación dramática; prosa concreta y correspondiente al universo representado; versatilidad temática y estilística; un plano con líneas y medidas exactas. (Ah: solo por si acaso, premio del Concurso Nacional de Libro de Cuentos de la Universidad Industrial de Santander (2018).
Que sean extensas o breves las historias es lo de menos. Que interfiera la tijera de los talleres de escritura es inane suponerlo. (¿No son dos de las plumas más importantes de la narrativa estadounidense contemporánea -Carver y Foster Wallace- hijos de los laboratorios narrativos?) Ahora, que digan mucho en poco sí es destacable. Sobre todo, cuando en algunos de ellos se hace uso de anécdotas, que engañan en lo que parecen innecesarios merodeos; pero entonces llega el quiebre y, zas, todo tenía sentido.
El mejor ejemplo es Puerto Chimo, esa narración que nos detalla los contratiempos del paseo familiar, con la voz amena de un niño, y sigue y sigue y sigue en descripciones que parecen superfluas, y de repente emerge un giro, que le da un telón lúgubre a una historia que en comienzo era apacible.
Me hizo recordar El nadador, ese cuento de Cheever en el que es imperativo esperar el final para apropiarse de la fuerza retórica, pero que va dejando signos a medida que transcurre la narración. Lo cual es equivalente en Puerto Chimo: darle sentido relevante a datos que parecen sueltos, con la eficacia narrativa para sorprender al lector.
De alguna manera, lo mismo ocurre en Bajo el mismo techo, que también da rienda suelta a descripciones que nos ponen en situación: una familia en aprietos económicos que vive en difíciles condiciones con otros familiares y que debe soportar el desdén de los demás. La voz de un preadolescente contrasta con la cruda circunstancia. Le da ese matiz inocente, mustio y problemático que identifica a esa casa en la que se nota el esfuerzo por hacer mejor la convivencia. Como final, una insinuación, que acentúa la tensión que gravita en ese núcleo social.
Por azar o no, en el libro de Efraín Villanueva la niñez tiene un acento importante. (Alguien alguna vez dijo que la verdadera patria del hombre es su infancia). En Pasadizos destechados y calle arborizadas, dos jovencitos se involucran en un juego sexual que satisface una curiosidad que es presentada sin el morbo que podría suscitar en los moralizadores; más bien, se ocupa de enseñar el juego como una necesidad y necedad natural entre dos chicos ávidos de descubrimiento.
Pero hay un elemento más llamativo, -y quizá desapercibido-, en estas ficciones. Se trata de contraponer perspectivas, pues si en Bajo el mismo techo el joven describe la situación de los adultos, en Todo lo tengo ahí es la mirada de la abuela la que ofrece el estupor que se necesita para tapizar la historia. De modo que se percibe aquí el doble señalamiento de dos líneas paralelas: la de los niños sobre los adultos; y la de los adultos sobre los niños.
En el libro de Villanueva, también hay espacio para interpretar a través de la literatura las grietas del conflicto armado colombiano (La luz no me deja ver); para fabular realidades distintas (Mesa de trabajo); para hacer del relato un escenario donde desfilan argumento y estilo.
En suma, Guía para buscar lo que no has perdido es una compilación de relatos correctos, precisos, limpios. Cualidades que, unidas, podrán resultar fastidiosas para aquellos que miran con recelo la rectitud exigida en las academias de escritura.
Cuidado: más allá del sesgo, el libro de Villanueva hace honor a esa solicitud de Genette (autor, vea usted, de lectura académica): decir menos y mostrar más. Hacer de lo complejo algo sencillo: atrapar, persuadir y hacerle sentir al lector que la historia es verdadera.
Posted: May 3, 2019 at 10:34 am